12 noviembre 2012

EL CAMINO LENTO HACIA LA LECTURA

En la década los 80 -la misma de la serie televisiva- proliferó en Santiago un sistema de venta de libros que consistía en que hábiles vendedores voceando en la calle trasladaban a los eventuales compradores a una sala relativamente asequible donde -oferta de regalos, como un reloj, mediante- les dictaban una convincente charla respecto de lo importante que era para sus vidas adquirir, en ese instante, una enciclopedia de decenas de tomos, que cubría varios metros de pared y que se pagaba, casi sin sentirlo, con una nada despreciable cantidad de cheques. Se instaló así un método conocido como "la movida" en que los vendedores eran argentinos de buen despliegue verbal y los compradores, modestos chilenos con pocas destrezas para salir airosos de ese encierro, voluntariamente asumido, pensando en el bendito reloj.


Se estableció así la poco sana costumbre de comprar primero y enterarse después del contenido de lo adquirido, lo que al tratarse de libros es, por decir lo menos, un enorme despropósito. El hábito se fue perfeccionando mediante ofertas, técnicas de marketing, escritores promocionados como estrellas de rock por una malsana concentración de la propiedad de las editoriales en todo el mundo, que segmentaban mercados hasta el detalle.

El símbolo de esta perversión fue una promoción de revista Ercilla que regalaba tomos y tomos de la Historia de Chile de Encina -la completa, no el resumen de Leopoldo Castedo- con un mandatorio y televisivo: "usted debe tenerla". De estudiarlo o leerlo, nada. De hecho se conocen pocos casos de lectores, menos de quienes pudieron derrotar la imperfecta encuadernación para enterarse de la historia patria.

Pero, el hábito de acercarse de esa peculiar manera a la lectura persistió y persiste. Es por eso que iniciativas que buscan extirparlo, como la Feria del Libro, con su nuevo enfoque 2012, o Puerto de Ideas, con su potente programa han comenzado "la reconquista" del lector menos impulsivo y más reflexivo respecto de los libros que compra.

Puerto de Ideas es, para comenzar, una buena idea en un mejor puerto. Tres días en los que la ciudad comienza a ser invadida por ansiosos lectores que bajan y suben cerros con la misma destreza con que abandonan sus autos y conocen ascensores, escaleras, cementerios, restaurantes y librerías mientras, casi sin notarlo, se trasladan a la ex Cárcel, el atrio de La Matriz, el Museo Lord Cochrane o el Museo Naval, convertidos en cajas de pandora que encierran maravillosas historias como las de Almudena Grandes, Alberto Manguel o Tzvetan Todorov. Sólo después de esos banquetes neuronales nace el legítimo e incontenible deseo de conocer y adquirir las obras de los ponentes, sea en el formato de lecturas dramáticas, recitales de música o sencillamente libros.

La Feria del Libro, una vieja buena idea en un recinto también arquitectónica-mente estimulante, inició este año el camino de privilegiar contenidos por sobre ofertas y figuras de farándula, con la natural dificultad de que se trata de tres centenares de miles de lectores que llegan muchas veces atraídos por el canto de sirena de las posibles rebajas y estimulados por los críticos de turno que compiten en dar "el dato" que suele asesinar el espíritu busquilla de todo buen lector. Las señales 2012 fueron potentes: desde la inauguración, con un Presidente de un país hermano que se paseó por la literatura nacional y las bellezas naturales y de la fauna de su país con una certeza que inspiró una de las mejores improvisaciones del Presidente anfitrión. Luego, la presencia insoslayable del tema multicultural en mesas redondas, presentaciones, el propio pabellón del Ecuador, el de Magallanes y hasta en el sorprendente stand del Ministerio de Educación, que mostró su producción en lenguas indígenas. Más allá, varias figuras de Puerto de Ideas, la Universidad de Chile, la Academia de Humanismo Cristiano -aliados en el programa cultural- junto a debutantes como el Instituto Nacional de Derechos Humanos, Balmaceda Artejoven o la micro museo de choferes amantes de su heroica labor.

Sería largo enumerar cómo se va engrosando la densidad de la feria y necio volver a reiterar una vez más los indicadores clásicos de número de asistentes -siempre más- de cifras de ventas -siempre misteriosas- de número de stand y metros cuadrados de crecimiento de la muestra -naturalmente crecientes- o recordar que las altísimas temperaturas de las carpas colindantes fueron combatidas con una fría climatización.

Es tiempo de comenzar a pensar qué instituciones podrían agregarse en las próximas versiones, como este año la Academia Diplomática y su revista, y cómo todos podemos contribuir a que la densidad siga engrosándose y la adquisición de libros ralentizándose, dando paso primero a saber de sus contenidos, obviando ratings de ventas y generosas ofertas de auto ayuda. Que la mejor ayuda ante cualquier enfermedad -física o del alma- es una buena lectura.

Este año, los organizadores de Puerto de Ideas y Feria del Libro hicieron su parte.Bien por ellos. Bien por el libro.

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