¡Y de qué manera! No sólo por el acompasado navegar por la ciudad de trenes cargados de cobre -a 4 dólares la libra- que hacen sonreir pausadamente a los antofagastinos -de antes y de anora- que se reúnen en número cercano a los trescientos mil entre cerros desérticos y mares calmos, sólo chapoteados por gigantescos pelícanos.
La cultura bulle muy despierta desde las ¿ruinas? de Huanchaca y el flamante Museo del Desierto, por el sur, hasta la hermosa estación del ferrocarril de Antofagasta-Bolivia que ilustra el texto, en pleno centro de la ciudad. Pasando por el Centro Cultural Minera Escondida, una extensión de la destacada y noble labor de la Corporación Balmaceda Arte Joven en todo el país.
Ya no parece escucharse a Fernando Trujillo con la plañidera canción de Gamelin Guerra: Antofagasta dormida tus calles están desiertas; una nostalgia me anida. Antofagasta dormida. Me apena verte tan triste, pena que lloro doliente,quisiera darte mi vida, Antofagasta dormida; bella tierra donde yo nací.
De hecho, el 28 de abril, mientras desde la estación se escuchaban consecutivamente los himnos nacionales de Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú y Chile que daban inicio a FILZIC, la feria internacional del libro de la Zona Integrada de Comercio de tales países, a pocos pasos tintineaban las copas de quienes, invitados por la Corporación Cultural Pro Antofagasta, celebraban junto a muchos de sus 250 socios, la inauguración de un gigantesco mural de Luis Nuñez, que tampoco es el primero en la zona. La obra del joven artista local, ornamenta el muro sur del edificio Patiño, sede de la PDI regional, con imágenes históricas y retratos-homenaje de antofagastinos notables como Gerardo Claps, que fuera Rector de la Universidad del Norte y más tarde asesor cultural del Intendente Jorge Molina Cárcamo. Autoridad que acometió, a inicios del siglo XXI, sendos procesos de recuperación para la cultura del antiguo correo -próxima Biblioteca Regional- y la aún pendiente Casa Abaroa.
Por si fuera poco, entre ambos puntos inaugurales, en un ex hotel para ferroviarios, se alza el centro cultural Estación con que la empresa del ferrocarril, que ya luce sus antiguas persianas de madera perfectamente renovadas, espera pronto recibir la obra los "mejores pintores de Chile".
Suma y sigue. La feria del libro reunió, en una inédita alianza entre los escritores de la región, la Municipalidad y la empresa que la acoge, a exponentes "glocales" -como Rivera Letelier y Skármeta- y locales, la presencia de editores independientes chilenos y la ausencia de las grandes multinacionales del libro, como parece ser una infeliz tradición en las ferias alejadas de la capital.
Lo que por cierto no obstaculizó los encuentros entre creadores y editores de los cinco países sede -es una feria internacional- con lo que se auguran futuros emprendimientos conjuntos.
Mientras ello ocurría, los visitantes podían asomarse al museo del ferrocarril y a los propios carros restaurados que -comedor uno, salón, otro- acompañan a metálicos vagones de origen australiano que prontamente darán paseos por la zona a los muy despiertos antofagastinos, probablemente buscando alivio a penurias nuevas, derivadas de esta actividad económica tan provechosa: los tacos de automóviles, los precios desorbitados en los servicios y la multitudinaria presencia de malls, multitiendas y patios de comidas.
Bella ciudad de ensueño, tu que me viste nacer allí, como pudiera yo darte dinamismo siglo veinte; no, no, no puedo creer; despierta de tu letargo, dice la canción ahora anclada en el siglo XIX. El dinamismo es del siglo XXI y al parecer,están para ello utilizando las mismas herramientas que buen resultado han dado a nivel país: infraestructuras para estimular y acoger nuevas manifestaciones artísticas y libros como industria cultural de vanguardia que arrastra a las demás.
Es de esperar que los aportes públicos estén a la altura de los desafíos y los recursos privados continúen acrecentándose, como parece sugerirlo la sigilosa visita del Secretario Ejecutivo del Comité de Donaciones Culturales a la ciudad.
Nuestro modelo de desarrollo cultural tiene a hora una prueba nueva: en una región alejada de la capital, con el mayor nivel de ingresos del país y con un sector empresarial que parece haber entendido que es mucho mejor invertir en educación y cultura allí mismo, dónde las riquezas se generan.
La imagen es una estación de ferrocarril que puede acoger, a la vez, vagones que se desplazan hacia los barcos exportadores con su carga de "sueldos de Chile" y mesones cargados de "almas de Chile", o sea de libros. En la multilateral compañía de los creadores de países vecinos.
Como para soñar, pero muy, muy despierto.
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