Luego de dos versiones -1999 y 2012- en las que Chile fue País Invitado de Honor en la FIL de Guadalajara, era hora de que nuestra principal feria del libro y el Centro Cultural Estación Mapocho recibieran nuevamente a México como estrella principal de la FILSA 2016; ya estuvo el 2004. No es que Jorge Negrete, que arribó en 1946, colapsando sus fans la estación ferroviaria sea la imagen más significativa de esta ininterrumpida relación entre la estación Mapocho y México. Sólo es la que tiene más tiempo. Podrían haber estado allí los Voladores de Papantla, que nos miraron desde las prodigiosas alturas para la Expo Cumbre de las Américas en 1998 o el festival de Música Ranchera, que terminó con varios charros entre las rejas por "porte ilegal de armas".
Una de las primera actividades musicales del centro cultural, aún en remodelación, fue un encuentro de chilenísimos mariachis que decidieron dar a conocer su próxima actividad con un cóctel típico donado por el restaurante Plaza Garibaldi. El entusiasmo fue tal que, al finalizar la cita con la prensa, las emprendieron hacia la Plaza de Armas para brindar la correspondiente mañanita al Alcalde de Santiago. No fue suficiente y resolvieron continuar hacia la Plaza Italia, donde un par de escrupulosos Carabineros los detuvo por porte ilegal de armas (parte natural de la vestimenta de un charro). La aventura terminó, a pocas horas de la inauguración de la fiesta, gracias a las gestiones de abogados municipales que lograron la libertad del infractor, que permaneció varias horas a la sombra, las que obviamente aprovechó para escribir una agradecida ranchera a sus liberadores, que estrenó en la noche inaugural.
Cuando ya se sabía que Chile sería la sede de la Segunda Cumbre de las Américas, 1997, el gobierno anfitrión, encabezado por el Presidente Frei Ruiz Tagle, recibió la propuesta de acompañarla de una muy cultural expo Cumbre, idea que transmitió a los Presidentes americanos con la invitación a que ellos mismos decidieran la manifestación que aportarían. Así, el Presidente Clinton no dudó en incorporar al afamado pianista Herbie Hancock (con la secreta esperanza de poder presentar un dúo de saxo y piano de ellos dos, que falló por segundos) y al instalador Sam Gilliam que descolgaría gigantescas esculturas de tela desde las alturas del Centro Cultural Estación Mapocho, sede de la Expo. El Presidente peruano Alberto Fujimori envió la réplica del reciente descubrimiento arqueológico de la cultura Mochica, el señor de Sipán. Ante tal despliegue, México recurrió a los míticos Voladores de Papantla, cuyos vuelo excedían las magnitudes de la muestra y debieron acomodarse en los cielos de la plaza Arturo Prat, frente al centro cultural, dejando como largo recuerdo un sólido mástil que posteriormente sostuvo, durante varios años, una enorme bandera chilena.
Terminaba el gobierno del Presidente Frei, a fines de 1999, cuando vía Aero México, despegó, una delegación de literatos integrada por Gonzalo Rojas, Volodia Teitelboim, Poli Délano, Antonio Skármeta, Raúl Zurita, Efraín Barquero, Roberto Bolaño, Carlos Cerda, Jaime Collyer, Gonzalo Contreras, Alejandra Costamagna, Elicura Chihuailaf, Marco Antonio de la Parra, Ana María del Río, Guido Eytel, Soledad Fariña, Carlos Franz, Alberto Fuguet, Benjamín Galemiri, Alejandro Jodorowsky, Ramón Griffero, Floridor Pérez, Jaime Quezada, Hernán Rivera Letelier, Fernando Sáez, Luis Sepúlveda, Marcela Serrano, Elizabeth Subercaseaux, Luis Vargas Saavedra, Pedro Lemebel... Desembarcaron en una Guadalajara que ya estaba escuchando en vivo a Los Jaivas, Los Tres, IIIapu, el Cuarteto de Guitarras de Santiago, Sol y lluvia, Inti Illimani y Douglas.
Mientras en museos y galerías de arte se desplegaban: El lugar sin límite, muestra de plástica chilena contemporánea; Siqueiros ilustra el Canto General de Pablo Neruda; Si vas por Chile, de artistas chilenos radicados en México: Francisco Altamira, Carlos Arias, Osvaldo Barra, Francisco Casas, Beatriz Aurora Castedo, Víctor Hugo Núñez, Nathalie Regard, y las litografías Perfiles chilenos desde la Conquista.
En salas de teatro se presentaron la Compañía de Julio Jung y el Grupo la Troppa, con Gemelos. Y las de cine proyectaban: Historias de fútbol, de Andrés Wood; La Dama de las Camelias, de José Bohr; Misa de Réquiem, de Guillermo Blanco y Alberto Daiber; Gringuito, de Sergio Castilla; El Chacal de Nahueltoro, de Miguel Littin; Magallanes, Magallanes, de Carlos Droguett y Marco Enríquez; Cielo ciego, de Nicolás Acuña; Julio comienza en julio, de Silvio Caiozzi, y El entusiasmo, y La frontera, de Ricardo Larraín.
Lo más valorado por el publico local fue, sin dudas, la exhibición de parte del acervo histórico de la Biblioteca Nacional de Chile: El Despertador Americano. Correo Político Económico de Guadalajara, primer periódico publicado por los insurgentes durante la guerra de la Independencia de México. Solamente se imprimieron siete números en la ciudad de Guadalajara del 20 de diciembre de 1810 al 17 de enero de 1811. Fueron tales las precauciones que exigió la salida de este patrimonio que su curador, Gonzalo Catalán, debía esposarse diariamente a la maleta que trasladaba los ejemplares desde el hotel hasta su lugar de exhibición. Durante la noche tapatía, los ejemplares insurgentes reposaban esposados a una sólida cañería de alguno de los baños del hotel que acogía a la delegación chilena.
El Chile post dictatorial recibió esta invitación -una formidable experiencia de gestión cultural- a llenar todos los espacios de la capital del estado de Jalisco y, literalmente, puso en tensión a todo el Ministerio de Relaciones Exteriores, incluyendo su Embajada en México, encabezada por Luis Maira; Pro Chile, y la Dirección de Asuntos Culturales, bajo la atenta batuta del subsecretario Mariano Fernández, quién no omitió la presencia de destacadas viñas nacionales y sus más notables mostos, relevados por César Fredes y subastados, para terminar de enterar el presupuesto que exigió esta completa caravana.
Valga esta recordación de lo que llevó Chile a México al declinar el siglo XX, para motivar y a la vez comprender la magnitud de la bienvenida que amerita esta presencia mexicana en Santiago. Que se complementa con la huella profunda que ha dejado el país hermano con sus industrias culturales -como FCE, PelMex- su música, sus actores, sus intelectuales, sus escritores, sus muralistas o el inolvidable Jorge Negrete.
Que será justamente homenajeado en FILSA 2016.
Valga esta recordación de lo que llevó Chile a México al declinar el siglo XX, para motivar y a la vez comprender la magnitud de la bienvenida que amerita esta presencia mexicana en Santiago. Que se complementa con la huella profunda que ha dejado el país hermano con sus industrias culturales -como FCE, PelMex- su música, sus actores, sus intelectuales, sus escritores, sus muralistas o el inolvidable Jorge Negrete.
Que será justamente homenajeado en FILSA 2016.
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