Teatro Regional del Maule |
En efecto, esta medida de innegable avance, tiene su origen el 5 de abril de 2000, en el Palacio de La Moneda cuando Ricardo Lagos creó la Comisión Presidencial de Infraestructura Cultural y la mandató con una frase esencial: "no pondremos un peso allí donde no exista un plan de gestión".
Aplicándola, se constató que las iniciativas del municipio talquino, entre otros gobiernos locales, eran insuficientes para sostener en el tiempo los espacios culturales que se construyeran a través de la mencionado comisión. Desde entonces, el Teatro Regional del Maule, conducido por el fagotista y gestor Pedro Sierra, se ha convertido en modelo para el resto de las regiones del país. Ello porque los recursos necesarios para su gestión no descansan sólo en los aportes privados -que los hay- ni en la taquilla -que existen- sino también en compromisos estables del Gobierno Regional, que dispone de un 2% de ingresos públicos que debe destinar a cultura. Y qué mejor destino que una sólida infraestructura sobre la que se sustente el desarrollo artístico que, por ejemplo, la región del Bío Bío anhela pero no tiene, a juzgar por reciente encuesta del Diario de Concepción del domingo 3 de junio, respecto de la cuál editorializa señalando la posible ausencia de la tríada virtuosa de la gestión cultural: infraestructura, gestión y audiencias.
Precisamente esa carencia es la que debiera comenzar a solucionarse con la incorporación de la capital penquista al programa de Teatros Regionales, junto con proyectos antiguos como los teatros patrimoniales de Iquique o Magallanes y los nuevos diseños arquitectónicos de Coquimbo y O'Higgins.
En efecto, prácticamente oculto en la parafernalia de un discutiblemente apetitoso choripan con leche y plátano que ganó una votación virtual, quedó el hecho de que el Teatro José Bohr de Punta Arenas pasó a compartir padres entre el municipio y el gobierno regional, bajo la mirada complaciente del gobierno central que aplica una política de Estado en lo que a infraestructura se refiere.
Pocos días antes se había anunciado en Iquique un proceso similar que espera finalmente recuperar un hermoso teatro municipal, todo fabricado en pino oregón, que diferentes gobiernos locales habían ignorado.
Sacando cuentas, ya tienen su teatro las regiones del Maule y la Araucanía -el de Temuco funciona bastante bien- vendrán pronto Magallanes, Iquique, Bío Bío, Coquimbo y O'Higgins. Siete otra regiones - la mitad de ellas- quedan esperando. Un bocado ineludible para próximos candidatos a presidente y senadores.
Y una enseñanza para nuestra clase política: no siempre los períodos que desean partir de cero y hacerlo todo de nuevo, tienen buenos resultados. A la inversa, de pronto indagando en políticas establecidas por predecesores es posible encontrar caminos win win, en los que todos ganan: el público, las autoridades y la cultura.
Es lo que se ha hecho con la política de infraestructura cultural que, nacida bajo Lagos, profundizada por Bachelet y continuada por Piñera parece haber llegado para quedarse.
Por ello, es incomprensible lo que acontece con la segunda etapa del GAM, un proyecto nacional.
¿O habrá que recurrir al gobierno regional metropolitano para terminarlo?
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