13 agosto 2012

LA LIBERTAD, EL NO Y DOS LIBROS



VUELTA A LA DEMOCRACIA PARA QUE
¿para que se repita la película?
NO!
para ver si podemos salvar el planeta:

sin democracia no se salva nada.
(Nicanor Parra, POR QUE NO, septiembre 1988)



El estreno de NO, dirigido por Pablo Larraín, ha traído recuerdos y discusiones. Inevitablemente, una obra de arte puede ser acusada de "reduccionismo" como lo hace Héctor Soto en Reportajes de La Tercera o de "simplificar y omitir" como lo hace Ernesto Ayala en Artes y Letras de El Mercurio. Ambas apreciaciones aciertan, en la medida en que lo acontecido el 5 de octubre de 1988 tiene muchas facetas que lo acercan más a la epopeya de un pueblo, como hay pocas en la historia de Chile, que a una simple campaña televisiva, aunque, sin duda, ésta formó parte relevante de aquella.


Lo primero que cabe destacar es el aporte a nuestro periodismo que hacen ambos comentaristas al regresar el cine a espacios que alguna vez ocupó, en páginas de cultura y de política. Esta expresión artística ha sido reiteradamente trasladada por la mayoría de los medios a livianas secciones de entretención y espectáculo. Quiera el destino (y los editores) que las profundas reflexiones sociales y políticas que suelen motivar películas notables regresen, para quedarse, en tales secciones. Lo que debiera traer aparejado el regreso a las salas de cine de un público que, acosado por el entertainment, huye de ellas, pletóricas de Batman, Kramer y sagas orientadas a un público infantil, que dejan poco lugar al cine que tiene algo que entregar, más allá de un buen par de horas y muchas crujideras de pop corn.

Lo segundo es que la película NO pertenece a un Director que -no podía ser de otra manera- muestra haber sido criado en un entorno cultural que entiende y conoce bien la obra de la dictadura y que asume la derrota de la misma más por una extraordinaria campaña televisiva impuesta por la presión internacional y no como una gesta que tomó muchos años, que implicó un gigantesco trabajo, enormes riesgos y una mística que se extraña.

Lo más evidente de los alcances ignorados en el filme es la labor que dirigentes políticos, sociólogos y psicólogos, hombre y mujeres, realizaron en términos de conocer científicamente el estado de ánimo de los chilenos luego de 16 año de dictadura y que nutrían cada minuto de la expectante franja.

El resumen de dicho trabajo está en el libro La campaña del NO vista por sus creadores (Editorial Melquíades, agosto 1989) en el que profesionales como Juan Gabriel Valdés, Mariano Fernández, Carlos Vergara, Eugenia Weinstein, Javier Martínez, Guillermo Campero, entre otros, entregan sus reflexiones sobre dichos estudios y dirigentes políticos como Carlos Montes, Isidro Solís, Ricardo Solari, Ignacio Walker o Rafael Almarza hacen lo suyo sobre la campaña territorial mientras Alberto Urquizar, Francisco Estévez y Gonzalo Martner reflexionan sobre el  control democrático de la votación misma. Están también los testimonios de quienes elaboraron la franja televisiva, que sin duda son muchos más que aquellos que puede sostener un guión cinematográfico como el que nos ocupa.

Allí se comprueba cómo miles de chilenos salieron, meses antes de la franja, a la calle, exhibiendo una modesta chapita, luego un tímido cartel, más tarde acompañados por un conjunto de vecinos contactados en las puertas de supermercados, plazas y ferias, para primero llamar a inscribirse en los registros electorales, estimulados por un valeroso llamado de Hortensia Bussi de Allende, y luego, una vez inscritos, convocar para votar que NO y, sobretodo, controlar minuciosamente que se respetara el resultado en cada una de las mesas de votación. También, cómo se celebró hasta el delirio una vez conocidos los resultados.

En el caso de los artistas, su generoso aporte quedó plasmado en otro libro: Por que NO. El NO de los escritores y artistas plásticos chilenos, (Comando Nacional por el NO, septiembre 1988), dónde 64 literatos -Miguel Arteche, Carlos Cerda, José Donoso, Ariel Dorfman, Jorge Edwards, Sonia Montecino, Nicanor Parra entre ellos- expresaban con sus propias palabras y en una página cada uno, las razones que los impulsaban a votar por esa opción. Los acompañaron trece artistas visuales -Nemesio Antúnez, José Balmes, Gracia Barrios, Samy Benmayor, Sergio Castillo, Patricia Israel, Roberto Matta, entre ellos- que ilustraron el sentimiento que devino mayoría la noche del 5 de octubre. Un documento histórico.

Sin dudas,el trabajo territorial o la convocatoria de artistas son menos visibles que 15 minutos diarios de televisión. Pero son ellos, público y creadores, quienes deciden los cambios históricos en las sociedades y no los programas de TV, así como fueron ellos los que, en octubre de 1988, demostraron que era posible terminar con una dictadura actuando coordinadamente quienes expresan el alma popular y quienes la constituyen.

Así como vimos, al inaugurar y clausurar la Olimpíada de Londres 2012, que los países recurren a sus músicos, cineastas, actores y escritores para expresar ante el mundo su identidad, fueron los artistas chilenos, unánimemente ("están todos con ellos" reconoce el publicista del SI en la película de Pablo Larraín) los que se llenaron de coraje para salir a defender el único derecho imposible de transar, el de la libertad de creación. Podrán mantenerlo por un tiempo en la oscuridad, sacarlo forzadamente al exilio o desarrollarlo en cenáculos solidarios limitados, pero esa ansia incontenible de crear es la que se expresó también en la franja, así como en los libros reseñados o en las conversaciones de toque de queda. Las luchas contra la censura editorial, de libros y revistas, durante más de una década, que utilizaron el humor y la metáfora para informar a los chilenos, formaron parte también de una sola gran demanda final: libertad. Sin ella no hay creación, sin ella, la creatividad inevitablemente desborda hacia la lucha por recuperarla.

Es lo que aconteció en octubre de 1988, que pudimos reírnos, bailar, manifestarnos masivamente y tararear viejos valses con contenido renovado, a pesar de todo lo que acontecía en el país. Gracias a la energía que salía de ello, derrotamos al poder, al apagón, a la oscuridad, a la violencia y el miedo, encarnados en un hombre atado a una perla, que "corrió solo y llegó segundo".

Sin los artistas y los sentimientos de su pueblo, que ellos encarnaron, no habría habido presión internacional ni campaña televisiva que valieran para encarar a una dictadura. Es lo que se extraña en la película recién estrenada, que constituye a la vez un aporte y un llamado a complementarla con nuevas producciones.

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