11 julio 2011

LA CULTURA Y EL OLIVO DE LA PAZ

Viajar a Bolivia -desde Chile- es siempre una aleccionadora experiencia, desde los inverosímiles vuelos que se transforman de nacionales en internacionales y vice versa hasta la comprobación, una vez más, de que somos dos países tan cercanos como complementarios. Todo, resumido en que es en el terreno cultural dónde más debemos desarrollar -continuar desarrollando- lo más rico de nuestras cercanías, aplicando la diplomacia de los pueblos o de la sociedad civil, que tiene como herramienta emblemática el intercambio de las culturas. 
Esta vez -en una sociedad que comienza a debatir una posible legislación de estímulos tributarios para la cultura- el motivo fue una conferencia sobre la  experiencia de financiamiento del Centro Cultural Estación Mapocho, apoyada por el Consulado General de Chile, junto a un ciclo de clases en el diplomado en Gestión Cultural de la Universidad Nuestra Señora de La Paz y Visión Cultural, referidas a los modelos internacionales de desarrollo cultural y su relación con el modelo de consejos de las artes que se aplica en Chile. 
Del Estado Plurinacional de Bolivia, sin duda, tenemos muchísimo que aprender, en especial la forma señera de asumir su condición  multicultural y la manera cómo sus 37 culturas coexisten, se respetan y conviven con dignidad semejante. Lo que ya habíamos apreciado cuándo el gobierno boliviano presentó en 1994 y 1995, en el Centro Cultural Estación Mapocho, las magníficas jornadas  "Bolivia, la magia de su diversidad" y  cuando, en Santiago en 2005 (a la que pertenece la foto) y en La Paz en 2006 se desarrollaron sendos encuentros de gestores culturales chileno-bolivianos que tuvieron como uno de sus resultados el provocar el primer encuentro de un Ministro del Gobierno de la recién asumida Presidenta Bachelet -Paulina Urrutia- con el Presidente Evo Morales, completamente fuera de protocolo, ya que la funcionaria chilena participaba como acompañante de la delegación de gestores de su país.
Pero, la diplomacia cultural está llena de esos pequeños grandes gestos, como por ejemplo toparse en plena plaza San Martín de La Paz, en el barrio Miraflores, con un sencillo olivo donado a la ciudad por el Consulado General de Chile con ocasión de nuestro Bicentenario, en septiembre pasado; o encontrar al Director del Museo Nacional de Arte del Banco Central de Bolivia, Edgar Arandia, empeñado en acoger obra de artistas chilenos para una próxima exhibición sobre la Memoria de los procesos dictatoriales de América del Sur; o vislumbrar.al curador chileno Justo Pastor Mellado brincando por las calle de El Alto y La Paz preparando una bienal boliviana de artes plásticas.
Sin duda, también aportan la calidez y el respeto con que los futuros diplomados en gestión cultural acogieron las experiencias chilenas en donaciones culturales, autofinanciamiento y financiamiento de centros culturales y algunas características de la participación privada sin fines de lucro en la gestión de espacios artísticos.
Se trata de una tarea de los países que implica abarcar a todos sus componentes, aún sus líneas aéreas que, comerciales y todo, debieran ofrecer a bolivianos y chilenos vuelos dignos de carácter internacional, que unan en directo a nuestras capitales, como ocurre por lo demás con las de todos los otros países vecinos y muchos no tanto. 
Una medida así ayudaría a olvidar el impresentable espectáculo de que el único carro que recorre los pasillos del segmento del vuelo calificado de "internacional" -entre Iquique y La Paz- sea el que ofrece productos del duty free. ¿Es esa la imagen que queremos dar a quienes nos visitan?


Tema para la Fundación Imagen de Chile.

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