25 noviembre 2009

DERECHA ATREVIDA


El 18 de noviembre de 2009 pasará al registro de fechas significativas para la consolidación de la aún joven –tiene 6 años de vida- institucionalidad cultural chilena. El candidato de la derecha, Sebastián Piñera, citando a Neruda, dio a luz la propuesta cultural de los grupos Tantauco que respaldan su candidatura. De este modo, así como el Presidente Ricardo Lagos, el 16 de mayo del 2000, anunció por primera vez una Política Cultural de un gobierno desde la creación de la República, que culminaba el trabajo programático y gubernamental aplicado en esta área por las candidaturas de Aylwin, Frei Ruiz Tagle y el propio Lagos, esta vez, la derecha chilena se aventura por primera vez en proponer un conjunto de medidas culturales plausibles, en medio de la campaña presidencial.

Con este gesto, el sector político que sustentó –bajo la dictadura militar- la más despiadada política cultural, es decir la de la prescindencia total del Estado en el desarrollo de las artes, se suma a la creación más lúcida de nuestra historia en materia de desarrollo cultural, como es la política de Estado formulada por el mundo de la cultura bajo los gobiernos de Concertación, que tiene su expresión institucional en el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y sus pilares más sólidos en el triángulo virtuoso de infraestructura, audiencias y gestión cultural, y sus mecanismos financieros en fondos concursables y estímulos tributarios.

Este notable paso tiene dos explicaciones tan lógicas como predecibles.

En primer lugar, que las personas que contribuyen a los planteos de Tantauco han formado parte de la construcción del modelo existente. Un modelo no excluyente, abierto a todos los sectores y, por definición, desarrollado estrictamente por la sociedad civil con estímulos puntuales desde la autoridad. Por ejemplo, el Directorio Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes está formado por personalidades no removibles por el gobierno y representativas del quehacer nacional, dentro de las que se consideran dos con acuerdo del Senado y dos rectores de universidades uno de las públicas, otro de las privadas. Este sólo dato permitía que desde su primer momento, este órgano máximo de fijación de políticas, incluyera a personas de la oposición. Adicionalmente, el sistema de concursos transparentes, con fondos asignados por pares y el sistema de gestión de los espacios culturales, entregados a corporaciones privadas sin fines de lucro, han permitido que creadores y gestores del más amplio espectro formen parte del entramado cultural del país.

En segundo lugar, la institucionalidad creada, está en sintonía con aquello que tienen o desean tener la abrumadora mayoría de los países del mundo. Sin ir más lejos, Cataluña, en España, ha intentado hace pocos meses establecer un Consejo de la Cultura como el que ostentan el Reino Unido y los países de la comunidad británica en Asia, África y Oceanía. En nuestra América se sigue mirando con interés lo realizado en Chile y no son pocas las ocasiones que se nos ofrece para exponer nuestro modelo. De este modo, los integrantes de Tantauco que conocen lo que acontece en el mundo y lo realizado en nuestro país, se inscriben en dicha línea y sólo plantean perfeccionar, completar y continuar la obra fundacional concertacionista.

La buena noticia es que parece haber llegado a su fin la hostigosa y desinformada campaña mediática respecto de la opacidad de las asignaciones de fondos concursables, el propósito electoral de algunas de las acciones que manda la política cultural de Estado y las sospechas de mal uso de recursos públicos basadas en eventuales errores administrativos de bastante menor magnitud que las caracteres de los títulos periodísticos.

Esta discusión, la de las propuestas, es la que merece un mundo de la cultura que, calladamente -más por causas externas que por voluntad propia-, ha desarrollado un horizonte cultural para Chile.

En ese escenario, de respeto por lo obrado y de curiosidad por lo planteado, quisiera analizar las propuestas de Sebastián Piñera publicadas en la página web de su campaña.

La introducción ya renuncia a las agitadas banderas del cambio para inscribirse en el sosegado mar de la “continuidad”. La primera medida, pone el dinero: “aumento sustancial del financiamiento público” junto con denunciar la desequilibrada relación -9 a 1- entre aportes fiscales y privados en el área. Un llamado a los empresarios que ya adelantó en ICARE el escritor Roberto Ampuero, a nombre de la candidatura.

En segundo término, se pierde una excelente oportunidad de incorporar el lúcido y actual concepto de economía creativa para conservar el tradicional de industrias culturales, asegurando una modesta duplicación de su aporte al PIB en 10 años.

En el tercer acápite, presumo una gafe: “el currículo ciego” para postular al Fondart, como si las escuelas artísticas o las exposiciones anteriores de un postulante pudieran disimularse en sobre cerrado.

Concerniente a la lectura, la más atrevida defensa del IVA: eliminarlo, dicen, favorecería al 40% más rico de la población. (¿Duro a los ricos, que duran más?) Creo que hay mejores argumentos para conservar dicho impuesto.

El punto cinco, “Chile, país multicultural”, merece cita completa: “Reconoceremos, fomentaremos y protegeremos la diversidad cultural de nuestro país, potenciando la participación de los distintos grupos que conforman la nación, fomentando la expresión de sus practicas culturales, creando el Centro de Fomento de la Cultura Indígena, entidad que generará documentos escritos y audiovisuales en lenguas indígenas, se preocupará del acceso bilingüe a las tecnologías de información y planificará la destinación de becas y premios al merito académico para este grupo de chilenos”.

Un poema a la multiculturalidad: los pueblos indígenas son “grupos”, su cultura ancestral será “fomentada” (¿con préstamos a bajo interés vía CORFO?) se les entregará “documentos audiovisuales en sus lenguas”, “acceso bilingüe” a la computación y se dará “becas y premios” (¿al buen salvaje?). Definitivamente, no parece haberse entendido que se trata de otras culturas que han habitado el mismo territorio que quienes fomentarán y “protegerán sus culturas”, sólo que por más tiempo. El concepto de diversidad quedó en el tintero. Lo ocultó el paternalismo.

Luego, más continuidad: coordinación de la imagen de Chile en el exterior, potenciación de polos regionales de producción artística, recuperación de lugares de importancia turística (no cultural ni patrimonial), consolidación del Museo Nacional de Bellas Artes (¿cien años no han sido suficientes?), modificación de las leyes de donaciones, de propiedad intelectual y del Consejo de Monumentos Nacionales, red de infraestructura cultural…

De ideas nuevas, llaman la atención la “banda ancha subsidiada en todo el territorio nacional”, una “biblioteca-museo-digital” y el programa “visita tu historia” para encontrarse in situ con las tradiciones.

Infaltable: una ley Bicentenario para realizar “grandes obras de recuperación de espacio público”. Con ello se obligan a mantener el horizonte bicentenario –una de las apuestas más exitosas de Ricardo Lagos- hasta 2018.

En suma, no hay grandes sueños, no hay proyecto fundacional, revela desconocimiento en algunas áreas y un inocultable deseo de continuar lo hecho por la Concertación.

Lo rescatable es que, la derecha, en cultura, se atrevió.

Aunque sea con ropa ajena.

1 comentario:

  1. Efectivamente, estan cosechando lo que sembraron... IGNORANCIA

    ResponderBorrar