Una de las más formidables muestras de que el llamado “modelo chileno de desarrollo cultural” está en funcionamiento es la entrada al espacio público del nuevo Centro Nacional de Artes Escénicas y Musicales, el GAM. En efecto, un sueño que tuviera el Presidente Salvador Allende –de que el trabajoso edificio construido con tiempo y entusiasmo récord para una reunión de la UNCTAD fuese un centro cultural-, comenzado a concretarse bajo el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, ha intentado, bajo el mandato del presidente Sebastián Piñera dar sus primeros frutos. Las cifras exhibidas públicamente de sus tres primeros meses de operación, una completa entrevista de su Directora Ejecutiva y el masivo anuncio de que será sede del exitoso Festival Internacional Teatro a Mil (FITAM 2011) dan cuenta de que este novísimo espacio ha venido para quedarse y de que probablemente, por allá por 2014 estará terminado, dando cumplimiento así a los dictados de la Política Cultural del Estado de Chile, proclamados en 2004, bajo la presidencia de Ricardo Lagos. Es decir, mandatos de diferentes gobiernos han sido capaces de persistir en la aplicación de políticas en la clave que sustenta nuestro camino cultural: su permanencia en el tiempo.
Pero lo acontecido refleja no sólo voluntades presidenciales. Por el contrario, éstas han sabido escuchar y aplicar lo que el mundo de la cultura ha establecido a través de sus mecanismos de participación conocidos y fijados de la misma manera. En efecto, las primeras luces de este trabajo inicial del GAM están señalando mejoría en los índices de presentaciones y asistencia en el campo de la danza, una sostenida oferta de actividades musicales y la ya mencionada acogida de festivales de artes escénicas en general. Junto con la presencia de diferentes actividades y unidades de negocios que contribuirán de manera creciente a auto sustentar su labor.
Detrás del GAM está no sólo ese ferroso edificio que aún alberga al Ministerio de Defensa y que debiera llegar a ser próximamente otra unidad de negocio del centro cultural, sino toda una historia de construcción y gestión de centros culturales en nuestro país, iniciada en 1990 cuando el Presidente Patricio Aylwin determinó –también escuchando el clamor de una animoso colectivo cultural, que profesaba entre los ganadores del NO- que la vieja y abandonada estación Mapocho deviniera en Centro Cultural. La experiencia de administración privada sin fines de lucro de ese centro remodelado, ha ido informando el trabajo de nuevas corporaciones como las de Matucana 100, Balmaceda Arte Joven, Amigos del Teatro Regional del Maule y varias decenas de centros culturales que se diseminan por el país a través de otro de los programas longevos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes: el de Infraestructura Cultural, iniciado el 2000 cuando dicho consejo era sólo un deseo del Presidente Lagos y un proyecto en la carpeta de su asesor, Agustín Squella.
También y muy principalmente, están las personas, jurídicas o naturales. En orden de aparición, los socios fundadores, en 2008, de la Corporación Centro Cultural Gabriela Mistral que representan a instituciones tradicionales de la República como la Universidad de Chile, el Teatro Municipal, la Universidad de Concepción o pujantes creaciones derivadas de la reciente institucionalidad como el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, la Fundación de Orquestas Juveniles, la Corporación Cultural de la Estación Mapocho, la Fundación del Centro Cultural Palacio de la Moneda, el Teatro Regional del Maule, y organismos nacidos desde la sociedad civil como la Fundación FITAM o las agrupaciones gremiales de actores y de la danza. De tales constituyentes, surge un Directorio, encabezado por el Ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, que orienta el trabajo de un equipo ejecutivo dirigido por Alejandra Wood, designada tras una poco frecuente unanimidad que traspasó corporaciones y gabinetes. Con ella, labora un conjunto de profesionales experimentados, muchos de ellos formados en los propios centros cuya experiencia sustenta al GAM.
Pero las más destacables son las más de cien mil personas que han visitado el GAM los últimos tres meses, en diversas actividades y que comenzarán a tenerlo entre sus derroteros habituales que ya contemplan paradas periódicas en estaciones como La Moneda, Bellas Artes, Cal y Canto, Baquedano, Santa Lucía, Manuel Montt, Parque O´Higgins y, recientemente, El Golf.
No es que para ir a un centro cultural debamos necesariamente utilizar el Metro -aunque es siempre aconsejable- , sino que, a la inversa, cada vez más el metro deberá fortalecer sus servicios para atender a quienes de dirigen masivamente a disfrutar del arte.
¿Será mucho soñar?
En todo caso es un fenómeno que se ha iniciado cuyo progreso más reciente se llama GAM y se llega a él por la estación Universidad Católica.
Amén.
Amén.
Claro que deberían incluir la historia completa del edificio en la fachada, pues decir que fue construido el año 2010 es una falsedad y a ello se suma la patética diferencia entre la constructora de los Srs. Fulanito, Zutanito y Menganito y los trabajadores que se desvivieron para que estuviese listo a tiempo para la UNCTAD. Afortunadamente, existe una discretísima inscripción en vidrio encargada de hacernos ver que lo de ahora es una remodelación nada más o a todo reventar una reconstrucción. Y todo eso por no mencionar su destino original de centro cultural desviado hacia un destino de centro de negocios culturales. Francamente, todos estos manejos son de una desfachatez abismante. Y a todo esto, hace rato que "Santiago a Mil" debiese llamarse "Santiago a Diez Mil". Saludos.
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