23 marzo 2013

¿EL REGRESO DEL TREN AL NORTE?


Los finales de gobierno tienen, para los oficialistas, la bendición de recibir la energía necesaria para preparar, con dignidad, la ceremonia del adiós; lo que incluye revisión u orden de archivos para encontrar ideas o viejos proyectos que impliquen despedirse con unos cuantos recortes de prensa y ojalá un par de puntitos en alguna encuesta. Total, pura ganancia, si no se realiza es culpa de la nueva administración y, si llega a concretarse, “fue nuestra idea”. Un lugar geográfico particularmente atractivo para los energéticos que se despiden, es el río Mapocho: ha sido navegable, ciclo vía, estacionamientos, museo de tajamares descubiertos por una autopista que lo impactó subterráneamente (por fortuna), pantalla de proyecciones, sitio de tomas para deudores habitacionales, profundidad preferente de suicidas, callejón de gaviotas. Ahora, milagroso receptor de la resurrección del tren al norte.

        

Buena idea sin duda, la que acaba de anunciar el Ministro de Transportes, de reinstalar un ferrocarril de cercanías en las inmediaciones del Centro Cultural Estación Mapocho. Tal como Atocha, en Madrid, junto a la vieja estación convertida en invernadero de plantas.La parada llamada Puente Cal y Canto, del metro, está preparada para ello desde su concepción, que previó que algún día trenes a Valparaíso despegarían del borderío al norte de la Estación Mapocho. Es decir, la idea tampoco es nueva. Pero no importa, lo decisivo será cómo se convierte en proyecto y cómo considera la realidad del sector y quienes son sus habitantes y usuarios.

Quizás algunas reflexiones ayuden a la autoridad en su empeño.

Los trenes que viajaban al norte, Valparaíso era el destino principal, desaguaban pasajeros en Llay-Llay y Calera para alimentar los ferrocarriles a Mendoza, vía Los Andes, e Iquique. Este último, en un trayecto de trocha angosta que se medía en días más que horas y que iba dejando huellas en el desierto como el famoso "empampado Riquelme". Viví la experiencia de caminar junto al tren, camino a Cabildo, sin que el convoy pudiera superar la velocidad de un peatón relajado.

Un nuevo proyecto no debiera tener la extensión ni la velocidad de aquellos trayectos, sino la presteza del metro santiaguino y la mecánica del Metroval, que acerca hoy al Puerto y Limache en menos de una hora.

El desafío es que el título de "cercanías" no sea sólo por la distancia a recorrer, sino también por la proximidad que los antiguos trenes al norte tenían con sus pasajeros: el sin fin de opciones de revistas para leer en el trayecto, los canastos con sandwiches, huevos duros y quesos que eran acompañados por "maltabilypilsen" (Malta, Bilz y Pilsener, en realidad), la certera posibilidad de acomodarse a dormir bajo los asientos de segunda clase o sobre sólidos portaequipajes volantes.

Las estaciones atendidas -cuyos nombres aún hoy pueden verse enumeradas en el interior de la nave del Centro Cultural Estación Mapocho, eran tan acogedoras para las sedientas locomotoras como para los excitados pasajeros. Cercanas, como lo es aún la vieja boletería que expide tickets electrónicos en lugar de pasajes de cartón o la señalética de cada una de las salas, inspirada en antiguas estaciones europeas. La atmósfera ferroviaria permanece y, por su inmortalidad, será reclamada por los eventuales futuros usuarios del tren planeado para 2025 por el Ministro. Merece la pena que los arquitectos así lo consideren.

Sería lamentable que, una vez más, sean los ingenieros de transportes quienes -como en Transantiago- nos re-diseñen la ciudad y tengamos que acondicionarla a posteriori, parche tras parche.

Afortunadamente,  la ciudadanía aprende y querrá dar su voz en este emprendimiento.


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