04 agosto 2017

ESTA RARA CALMA EN EL CAMPO DE LA CULTURA



Agosto es mes de muchas celebraciones. Una de ellas, que se hace tradición, es la realización de la Convención Nacional de la Cultura -esta vez será en Arica- que está fuertemente incorporada en el proceso en curso de elaboración de las políticas culturales 2017-2022. Este hecho no es ajeno a esa calma que reina en el sector, que lo diferencia de muchas áreas que han sido estremecidas -como las pensiones, la salud, la educación... a qué seguir- que ocupan muchos titulares de prensa y encienden el debate político de este año electoral. Analizar lo que ya se hizo quizás ayude a entender por qué.


Cuando, en 2003, se creó el Consejo Nacional de la Cultura se tuvo buena cuenta que fuese una institucionalidad participativa, con espacios para la ciudadanía y el sector privado y con diversidad de consejos -sectoriales, regionales y nacional- que estuvieran permanentemente evaluando el desarrollo de las políticas culturales.


En sus casi quince años de existencia el Consejo ha ido enfrentado las aristas que podrían generar controversia, como por ejemplo las transferencias directas de recursos a iniciativas que no eran susceptibles de concursar, como la infraestructura local y regional, las orquestas regionales, las instituciones colaboradoras y otros. Ello, como respuesta a quienes hablaban -exagerando, por cierto- de fondarización de la cultura.

También se inició, con seriedad y persistencia, la renovación de las políticas culturales que llegaban a su tiempo de hacerlo. Conservando el feliz diálogo entre la participación desde los territorios y la sistematización -siempre enriquecedora- del área encargada de estudios del Consejo.

Se fortaleció la presencia internacional de nuestra cultura en acabada coordinación con las instancias del Ministerio de Relaciones Exteriores como son la DIRAC, Pro Chile y los devotos agregados culturales, entre los que Francia, Argentina, Perú destacan con luces propias.

Chile ha estado cada vez más presente en bienales de arte y arquitectura, festivales de cine, entidades de excelencia como el CERLALC y la IFACCA llegando a ocupar posiciones de liderazgo en ellas.

No se ha detenido el trabajo en patrimonio inmaterial, pueblos indígenas -consulta incluída- donaciones culturales y escuelas de rock, por mencionar sólo algunas áreas.

Con altos y bajos, se ha mejorado las relaciones de la autoridad con los funcionarios que esgrimen peticiones que -en algún grado- podrán resolverse con el nuevo Ministerio. 

Se ha perseverado en la edificación de infraestructura en todo el país, llegando a justificarse algunas imperfecciones, como la ocurrida en el flamante centro cultural de Punta Arenas, justamente en la ausencia de una coordinación con la fuerza de un ministerio desde la cultura.

Se ha cumplido, con creces, la promesa de orientar fondos concursables a tareas nacionales de envergadura como ocurrió con el año de Violeta Parra, culminado en el maravilloso Teatro Colón de Buenos Aires, que dejó incluso en mal pié a otras entidades, como TVN, que no estuvo inicialmente a la altura del homenaje. Es esperable que el próximo tema elegido: los Derechos Humanos, tenga una suerte similar.

Se ha profundizado la política de Premios en diversas áreas, con lo que además de galardonar a quienes lo merecen, demuestran que el CNCA está perfectamente en condiciones de asumir con dignidad la tarea de participación en los Jurados de los Premios Nacionales de Artes que le entrega la nueva ley de Ministerio.

En este mismo empeño legislativo, se está llegando, en plazo y con avances notorios a tener muy pronto -quizá agosto- la nueva Ley aprobada por el Parlamento.

Ella, avanza sustancialmente en reparar la deuda que dejó la ley que creó en CNCA, dejando fuera de ella a la DIBAM y el CMN. Ahora, ambos estarán, junto al CNCA, bajo un solo paraguas, en un Ministerio y existirá una autoridad que resuelva las duplicidades y descoordinaciones que pudieran producirse.

Incluso, el debate legislativo permitió dejar en evidencia futuras posibles modificaciones, en especial en lo que a mantener separados -en subsecretarías diferentes- el Consejo Nacional del Libro y la Lectura y las bibliotecas públicas no patrimoniales. En contrapeso, se ha desarrollado también un Plan de Lectura que ha hecho pasar inadvertida dicha separación y ha llegado a tener importantes reconocimientos internacionales.

En esta evaluación no puede quedar ausente el empeño que el conjunto de servicio públicos involucrados y la corporaciòn privada que lo gestiona, hacen por terminar a tiempo la gigantesca sala del Centro Cultural Gabriela Mistral que, junto con el nuevo Ministerio, ocuparán los primeros lugares cuando se trate de ponderar la obra del actual gobierno.

Pero, lo cierto es que lo menos y lo más visible no es ajeno a un trabajo del Ministro Ernesto Ottone, la Sub Directora del CNCA, Ana Tironi, y sus equipos establecidos mayoritariamente en Valparaíso y Santiago pero que se despliegan por todo el país.

La rara calma que reina en un campo que podría ser explosivo se debe en gran parte a ellos.

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