05 abril 2007

CULTURA: ¿PRIVATIZAR O EMPRESARIAR?

Chin-tao Wu, investigadora del University Collage de Londres y profesora en la Universidad Nanhua de Taiwan ha publicado recientemente “Privatizar la cultura”, ensayo en el que cuestiona cómo en Estados Unidos y el Reino Unido se ha ido desarrollando un proceso de una cada vez mayor esponsorización e implicancia empresarial en la vida cultural.


Este texto, última novedad en el tema en los anaqueles de Europa, provoca una necesaria distinción entre dos procesos diferentes que suelen confundirse: “Privatizar” y “Empresariar”.

El primero dice relación con la importancia cada vez mayor que empresas privadas asumen, especialmente en el campo de las artes visuales. En Chile hemos conmemorado, hace muy poco, los 35 años de envolvimiento con estas artes de la Asociación Chilena de Seguridad que ha llegado a tener una valiosa y extendida geográficamente colección de pinturas murales y esculturas, curiosamente inaugurada en 1972 por un colorido mural de la Brigada Ramona Parra.

Otras empresas se han asociado a las artes visuales como Cristal, el Banco Santander y Telefónica. Otras, han sido más diversificadas como Minera Escondida que ha privilegiado las artes de la representación, la filosofía y la música. Muy bien por ellas.

Pero, otra cosa muy diferente es la “empresariar” el arte, concepto que incluso ha originado una original cátedra optativa de la profesora María Paz Soriano en la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile.

Aplicar conceptos de la empresa a la gestión cultural es algo que, primero con dificultades y cada vez con más entusiasmo, hacemos los gestores culturales en la gerencia de nuestras empresas, que son las corporaciones y fundaciones culturales sin fines de lucro.

Hoy no resulta extraño escuchar, aún en el discurso oficial del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, conceptos como misión, audiencias, fidelización, marketing, etc.

Es que sincerar el lenguaje y tratar a la gestión cultural como lo que es, una empresa, contribuye grandemente a derribar prejuicios y destruir barreras tan absurdas como ficticias. ¿No son acaso grandes emprendedores la mayoría de los artistas o las pequeñas compañías de teatro que subsisten gracias a sus originales y creativas formas de generar recursos?

Ahora, cuando este emprendimiento se realiza en organismos sin fines de lucro lo que se está haciendo no es privatizar el arte, sino por el contrario, incorporar la variable sociedad civil al cumplimiento de funciones de servicio público que el gobierno ha dejado de hacer sea por falta de recursos o por una certera convicción de que el arte debe por principio y desde el principio, ser libre.

Ojalá el futuro Congreso de la Lengua, en 2010, sea no sólo una oportunidad para sincerar el lenguaje en estas áreas sino además, fecha propicia para la incorporación al mundo de los emprendedores una nueva generación de empresarios culturales y una ocasión para demostrar lo capaces que somos para organizar un evento de tal envergadura.

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