27 diciembre 2016

ESTADISTICAS CULTURALES: AHORA LOS NÚMEROS



No la tiene fácil el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) -y no me refiero al Censo abreviado del próximo 19 de abril. Muy de la mano del Consejo Nacional de Cultura y las Artes, acaba de dar un insospechado salto cualitativo: pasar de los simples informes anuales Cultura y tiempo libre a la más solvente formula de las Estadísticas Culturales, que debutaron con datos del 2015, el 27 de diciembre de 2016, en el hermoso salón de actos del Museo Violeta Parra.


A juicio de la página del CNCA, "la nueva versión de Estadísticas culturales 2015 expresa un giro conceptual y no solo cosmético. En primer término, enfatiza su misión centrada en la complejidad de producir estadísticas culturales oficiales que, delimitando el marco metodológico de su observación, permitan la adecuada medición de las diversas y dinámicas prácticas del campo cultural y artístico. En segundo lugar, busca ampliar la propia noción de vida cultural y su vínculo con el tiempo libre, poniendo a disposición de la sociedad chilena un extenso compendio de estadísticas de calidad, siempre perfectibles, que permiten mirar de cerca el desenvolvimiento del sector".

No es sólo cosmético, debido a la incorporación de nuevos informantes -Artesanías de Chile y Fundación La Fuente-; la consideración de opiniones de agentes culturales y usuarios a partir de mesas técnicas, y la incorporación de la gastronomía y el patrimonio alimentario como ámbito cultural. Es un cambio profundo que debiera permitir que de sus 462 páginas (de letra chica, como señaló el Ministro Ernesto Ottone en su presentación en sociedad) se deriven dos insumos relevantes para el desarrollo cultural: investigaciones y políticas públicas culturales.

Como señaló en esa misma ocasión el sociólogo y Premio Nacional de Ciencias Sociales, Manuel Antonio Garretón, no basta que las cifra estén allí, sino que es preciso que hablen, se comparen, encuentren pares en otros países y busquen razones que las expliquen.

No basta con saber que menos del 3% de los ingresos del cine en 2015 corresponde a películas chilenas o que en el año se estrenaron 24 filmes nacionales, la tarea es que esos fríos números lleguen a expresarse en medidas de la Política Nacional del Campo Audiovisual para mejorar los ingresos e impulsar nuevas producciones que lleguen a salas llenas de personas que las aprecien, comprendan y valoren.

Pero la tarea va más allá de lo evidente, de ese diez por ciento de la cultura fácilmente reconocible y manifiesta que revela el modelo del iceberg en la cultura que ilustra el Informa Anual y esta nota. Hay un noventa por ciento de la cultura que está bajo la superficie: "Reglas tácitas, formas de pensar" e incluye además la cultura profunda, aquellas "reglas inconscientes, formas de sentir, cosas que se pueden reconocer solo cuando se está familiarizado con una cultura".

Describir el iceberg completo debe ser la meta de las investigaciones culturales y el camino hacia ello sólo se inicia. 

Por ahora, organizan los números en torno a diez dominios más clásicos: Patrimonio; Artesanía; Artes visuales; Artes escénicas; Artes musicales; Artes literarias, libros y prensa; Medios audiovisuales e interactivos; Arquitectura, diseño y servicios creativos; Educación escolar y de soporte, e Infraestructura y equipamiento. El detalle está en http://www.cultura.gob.cl/publicaciones/estadisticas-culturales-informe-anual-2015/

Consultándolo será posible descubrir los logros y flaquezas de estas estadísticas de la cultura que, tímidamente, están ingresando al mundo en que otras disciplinas como la economía llevan años de ventaja. La diferencia está en que el iceberg de la cultura amerita una verdadera minería de datos que exigirá túneles, excavaciones, entrevistas en profundidad, antropología y hasta sicología...

Tengo la sensación de que con este Informe Anual se ha instalado la semilla que debiera apelar a universidades, centros de estudio y al propio Consejo Nacional de la Cultura a crear nuevas formas de investigación que permitan al país estar a la altura de este esfuerzo que no puede ni debe quedarse en los gráficos, de suyo reveladores, sino que sugiere que de no darse el salto propuesto, resultaría casi un derroche haber emprendido este esfuerzo estadístico.

Y, coherente con nuestra institucionalidad cultural participativa y transversal, quienes acometan la tarea no deben ser solo entidades públicas, sino organismos independientes que reúnan aportes y esfuerzos públicos y privados que aseguren confiabilidad de los estudios que resulten.

Porque algún dia llegará en que alguien se pregunte (como ocurre con ciertas investigaciones científicas) ¿qué intereses se ven favorecidos por este estudio cultural? ¿quién pagó por ello? 

Entonces, más vale prevenir.

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