29 marzo 2018

DEMOCRATIZAR LA CULTURA O DEMOCRACIA CULTURAL




Los resultados de las encuestas suelen jugar malas pasadas. En la versión que recientemente discutimos entre el equipo del CCEM y los profesionales del Ministerio de las Culturas que elaboraron la Encuesta 2017 de Participación, había dos palabras tan poco científicas como llamativas, que inquietaron: "nada" y "me aburre". Aunque no fue lo único pues términos como "gratuidad", "precio" y "democracia" ocuparon tambien bastante tiempo del debate.



Ante la pregunta: En pocas palabras, cuando digo cultura ¿que se le viene a la mente?, y un encuestador alertado a la registrar si la respuesta esta era NADA, el resultado es un considerable espacio de la nube de palabras para esa respuesta. Tanto como ARTE y más que TEATRO o MÚSICA, por ejemplo.

Por otro lado, en las respuestas múltiples a: ¿Por qué razones usted no siste a alguna de las actividades culturales mencionadas en esta encuesta? el Por que me aburren fue rotundo: 45,8% de los consultados tuvo esa opción entre respuestas múltiples. Seguida de lejos por Porque no las entiendo (15,1%) y un mucho más insignificante, el 4,7%, de Por falta de dinero.

Podríamos decir, luego, que la ausencia de atractivo para disfrutar de ciertas actividades culturales es mucho más impedimento que el dinero. Al contrario, se esgrimieron cifras y argumentos respecto de que la gratuidad no ayuda a poner las actividades más cerca del público -los museos gratuitos son una muestra- sino que la existencia de cierto "precio" o barrera para acceder a la cultura constituye un estímulo y también una forma de selección para que asistan a ellas los verdaderamente interesados.

Se podría afirmar -salió en el debate- que la eliminación de barreras, como sería la gratuidad, o la falta de información (solo 5,1% lo acusa) pertenecen a una lógica superada o en proceso de superación: aquellas élites ilustradas que bajo el lema de "democratizar la cultura" derraman en la sociedad manifestaciones que a ellas satisfacen pero que el gran público no reconoce como propias.

Se estaría imponiendo -así parece reflejarlo la Encuesta- un concepto de democracia cultural en el que todas la expresiones o modos de vida tienen cabida como manifestaciones culturales.

Es evidente que en ello no puede existir un solo actor -el Estado- que brinda o promueve las artes y la cultura. Este debe estar en permanente diálogo con la sociedad civil que es la generadora de tales expresiones. El estado tiene un rol irrenunciable que es generar las condiciones para que tales formas de cultura se desarrollen, pero los sujetos culturales en el sentido más amplio son los ciudadanos, no sólo creadores, gestores o audiencias constituidas, la ciudadanía toda.

Así, los espacios públicos, los centros culturales devienen en lugares ciudadanos en los que suceden manifestaciones plurales, diversas y hasta contradictorias.


Será labor de los trabajadores de la cultura hacer posible que la cultura transcurra según la expresión democrática, sin cortapisas pero tambien sin dejar de conocer estudios, como la Encuesta en cuestión, que deben ilustrar el trabajo de funcionarios públicos, privados y del sector sin fines de lucro, acogerlas y acompañarlas en el destino que buenamente escojan.

De esa feliz coexistencia de la reflexión y la acción, en un marco básico de escuchar a la sociedad, seguirán surgiendo las expresiones artísticas y culturales que van constituyendo, dia a día, la cultura.

Si esa sola lección nos deja el seminario entre estudiosos y gestores, ya habría sido suficiente.

Y por cierto, no nos aburrimos.

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