15 enero 2009

GUADALAJARA, CUBA Y VITACURA





















El Presidente de los Editores Independientes chilenos, Francisco Hunneus, haciendo gala de profesionalismo y buena memoria, ha situado -en declaraciones a La Nación- el empobrecido debate sobre “ir o no ir a La Habana” en un contexto más amplio y trascendente. En efecto, asocia la de La Habana con otras dos ferias del libro que se encuentran, entre sí, en las antípodas: la presencia de Chile como Invitado de Honor en la FIL de Guadalajara, en 1999 y la modesta ferial de Vitacura.


La primera consecuencia de este argumento, es obvia: todo editor o escritor, por definición, debe asistir a cuantas ferias le sean posibles. Ese fue el criterio del entonces Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle con el que instruyó a su Canciller, traduciéndose en la delegación de escritores, editores y artistas más formidable de nuestra historia de representaciones artísticas en el exterior, (http://www.fil.com.mx/invitado/chile.asp#arriba).

Fueron de la partida el genial Jodorowsky; el poeta mayor Gonzalo Rojas –el asiento de Nicanor Parra en Primera Clase de Aeroméxico viajó desocupado sólo por un repentino cambio de ánimo del poeta-; Roberto Bolaño, Luis Sepúlveda y Pedro Lemebel, entre una veintena más de narradores; Los Jaivas, Los Tres, Inti Illimani e Illapu, en lo musical; sin olvidar a La Troppa que deslumbró a los mexicanos con “Gemelos”; muestras de cine, Artes Plásticas y una inédita exhibición patrimonial sobre la Independencia de la propia ciudad anfitriona.

¡Eran otros tiempos, dirán!

Pero que anticipaban los actuales. Entre los más entusiastas acompañantes “autofinanciados” a la delegación chilena, estaban dos jóvenes entonces tan inéditos como desconocidos: Carla Guelfenbein y Pablo Simonetti, que se sumaban con devoción a las actividades de esta invasión de la cultura chilena a la ciudad mexicana.

Por cierto, la delegación incluía a los más feroces críticos de esta participación que dispararon incansablemente, en la propia FIL, contra quienes hicieron posible su viaje.

Fue la presencia multitudinaria y variopinta de la cultura de un Estado democrático, encabezada por su gobierno, mientras el país se debatía en una de las campañas presidenciales más reñidas de su vida electoral.

Nueve años después, advertimos que se ha empobrecido el debate y las ferias en cuestión: pareciera discutirse la conveniencia o no de asistir a dos exhibiciones bastante más modestas que Guadalajara.

Perdónenme que, con fines meramente analíticos, ponga en un mismo sitial a las de Vitacura y Cuba. La primera, destinada a sectores acomodados –no se puede acceder en locomoción colectiva- parece responder a la tendencia al aumento del público proveniente de los sectores poniente y centro de Santiago complementada con la baja del público del sector oriente de la ciudad, que asisten a la Feria Internacional del Centro Cultural Estación Mapocho según cifras de su versión 2008. La segunda, dedicada a lectores comparativamente de menores recursos pero de una gran avidez lectora, como son los cubanos.

La pregunta es: ¿a cuál de ellas ir?

Mi respuesta es, a ambas.

Es precisamente donde hay públicos carenciados –de hábitos de lectura como en Vitacura o de recursos económicos, como en Cuba- donde editores y escritores deben poner sus esfuerzos. No sólo –y principalmente- porque Chile tiene una Política Cultural que considera entre sus prioridades facilitar el acceso a los bienes culturales, sino además, desde un punto de vista comercial porque aquellos que hoy no tienen hábitos lectores o no disponen de dinero suficiente para adquirir libros, algún día –más temprano que tarde- los tendrán. Y si no la aprovechamos hoy, habremos perdido una oportunidad.

Además, un argumento político. Precisamente donde se imputa que se censuran libros o se persigue escritores es dónde hay que ir a mostrar a ambos.

¿O no recordamos la satisfacción con que recibíamos los libros de denuncia de grandes periodistas chilenas publicados, no sin dificultades, bajo la dictadura?

¿Será que también se ha empobrecido la capacidad de intentar cambiar las cosas?

Y eso vale para Cuba… y para Vitacura.

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