23 marzo 2018

DEL CONSUMO Y LOS INTERESES A LA PARTICIPACIÓN


Analizando resultados de la Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017,  se comprueba la tendencia histórica del descenso sistemático de la asistencia a muestras únicas. Es decir a museos, óperas, conciertos clásicos, obras de teatro... disciplinas que se presentan en salas especialmente acondicionadas, con un solo propósito: disfrutar de una orquesta, una pieza teatral, una sinfonía, una colección homogénea...


A la inversa, crecen en asistencia manifestaciones que podríamos llamar plurales: que ocurren en espacios que permiten la convivencia de más de una actividad. Es lo que acontece, por ejemplo, con las ferias de artesanías, en las que bajo ese rótulo es posible encontrar venta de creaciones junto a manifestaciones musicales, libros, oferta gastronómica... algo similar ocurre con las multi salas de cine que suelen estar instaladas con patios de comida cercanos y se enmarcan en un ambiente festivo con grandes anuncios de nuevas películas, juegos infantiles y otras atracciones. Por cierto es lo que pasa en un centro cultural donde, por definición, orbitan muestras de diferentes artes, una oferta gastronómica, en un entorno patrimonial o arquitectónico destacado. O en las llamadas fiestas costumbristas que adornan el territorio nacional.


Una posible explicación puede estar en lo que describe Constanza Symmes, Jefa de Estudios del CNCA, en sus reflexiones que introducen la Encuesta:

"Se está ante una concepción de la cultura como modo de vida, más allá de la sola visita o asistencia a un espectáculo. Según este enfoque, la participación implica el reconocimiento de una diversidad de formas de experiencia cultural, los territorios en que se despliegan y la relación dinámica que entre ellas se dibuja. En efecto, se está ante nuevas prácticas y materialidades, desde el punto de vista de su visibilización en la escena cultural nacional —ya que si bien existían— no estaban integradas, y por lo tanto no eran distinguidas por la medición cultural".


Se refiere tal vez las audiencias multi impactadas cotidianamente, de manera simultánea por redes sociales variadas, publicidad desbordante y medios de comunicación complejos (La Tercera ya es un tri-diario, el habitual, más un diario económico, Pulso; más un diario internacional, El País; además del virtual La Tercera PM y el adelanto, vía correo electrónico a las 22 horas, de la edición del día siguiente).

Estas audiencias -según la encuesta- mayoritariamente se "aburren" cuando llegan a un museo o un teatro en las que se muestra una colección homogénea, una pieza musical o escénica y nada más.

El recorrido reciente del teatro, por ejemplo, que ha pasado de espacios poco convencionales o directamente públicos a inicios de los noventa, a las más elegantes salas -CA660, Municipal de Las Condes- ha perdido la condición de espectáculo múltiple y acercándose a audiencias de mayor poder adquisitivo, que planean individualmente su propio festival, programándose funciones en diferentes dias del mes de enero.

¿No será que estamos entrando en la era del festival más que de la función específica?

Entendiendo por tal aquello que se parece más a Lollapalooza, de múltiples escenarios, de impacto mediático gigantesco y de conmoción a las autoridades y sus diferentes formas de prevención (sanitario, cortes de tránsito, estacionamientos, refuerzo del metro...)

Es decir, la experiencia cultural se vuelve compleja y múltiple: disfruto a la vez a mi artista favorito, bebo, como, reviso ofertas de productos artesanales, orgánicos, musicales... Tal vez un concepto de participación mucho más activo que el mero asiento debidamente numerado y fijo de una sala.


Junto con consagrar la aparición en Chile de un nuevo tipo de espacios: el centro cultural, la experiencia del CCEM demuestra que en sus instalaciones -con la excepción de la Feria del Libro, que confirma la regla- no existen manifestaciones únicas. Todas, aún las más masivas, están acompañadas por dos o tres muestras simultáneas de artes visuales, propuestas gastronómicas y presentaciones artísticas consideradas de común acuerdo entre sus productores y los gestores del espacio, con resultados que dejan satisfechos a ambos .

En este caso, es el espacio en su monumentalidad, el que llama a llenarlo con presentaciones relacionadas y complementarias con el tema central. Así aconteció en la Expo Cumbre de las Américas; Bolivia, la magia de su diversidad; la Cumbre Mundial de las Artes y la Cultura; el Festival de Cine de Lebu, y muchas manifestaciones que terminan  siendo una verdadera fiesta que atrae a diferentes públicos y en la que exponentes y visitantes pueden compartir su "modo de vida".

En consecuencia, más que lamentar el descenso o el desinterés por la participación cultural en manifestaciones ligadas a las bellas artes, cabría analizar cómo incorporar a éstas a las fiestas o festivales que atraen a los públicos y desde allí, ya cautivados, introducirlos al disfrute habitual de las artes tradicionales.

Con la conciencia de que serán probablemente actividades de nicho, por tanto con expectativas de asistencia más realistas y moderadas. Y difíciles de comparar con aquellas de "modo de vida".


Cuando el entonces director de Adimark, Roberto Méndez, fue invitado a realizar la primera encuesta de consumo cultural, en 1995, señaló: "No midamos Consumo, que nos vamos a deprimir... midamos mejor Intereses culturales". A qué le gustaría asistir en lugar de a qué asiste.

Así se hizo y el trabajo fue provechoso, comparable con versiones posteriores y un sólido antecedente a las Encuestas que hoy comienzan a describir el nuevo concepto: la participación. Que va mas allá del consumo, los intereses y los clásicos conceptos de formación de públicos, educación artística y formación del gusto.

Para adentrarnos en los tiempos en los que las culturas "se construyen y reconstruyen en la interacción humana". Permitiendo acciones como el fomento de la diversidad de expresiones y prácticas, la co-gestión de espacios con las comunidades y acciones de reconocimiento de las culturas de pueblos originarios.

Cito nuevamente a Symmes: "Si bien desde la acción pública, se anhela que todos los ciudadanos puedan conocer y disfrutar de un cúmulo de obras consagradas o poseedoras de un fuerte componente de legitimidad (por ejemplo, las grandes sinfonías o colecciones de arte), también se aspira a que el conjunto de prácticas culturales desplegadas en los entramados territoriales puedan ser conocido, reconocido y disfrutado por el conjunto de la población. En este sentido el explorar y visibilizar estas prácticas y otras formas de participación es una deuda que de alguna manera comenzamos a saldar con el país. Una definición más amplia del propio concepto de cultura, acompañada de un instrumento robustecido para su abordaje, es un primer y gran paso".

Todo un cambio en el modelo de concebir la gestión pública en cultura. 

3 comentarios:

  1. Muy interesante esta columna y esta reflexión. Habría que añadir que asistimos no solo a una crisis inicial del "acceso" a la cultura, que no es tanto la disminución de los públicos que asisten a tal o cual disciplina artística como del concepto mismo, que ya no abarca la densidad de acciones de quienes acceden a la cultura (ya no a una actividad) como un modo de vida. A los ejemplos que señala Navarro -los festivales y potencialmente, los centros culturales- habría que añadir los barrios culturales, patrimoniales, identitarios (o como se los desee denominar) y el rico pero disperso (aún) campo de las intervenciones artísticas comunitarias y locales. ¡Bienvenida la cultura del siglo XXI! Integrada, integradora, colorida y entretenida a la vez.

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  2. Muchas gracias por empujar más allá la reflexión con tu alumbradora columna, Arturo Navarro. Es la potencia de las ideas, construcción colectiva, pues tú en alguna sesión del Directorio evocaste el concepto de " la cultura como modo de vida" cuando debatíamos sobre el sustrato que debiesen tener las políticas. Y, efectivamente, como segnala Fernando Ossandón, la actual Encuesta de Participación cultural 2017 se propone ampliar el concepto de cultura, tomando el pulso de los entramados comunitarios y sus prácticas culturales propias. Ello, a través de 23 estudios de caso cualitativos, que complementan el cuestionario. Un cálido saludo a ambos

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  3. Gracias a ambos por los aportes, sin dudas complementario del planteo del artículo.

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