Las políticas culturales no son como las carnes, que pueden ser magras o grasas, pero, dado que una editorial de El Mercurio del domingo 25 de mayo utiliza esa metáfora para analizar el estado del arte (literalmente) luego del Mensaje Presidencial del 21 de mayo, sigamos el juego.
La afirmación inicial es que la Presidenta se refirió en forma “breve” y “hacia el final” de su mensaje al tema cultural. Es evidente que el lugar que se ocupa en un texto ni la cantidad de minutos empleados son datos relevantes. Efectivamente, pudo demorarse más y lo habría hecho si el segmento hubiese estado en el cuerpo del mensaje, sólo que estaba atrasada y debió leer más rápido los párrafos finales. El cambio de ubicación en nada se hubiese afectado el interesante contenido del discurso.
La segunda afirmación es que tales referencias a la cultura “pueden estimarse como de mera continuidad y limitada relevancia”. ¡Obvio! Es sabido por los chilenos que la Política Cultural es una Política de Estado, que se ha fijado con un horizonte 2005-2010 y que por tanto, un gobierno NO puede modificarla, sólo el Directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes tiene tales atribuciones. Es conocido también que la cultura es cuestión de costumbres y por lo tanto, de continuidades, de reiteraciones. Complejo hubiera sido que la Presidenta modificara la política vigente conforme a la Ley o no abundara en áreas que por definición requieren de varios años para concretarse, como son los proyectos de infraestructura o de formación de hábitos de consumo culturales. Respecto de la relevancia, más allá de reiteraciones, no puede dejar de reconocerse la enorme significación que tiene para la historia del desarrollo cultural chileno la modificación de la Ley de la DIBAM, que data de 1929, para dejar paso al Instituto del Patrimonio. Tampoco es menor la construcción, finalmente, de un teatro para las artes escénicas y musicales con capacidad para 2 mil personas. Lo más cercano, el Teatro Municipal de Santiago, ya celebró 150 años de vida…
Preocupa al editorialista que el Mensaje no mencione “la calidad ni las excelencias”. Éstas forman parte de la Política 2005-2010, sólo que en el Mensaje se da un ejemplo, como es el número de producciones cinematográficas, metáfora de fácil comprensión para el público. Neruda, al ser consultado sobre cuándo habría buen cine chileno, respondió: “Cuando exista mal cine chileno”. Esto es, cuando haya mucho cine chileno. A buen entendedor…
Tampoco puede considerarse ajeno a la calidad y la excelencia el aumento en un 30% de los recursos de los fondos concursables. En la actualidad, el Fondart nacional cubre más de un tercio de la demanda de proyectos de calidad en las áreas de creación; más de la mitad de la demanda de calidad de becas y pasantías, y bastante más de la mitad de la demanda de proyectos regionales de calidad. Es decir, porque ha existido desde hace 8 años una política permanente de incremento de los fondos, que crece ahora en 30%, se está satisfaciendo en un nivel más que aceptable la demanda de excelencia de los creadores. ¿Magro resultado?
El editorialista se contradice afirmando que se omite la política de fomento al libro y la lectura, mientras en otro párrafo señala que se propone un programa especial de mini bibliotecas para jardines infantiles y se reitera la construcción de bibliotecas en todas las comunas. Si esas mini bibliotecas y esas macro bibliotecas no son para fomentar el libro y la lectura… ¿para qué se están haciendo?
Luego, una cuestión de fondo, se pregunta por “la influencia efectiva del Consejo Nacional de la Cultura y su actual presidencia”. Aquí nos topamos con el mito de la mujer de César: el Consejo y su Directorio no sólo deben fijar las políticas sino también debe notarse que lo hacen. En ello, acierta el editorial. Los miembros del Directorio Nacional en su conjunto o cada uno de ellos en particular, deben tener una mayor presencia en el debate público de los temas que les competen.
Dos ejemplos que claman orientación:
¿No debiera pronunciarse el Directorio sobre el caso de la cineasta encausada luego de haber obtenido un proyecto del Fondo Audiovisual? Más allá del resultado del proceso judicial ¿no debe el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes proteger cualquier obra de creación, con más fuerza aquellas que ha financiado? ¿No debiera impedirse que materiales usados para una creación artística sean usados eventualmente para otros juicios que nada tienen que ver con la encausada? Así han actuado, en situaciones similares, órganos de prensa que poseían materiales derivados de la investigación periodística y que la policía requería, entregando sólo aquello publicado. Lo demás, es protegido por el secreto profesional.
¿No se hace necesario que el Directorio aborde un caso tan emblemático de la ciudad que lo aloja como es el proyecto Niemeyer en Valparaíso? Llama poderosamente la atención que sea cuestionado casi unánimemente por connotados arquitectos en Artes y Letras del mismo domingo 25. ¿Es coherente con la política cultural que exige planes de gestión antes de asignar recursos públicos a infraestructuras culturales, que se apruebe antes la carreta (proyecto arquitectónico) que los bueyes (contenido y plan de gestión)?
Finaliza la editorial con una afirmación tan arriesgada como injustificada: “parece desprenderse que es en otros ministerios y centros de poder dónde se estarían adoptando las decisiones que marcan y marcarán en el futuro el perfil cultural de nuestra nación”. Sería recomendable que se aclare a qué centros de poder se refiere, asumiendo que cuando se menciona ministerios, es casi un lugar común pensar en Hacienda. Si así lo cree el editorialista, se explica su temor de que el resultado sea magro.
Respecto de los “centros de poder”, además de insinuar una ilegalidad -las atribuciones de fijar políticas las tiene, por Ley, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes- la forma cómo Chile se ha dado sus políticas culturales es generosa en participación, enjundiosa en diversidad y contundente en autonomía de los agentes culturales. Por ello, la criatura llamada Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que tiene –no olvidemos- menos de cinco años de vida crece, siguiendo la metáfora, con buenos músculos, grasa conforme a la edad y mucha vitalidad creativa.
¿Ley de monumentos o de patrimonio?
ResponderBorrarPor Luis Alegría*
La discusión que se ha venido dando en el último tiempo desde diversas editoriales y cartas a los periódicos sobre la protección del patrimonio nacional, cuyo día se conmemoró ayer en todo el país, nos lleva a constatar una serie de situaciones lamentables. Entre estas se cuenta la confusión en el uso de los conceptos de patrimonio y monumento.
Patrimonio y monumentos no son lo mismo. Esto genera consecuencias no menores, si se piensa que a la hora de hablar de una legislación de Protección del Patrimonio, incentivos tributarios, o incluso de una institucionalidad patrimonial, esta se centre en la modificación a la actual Ley de Monumentos Nacionales (17.288), y eventualmente en la creación del Instituto del Patrimonio. Existe cierto consenso sobre la necesidad de adaptar las antiguas normas a los nuevos tiempos.
Poco se habla de los vacíos que la legislación ha evidenciado durante mucho tiempo. Y, según parece, seguirá manteniendo con unas instituciones que dentro del esquema de la protección y defensa del patrimonio juegan un rol capital: los museos.
Se puede constatar entonces, que reducido el patrimonio sólo a propiedades o bienes raíces, se genere una discusión, que por cierto no deja de ser importante, entre Estado y privados. Pero en un esquema de bipolaridad, que por un lado, margina a la sociedad civil y las organizaciones que la representan. Y por otro, la discusión de lo patrimonial a la luz pública se reduce, como lo hemos señalado, a la exclusiva protección de los monumentos (léase bienes inmuebles), tema que desde el ámbito académico está superado, pero que en el imaginario colectivo sigue siendo predominante.
Vemos con preocupación también que una discusión sobre el rol de los museos en el marco de la protección del patrimonio, queda excluida del debate nacional. Los museos siguen siendo representados como espacios estáticos, sin mayor vinculación con la realidad, básicamente como objeto de posibles robos y problemas de conservación.
Por ello, urge una discusión de la problemática patrimonial más amplia, que incluya como una necesidad de protección del patrimonio: la regulación, fomento y sostenibilidad de los museos del país, es decir la generación de una política cultural para los museos. Tema que fue central en las X Jornadas Museológicas que se desarrollaron en el Museo R.P. Gustavo le Paige, y en el Centro Cultural de España durante mayo, cuyas conclusiones se darán a conocer en los próximos días.
Abogamos por una norma jurídica para los Museos de Chile, y también por la creación de un fondo de financiamiento público, o público/privado o privado para el desarrollo de los museos, en el marco de mejorar sus estándares de funcionamiento. Si en el marco de FONDART existen fondos específicos, para áreas claves del desarrollo cultural del país, como un Fondo Audiovisual, otro de la Música, otro del Libro, ¿por qué no puede existir un Fondo de financiamiento del patrimonio y dentro de este una línea de financiamiento para los museos de Chile?
Este sin duda, puede ser uno de los anuncios más importantes que se pueden hacer este 2008, el Año Iberoamericano de Museos, y porque no, puede ser un gran regalo para todo el país en el marco del Bicentenario.
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*Luis Alegría Licuime es docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Publicado en el Mostrador, 26 de mayo, 104 pm.
Estimado Arturo: coincido mucho con vuestra opinión acerca de los avances que ha experimentado nuestra reciente legislación cultural si consideramos que tan sólo lleva pocos años de puesta en marcha.
ResponderBorrarCuando hablamos de expresiones culturales no tan fácil como la asignación de recursos a otras áreas de nuestra sociedad. Podemos discutir muchas horas y de los más variados puntos de vistas, pero lo concreto que nuestro país tiene hoy día mayores accesos a bienes culturales y que no están directamente relacionados con los minutos, frases o palabras que la Sra. Presidenta dedicó en su último discurso.
La editorial del diairo El Mercurio omite una serie de fenómenos socio culturales que han aportado, sin duda alguna, al desarrollo cultural de los chilenos. Tampoco cabe duda aseverar que falta mucho por sentir que estamos en un país de equidad cultural respecto de la distribución de recursos financieros que permitan sostener un verdadero desarrollo social que beneficie a muchos más.
Me he hecho muchas veces las misma preguntas acerca de qué hubiese pasado en nuestro país si no hubiera existido la voluntad política de levantar un Fondo , hace más de 15 años, que apoyara la creción artística, los centros culturales, la edición de libros, el cine chileno, orquesta y bandas juveniles, etc ,etc, LO HABRÍA RESUELTO EL MERCADO?............
Te felicito Arturo
Pedro Sierra E.
Gerente Artístico
Teatro Regional del Maule
TRM - Talcda