19 junio 2013

FUSILEROS, NAZIS, GOLPISTAS Y OTRAS YERBAS




La calma que precede a la generación de programas de gobierno en el sector de la cultura ha dejado terreno libre, en los medios de comunicación, a noticias sobre diferentes truhanerías de algunos que han ocupado -temporalmente- puestos de trabajo en el Consejo Nacional de la Cultura y que han quedado en evidencia, más por la páginas policiales y las redes sociales, que por el esfuerzo de las autoridades del Consejo. 

En efecto, las informaciones nos han revelado que el Director Regional de la Araucanía rasgó sus vestiduras de oficial de reserva de la Fuerza Aérea, defendiendo por escrito a 16 funcionarios en retiro de la FACH, procesados por la desaparición y muerte del doctor Hernán Henríquez en octubre de 1973 y sostuvo que "la violación a los Derechos Humanos ocurrida tras el golpe de estado era inevitable; ya que el país estuvo al borde de la guerra civil". En pocas horas, Benjamín Vogel fue cesado de su cargo.

En el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes se desempeñó, entre 2008 y 2010, el indultado ex frentista Jorge Mateluna, detenido con un fusil M16, por el frustrado asalto a un banco en Pudahuel y a quien se le imputaron cuatro delitos. Según registros del Directorio de Transparencia, prestó servicios a honorarios como "encargado territorial" en el programa Creando Chile en Mi Barrio y "encargado de diseñar una estrategia de coordinación, seguimiento y evaluación" en dicho plan.

Anteriormente, debimos conocer de un guardia de la sede central del Consejo en Valparaíso que pertenecía a grupos neo nazis. El Consejo ordenó que Bernardo Mora fuese apartado de sus funciones dado que los denunciantes, externo al Consejo, el MOVILH y la Comunidad Judía exhibieron fotos de Mora caracterizado como simpatizante de ideologías neo-nazis y  el Frente de Orden Nacional (Fon). Carlos Lobos, subdirector del Consejo, anunció que pedirá a la empresa externa Alfa, la encargada de contratar en Valparaíso a los funcionarios de seguridad, que entregue una lista de todos sus empleados, de manera de determinar si hay más personas pertenecientes a ideologías neo-nazis.

Esas tres perlas de ninguna manera empequeñecen la abnegada labor de los funcionarios del Consejo -que denunciaron 120 despidos injustificados durante los dos primeros años del actual gobierno- pero ponen en alerta, de cara a un nuevo período presidencial, el cuidado que las nuevas autoridades deben tener en el sector cultural y en el reclutamiento de los nuevos directivos que dependen de la autoridad política.

Como una colaboración en esta tarea inminente, es preciso considerar que en nuestro país, específicamente en el Magister de Gestión Cultural de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile se han desarrollado desde su creación en 2007, treinta y una tesis de los estudiantes que tienen como principal área de interés la Gestión Cultural, en la que se aprecia una mayor presencia de temáticas sobre culturas locales, patrimonio, artes, museología y educación. Mientras que en Políticas Culturales –segunda preferencia–, encontramos legislación, política internacional, descentralización y gobiernos municipales. Como tercera alternativa se ubica la Cultura Económica, de la que emergen, en su mayoría, temas relacionados con marketing cultural, industrias creativas y evaluación social de proyectos culturales.


Cada año, este programa suma más egresados, muchos de ellos con grados de Magister, que sin duda pueden elevar el nivel de autoridades intermedias e instancias de estudio y reflexión del CNCA, varias de los cuales han desarrollado sus tesis de grado sobre temas relacionados con el propio Consejo, las políticas culturales, las artes o el teatro, las redes culturales o el diagnóstico de la gestión cultural en los museos de las Fuerzas Armadas y de Carabineros de Chile, que causó revuelo público hace unos meses.


Sin duda, mejorar el capital humano del CNCA, a niveles nacional y regional, no sería posible sin que regrese a sus funcionarios la mística que se deterioró fuertemente en la gestión que terminó, tanto por la ausencia de un sueño orientador como por la desconsideración de sus opiniones en proyectos tan importantes para ellos como serían los eventuales cambios institucionales.


Por ahora, y mientras se diseñan los sueños programáticos de todos los sectores -seguramente vinculados a la necesaria simetría entre cultura, artes y educación y a la reorganización institucional de nuestro patrimonio y herencia-, sólo cabe esperar que la administración que inicia el escritor Roberto Ampuero, pueda devolver la confianza perdida en la figura del Ministro de Cultura y asumir plenamente su liderazgo, sin tener que recurrir a su entrañable personaje, el detective Cayetano Brulé, para desenmascarar otros eventuales forajidos, camuflados en nuestra vigorosa institucionalidad cultural.

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