23 julio 2009

ERAMOS 18 Y HABÍA POCA LUZ...

Foto: Ignacio Bragado

Éramos 18 y había poca luz. Estábamos a un mes desde el inicio del invierno, afuera llovía y hacía frío.
No obstante, la invitación a celebrar el ingreso al Congreso del proyecto de ley que crea el Instituto del Patrimonio, formulada a autoridades y expertos de la mesa de trabajo que sustentó el proyecto, fue acogida con entusiasmo.


La cena, organizada por la Ministra Presidenta del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Paulina Urrutia, transcurrió con normalidad hasta que se cortó la luz.

Lautaro Núñez, Ilonka Csillag, Carlos Aldunate, Raúl Allard, el general ® Roberto Arancibia, la diputada Claudia Nogueira, Miriam Erlij, Mireya Danilo, Osvaldo Cádiz, por nombrar sólo a la mitad de los presentes, departían entre sí y con la otra mitad sobre los alcances de una legislación que había tomado mucho tiempo en cuajar, que había consultado a más de 150 personas a través de la Comisión Allard, que esa noche reunía a sus impulsores tanto del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes como del Ministerio de Educación y en las carteras de Obras Públicas y Vivienda. Funcionarios y expertos se reconocían en otra faceta, la de la copa en la mano y la espontaneidad en la voz, hasta que llegó la penumbra y la velada se convirtió en algo que vale la pena reseñar.

La exposición de la nueva ley debió omitir la presentación electrónica para convertirse en una amable charla de el abogado Daniel Álvarez, que manejaba al dedillo el articulado y sus objetivos, enseguida bastaron un par de preguntas evidentes para que se desencadenara una sucesión de intervenciones que mezclaban la alegría de haber llegado a esta etapa con reflexiones sobre la nueva legislación.

Desde el notable consenso de tres candidatos presidenciales recientemente entrevistados sobre sus programas culturales que coincidían en la necesidad de modificar la institucionalidad patrimonial vigente, a los recuerdos del DFL 5200 de 1929 con el que el General Ibáñez creaba la DIBAM.

A la curiosa condición de la Presidenta Bachelet, hija y madre de antropólogas, que cumple con el histórico deber de presentar al Parlamento la más importante legislación patrimonial de los últimos 80 años. O la mención de la estudiante de Magíster en Gestión Cultural que ese mismo día había recibido de su profesor guía la aprobación de su Tesis sobre los Museos del Siglo XXI, la que culminaba con la presentación de esta Ley y la consideraba entre sus anexos.

Algo mágico, quizás la oscuridad –acentuada por la rendición de los equipos de emergencia que nos dejaron literalmente a la luz de las velas- se fue produciendo esa jornada que nos iba dejando el sabor de estar aproximándonos a un momento histórico, quizás el número de los presentes, 18, fecha que ha acompañado a tantas gestas de la cultura nacional –en septiembre, por cierto, de diferentes años- como la instalación de la Universidad de Chile (1843), la inauguración del Teatro Municipal (1857) del Museo de Bellas Artes (1910) o el inicio de las transmisiones de TVN (1969).

La anfitriona fue captando ese algo que estaba aconteciendo y guió la conversación hasta que todos, los 18, expresáramos no un apoyo ni una satisfacción por lo hecho, sino un sentimiento. La sensación que se compartió por muchos instantes de que lo hecho era dilatado en el tiempo, colectivo en su elaboración y muy necesario aún en esa cena que pudo ser formal y se convirtió en entrañable e inolvidable.

Tal vez porque éramos 18 y había poca luz.

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