28 enero 2015

WORLD SUMMIT: SACANDO LECCIONES DESDE CHILE

La consultora canadiense Robyn Jeffrey fue contratada por IFACCA para evaluar la organización de las cumbres de las artes ya realizadas en los cinco continentes; por cierto, la sexta, desarrollada en Chile hace un año forma parte de dicho estudio. Mis respuestas a sus inquietudes, formuladas en 27 de enero de 2015, van a continuación. La primera inquietud de la consultora decía relación con que nos había impulsado a intentar ser anfitrión del importante Summit de 2014.

Conocí los Summit en 2006, en Newcastle-Gateshead, cuando asistí invitado a exponer sobre la recuperación cultural contenida en el Plan Valparaíso. Allí me di cuenta de que el gran ausente de los Summit era América latina. Todos los otros continentes tenían una fuerte presencia debido, probablemente, a su vinculación histórica con la British Commonwelth. Advertí que Chile era un país, maritimamente, vecino de Australia, sede de la IFACCA, y podría convertirse en la puerta de entrada de ésta al continente latinoamericano. Decidí proponer al CNCA de cuyo directorio nacional era miembro, que se afiliara a la IFACCA, como primer paso para postularse a ser sede de un futuro Summit. Obviamente, tenía claro que el Centro Cultural Estación Mapocho seria un espacio ideal para acogerla en Chile.

Una vez aprobada por el Directorio del CNCA la afiliación a IFACCA, a finales de 2006, me propuse que Chile participara activamente en el siguiente Summit, en Johannesburgo, en 2009. Afortunadamente, los organizadores me invitaron nuevamente a exponer, esta vez sobre la tercera vía de financiamiento de la cultura, a partir de la experiencia del Centro Cultural Estación Mapocho. La entonces, Ministra presidenta del Consejo Nacional de la Cultura, Paulina Urrutia, me pidió que asistiera además como su representante. Ello me permitió asistir a las reuniones previas del Summit y conocer más de los mecanismos oficiales de postulación así como participar activamente de la asamblea del IFACCA. Conversé con la Ministra antes de viajar y le sugerí la posibilidad de postular a Chile como sede del sexto Summit. Me autorizó a avanzar pero sin tomar compromisos dado que su mandato terminaba en marzo de 2010 y no quería dejar atado a su sucesor. Como el sondeo fue favorable y el Board de IFACCA veía con buenos ojos nuestra postulación, regresé con la buena noticia y la petición de que el Consejo Nacional de la Cultura me diera un auspicio para presentar, en febrero 2010 según los plazos establecidos, una declaración de intenciones para postular. Todo quedaría en suspenso hasta la decisión del nuevo Ministro que asumía el 11 de marzo de 2010. Afortunadamente, el nuevo Presidente del Consejo Nacional de la Cultura, Luciano Cruz Coke, me recibió en los primeros días de su mandato y acogió con interés la posibilidad de postularse para enero de 2014. Su periodo expiraba el 11 de marzo de ese año.

La lección es que es complejo ajustar los plazos que fija IFACCA con los tiempos políticos de los diferentes países. En el caso de Chile, tuvimos suerte y la comprensión de dos ministros que, aun siendo de distintos signos políticos, comprendieron la relevancia del Summit y apoyaron las gestiones que personalmente había realizado, junto con ponderar que el Centro Cultural Estación Mapocho seria una buena sede y un fuerte aliado en la postulación.

Para el proceso de postulación compitiendo con otros cuatro o cinco países, contamos con el compromiso tanto del Consejo Nacional de la Cultura como servicio público como de su  directorio que trabajaron en conjunto con el Centro Cultural Estación Mapocho y asistimos junto con el Ministro al Summit de Melbourne donde se ratificó a Santiago como sede.

En este caso, el tiempo de preparación fue más breve que otros Summit pues Australia quiso celebrar el suyo exactamente a los diez años de creación de IFACCA, en 2012 y nosotros necesitábamos que fuese en enero para que alcanzara a realizarse dentro de un mismo periodo de gobierno y en el marco del principal festival de artes escénicas del país. Por tanto, los tiempos fueron menores que en otros Summit. Yo recomendaría ser más estricto en los tiempos -tres años- y dar más autonomía a los países organizadores en aspectos como por ejemplo la invitación a participantes de países vecinos.

En Chile, aspectos como la ausencia de expositores de países vecinos -Bolivia, Perú, Argentina, Uruguay, Paraguay- así como el alto valor de las cuotas de inscripción atentaron contra una mayor presencia de académicos y autoridades latinoamericanas.
Afortunadamente, tuvimos dos aspectos favorables como la determinación desde un comienzo de la sede, el Centro Cultural Estación Mapocho, y la contratación en el Consejo Nacional de la Cultura de Magdalena Moreno, que conocía muy bien a IFACCA, debido a su larga residencia previa en Australia.
Adicionalmente, el contacto con la secretaria de la IFACCA fue muy fluido a causa de la larga relación tanto de Magdalena como la mía, con Sarah Gardner.

La mayor fortaleza de nuestro Summit fue la estrecha alianza entre el Consejo Nacional de la Cultura, el Centro Cultural Estación Mapocho y otras agencias gubernamentales que reforzaron aspectos turísticos y gastronómicos del Summit. Otro aspecto fue el conocimiento que el Board de IFACCA tenía del país y la sede pues ya había sesionado en Chile y visitado el Centro Cultural Estación Mapocho, de alguna manera había una complicidad y un objetivo estratégico común, como fue el propósito de vincular activamente a IFACCA con Latinoamérica. También fue relevante la fecha escogida pues enero es un mes de buen clima y de realización del principal festival de teatro del país, generándose un ambiente muy adecuado para este tipo de reuniones.

El desafío del Summit para el Centro Cultural Estación Mapocho fue, con la debida anticipación, realizar inversiones y mejoras en su equipamiento. Por ejemplo, la instalación de ascensores en ambos edificios laterales y de una nueva señalización en sus espacios. Ello implicó un esfuerzo financiero pero a la vez un fuerte motivo de mejorar nuestros espacios. Adicionalmente, la co organización del Summit nos permitió encargarnos de la gestión tanto de algunos recursos del Consejo Nacional de la Cultura como de las cuotas de inscripción de los participantes del exterior, agregando a una nueva experiencia a nuestra administración.

Uno de los aspectos débiles del Summit fue su comunicación. Su impacto fue menor en el país de lo que podría haber sido a causa de una extrema cautela por parte de IFACCA y el Consejo Nacional de la Cultura respecto de la difusión del Summit y el deseo de divulgar sólo su programación completa y no por parcialidades o ponentes individuales. De hecho tuvimos algunas divergencia de opinión al respecto. La política del Centro Cultural Estación Mapocho en términos de difusión siempre ha sido amplia, abierta y rica en alianzas con medios de comunicación. IFACCA era débil en redes sociales y los ejecutivos del Consejo Nacional de la Cultura, cautelosos. En este aspecto es posible mejorar mucho.

Para el Centro Cultural Estación Mapocho fue un gran logro participar del la organización del Summit, debido a que desde un comienzo fue considerado no solo como un locación, sino como un espacio cultural con un modelo de gestión muy particular y con capacidad de organizar, además del Summit, un festival de teatro orientado a sus participantes, de manera simultánea y en sus mismas dependencias. Nuestro propósito, felizmente cumplido, fue ser a la vez sede y ejemplo de como un espacio cultural de propiedad pública y gestión privada es capaz de acoger una reunión mundial de esta envergadura y participar activamente en la consecución de la sede para Chile y en su evaluación posterior.

Las lecciones de esta gran experiencia dicen relación con varios aspectos de su organización. En primer lugar, la alianza estrecha entre la autoridad pública, el Consejo Nacional de la Cultura, y una entidad privada sin fines de lucro como el Centro Cultural Estación Mapocho, que aporta capacidad de gestión más liviana y eficiente que el aparato publico en determinados aspectos. En segundo lugar, la necesidad de un trabajo mas profundo con las universidades y en especial con aquellas formadoras de gestores culturales para aprovechar no solo su nivel de conocimientos académicos sino también de capacidad ejecutiva de sus estudiantes. En tercer lugar, la necesidad de alianzas más sólidas con medios de comunicación y un uso intensivo de redes sociales para garantizar el impacto del Summit. En cuarto lugar, un trabajo internacional con países cercanos que asegure una mayor participación de aquellos académicos, gestores y policy makers de la región donde esta ubicada la sede del Summit.

En general, este tipo de actividades me dejan un sabor de haber desperdiciado la experiencia de aquellos que antes hicieron lo mismo. De partir cada vez desde cero. Un directorio de ex organizadores o un seminario de antiguas sedes podría facilitar a quienes comienzan a organizar un Summit, su trabajo.

Además, por tratarse de una actividad vinculada a las artes y la cultura, debiera reforzarse la existencia de un programa paralelo de actividades artísticas que impacten no solo a los asistentes al Summit sino a toda la comunidad de la ciudad que lo acoge. Experiencias al respecto tuvimos cuando el Centro Cultural Estación Mapocho organizó la Expo cumbre de las Américas y desplegó en sus instalaciones muestras Culturales de todos los países participantes.

En todo caso, fue una experiencia enriquecedora que, sin dudas, deja lecciones para todos. Organizadores y participantes. E impulsa a hacerlo cada vez mejor.

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