Nuestro puerto es -a pesar de la tragedia más reciente- un lugar capaz de brindarnos en el lapso de un par de horas, la felicidad más grande por haber disfrutado un año nuevo con maravillosos fuegos artificiales, la tradicional generosidad de los porteños que brindan en las calles con los paseantes y, acto seguido, la más dantesca de las plumas de humo que delata un incendio de proporciones que, viento feroz mediante, se alojó en las puertas de la ciudad. No alcanzamos a ponderar las ventajas de la nueva escoba alcaldicia (que barrió las basuras de la celebración de cambio de año) cuando el edil debió salir nuevamente a proponer formas de evitar incendios, proteger -no de las llamas, sino de la morbosidad- a los damnificados y recibir autoridades desde la Presidenta de la República, con la que compartió prioridades: la gente, las llamas y luego la reconstrucción.
Ya se anunciaba algo el primer día del 2017: una vivienda de dos pisos ardió, por poco rato, en la calle General Mackenna del cerro Yungay. Pocas horas después, carros bombas y voluntarios de CONAF trepaban los cerros rumbo a un incendio forestal en Laguna Verde -el Club de Pesca y Caza- que en menos de 24 horas se descontrolaría.
A pesar de ello, el reposo, festejo y reposo, ampliado con un nuevo feriado, dejó paso a la preocupación. Ardía Playa Ancha, se quemaba el histórico regimiento Maipo, Puertas Negras se carbonizaba haciendo honor a su nombre...
En poco rato, los porteños, los ediles de ciudades vecinas -con algo de retraso la de Viña del Mar- y la ciudadanía en general se aprestó para brindar apoyo a los damnificados. Militares, carabineros, bomberos, brigadistas de CONAF llegaron a los sectores fronterizos de las llamas y evitaron que la tragedia pasara a mayores. Parecía, como si todos estuvieran esperando la tragedia. Listos para intervenir, albergues dispuestos con oficina móvil del Registro Civil incluída en aquellos para personas y la novedad: depósitos para especies que tendrán vigilancia rigurosa para evitar robos de artículos valiosos para los afectados.
La primera polémica que se advierte -no puede sino ser así en Valparaíso- es entre quienes quieren reforestar la vegetación introducida -pinos y eucaliptos- con repoblamiento de especies autóctonas como peumos, boldos, maitenes, litres, quilas y pataguas, y quienes no lo creen relevante.
No es un tema menor, metáfora de otras expresiones externas que los porteños suelen rechazar de diversas maneras -en algunos casos enfrentando a los hinchas de Colo Colo en verdaderas batallas campales- en otras, mirando con recelo a quienes consumen marraquetas en lugar de pan batido.
Es que, aunque la distancia entre Valparaíso y la capital es poca, las distancias culturales son considerables y quizás la manera de enfrentar los indispensables cambios en la convivencia -como depositar la basura en los tachos correspondientes y no en las quebradas- debe enfrentarse también como un tema multicultural.
Afortunadamente, Valparaíso tiene potencial intelectual -sus universidades, sus cuerpos bomberiles y otros de emergencia, como el bote salvavidas o los voluntarios de CONAF- pueden y deben aportar su experiencia en la construcción de nuevos comportamientos en las tragedias allí donde sea necesario y reforzar aquellos otros que hacen alusión a su patrimonio.
También hay instancias culturales avecindadas en el puerto que pueden hacer su aporte, como el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes o el Festival Puerto de Ideas que bien podrían incorporar en sus agendas la presencia de expertos que aporten a la ciudad conocimientos de punta en temas de emergencias y tragedias. Para culminar, por fin, en un plan de manejo de nivel nacional para las zonas declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Por ahora, una señal en el sentido correcto parece ser la separación de la cuenta pública del Congreso Nacional de la festividad de las Glorias Navales que hacia correr a los Presidentes y extenuaba a las fuerzas policiales que debían garantizar el orden en ambos actos. Y que costó la vida a un trabajador municipal en 2016.
Quizás la elección popular de un gobernador regional sea otro paso en la dirección de otorgar voz a las costumbres y usos de las localidades diferentes a Santiago.
Es que, como en otras áreas, el cambio debe ser cultural o no será.
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