04 enero 2010
A FALTA DE PAN... BUENAS SON LAS TORTAS
Un viejo refrán campesino que alude a las dificultades para hornear el pan nuestro de cada día, señala que éste puede, en ocasiones y sólo en ocasiones, ser reemplazado por tortas. Es decir, por trozos de harina de mal aspecto, sin levadura y de digestión más ardua que una buena marraqueta o un mejor pan amasado, recién cocido.
Es lo que le ocurre a la candidatura de Sebastián Piñera respecto de la cultura. Cuando no se tiene pan del fresco y bueno, éste no se puede improvisar. En este ejemplo, una buena hogaza son los miles de creadores que apoyaron a las otras tres candidaturas y que tienden más bien a reunirse en torno a la que pasó a segunda vuelta. Otra barra apetitosa es la amplia experiencia que tienen los gestores culturales que durante los gobiernos concertacionistas han elaborado, desarrollado, aplicado y evaluado políticas culturales, incluyendo la formación de público o audiencias. Rutina de la que carecen los seguidores de la candidatura de derecha. A excepción de aquellos –no pocos pero opacos en la campaña- que se han sumado con entusiasmo a aplicar las políticas culturales que nos legaran los mandatos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, que tienen una vocación original de ser políticas de Estado.
Por consiguiente, ¿qué nos dicen los mosqueteros de la derecha cuando señalan que “ha llegado el cambio a la cultura”? Simplemente palabras vacías, sin contenido, lo que en política pura y dura se llamaría demagogia y cuya sinonímica es “engaño”.
Tenemos entonces que lo adecuado sería no hablar de cambio, dado que lo que se plantea en el programa derechista es continuidad, “construir sin destruir”, ampliar los recursos de los fondos concursables y otras medidas, dado el escenario que tenemos, tan realistas como poco imaginativas.
Por consiguiente, la consigna general del cambio, en este caso, no armoniza. Debemos entonces –deben haberse planteado los estrategas- hacer algo que haga consistente el discurso corriente del candidato con el sector cultural. Como no tenemos política original, tengamos rostros diferentes y convirtamos el debate cultural en la cooptación de grandes nombres que insinúen al menos la hojarasca de un cambio.
Efectivamente, hay cambios, pero de bloque y de personas. Un par de conocidos escritores dan un salto y aparecen al lado opuesto de su trayectoria acostumbrada. ¿Podemos ahora hablar de cambio? Tan cambio como si el “Chupete” Suazo se fuera a jugar a un equipo europeo dejando su Monterrey mexicano. O que un empresario históricamente de la UC se comprara acciones del Colo-Colo (¿suena conocido?). Pero el fútbol sigue siendo el fútbol y sus reglas no varían.
Pero CAMBIO de políticas o de fondo, nada.
Así, el que se arregle un debate sobre la libertad de la cultura no dejará de ser una demostración más de la sabiduría campesina: a falta de pan (espesor cultural) buenas son las tortas (el cambio individual de algunas personas).
Afortunadamente, marraquetas, panes batidos, pan francés, hallullas, colizas, baguettes, amasados, dobladitas, panes integrales y hasta lo que queda de panes de pascua, siguen engalanando la mesa chilena dónde sus usuarios, al menos en cultura, no se compran la consigna del cambio de lado en reemplazo de un cambio profundo que hasta ahora la derecha ni siquiera es capaz de sospechar.
Sólo consiguen contentarse con unas modestas tortas, aunque las condimenten con chicharrón peruano.
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Estimado Arturo: Gran razón tienes en tu artículo, y por eso espero que Piñera no sea el presidentre de Chile, no sólo en estas elecciones, sino que jamás. Y nadie de la derecha tampoco. Imagino ya sin mayor esfuerzo, el magro y monótono desarrollo cultural bajo un gobierno de derecha, con una cultura basada en lo clásico como única expresión válida, silenciando la voz de los pueblos y del pueblo que en diversas y ricas expresiones locales, grupales y hasta individuales (todas ellas libres), habla al mundo de lo que es nuestra idiosincracia. Impondrá con su férrea moral concervadora, regida por la iglesia, una mordaza al charango, la aquena y el bombo, a la poesía, al canto popular, a las radios poblacionales, a todo lo libre y espontáneo, como fue a partir del 11 de septiembre. Capaz que construyan un soldado gigante. Es una imagen atroz que no estoy dispuesto a aceptar.
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