Parece ser un tema recurrente, no por ello menos relevante. ¿Es mejor que los creadores reciban dinero a través de sociedades recaudadoras gobernadas por ellos mismos, con los riesgos que ha develado la reciente crisis de la SCD? o ¿es mejor que quienes asignen los recursos sean completamente diferentes a los beneficiados por ellos, como ocurre con los Fondos Concursables del CNCA? Hay también una tercera vía: la explorada ya más de dos décadas por el Centro Cultural Estación Mapocho: que sean actividades de gran público en las áreas de entretención, formación o industrias culturales, los que generen ingresos que se asignan a actividades culturales y artísticas que pueden desarrollarse gratuitamente o sólo con costos básicos.
El debate fue intenso durante la década de los noventa y se optó mayoritariamente por la fórmula británica de que el Estado provee los recursos y un ente a cierta "distancia de brazos" de los gobiernos, lo asigna. Así nacieron los Consejos sectoriales de aquellas áreas que constituyen industria, y el Directorio Nacional del CNCA, con tan buen resultado que hoy están todos en pleno proceso de actualización de sus políticas y a nadie se la ha ocurrido volver atrás en la manera de asignación de los recursos. Por el contrario, la Ley que crea el Ministerio de las Culturas propone dietas para los consejeros que se ven obligados a guardar distancia de los concursos que asignan fondos.
Podemos afirmar que el modelo se ha consolidado, no obstante, los creadores y particularmente la SCD han insistido en mantener una forma de gestionar los derechos de autor ajena a esta exitosa norma. Es lo que subyace a la crisis en la que consejeros acusan a otros consejeros de beneficiarse de los lugares que ocupan, en los cuales pueden acceder a información privilegiada que se traduce en un incremento de sus ingresos. Exactamente lo mismo ocurre por enésima vez en le SGAE de España donde creadores con información privilegiada descubrieron la fórmula de exhibir en TV, de manera reiterada y de difícil control, sus propias creaciones publicitarias musicales, sólo que a las dos o tres de la madrugada. Como los derechos son generados simplemente por publicación y no por audiencias, las faltriqueras de los jinglistas beneficiados, crecían en proporción inversa a sus tele audiencias.
Parece difícil que el tema se resuelva sin tener a la cabeza de la institución que asigna, las sociedades de derechos de autor, un Directorio -ad honorem- por sobre toda sospecha que, entre otras cosas, no esté integrado por nadie que pudiera ser beneficiado. Me inclino entonces por instituciones que designan a sus representantes conforme a ciertos parámetros, como la Universidad de Chile -que ya tuvo a su cargo la Oficina del Pequeño Derecho de Autor- corporaciones y fundaciones culturales de larga data y sin fines de lucro, el Instituto de Chile, la asamblea de Premios Nacionales. En síntesis, instituciones culturales permanentes de la República.
Es lo que ocurre, por ejemplo, con el Centro Cultural Gabriela Mistral, el CCPLM y tantos otros en todo el país que han seguido el modelo, estrenado en 1990, por el CCEM.
En este último se desarrolló, el 5 de julio, la Convención Nacional de Cultura de la Región Metropolitana que tuvo más de 300 inscritos y que ocupó cinco salas en los segundos pisos y la subterránea Sala de las Artes -a la que pertenece la foto inicial- mientras en la gran nave estaba desplegada la muestra Dinosaurios y dragones que se espera -como ocurre ya desde hace 20 años con las exposiciones dedicadas a los escolares en vacaciones de invierno- contribuya fuertemente a sustentar actividades de interés público como, por ejemplo, la que elabora las políticas culturales de la región.
Pero no sólo ello, el mismo día, cuando los exhaustos delegados se retiraban satisfechos de su labor, el Centro Cultural inauguraba tres muestras de artes visuales de acceso gratuito y montaje financiado por él, que consideraban tanto el XII Salón Nacional del Arte de la Acuarela Ricardo Anwandter, creado en 1994 por el centro Cultural El Austral de Valdivia, como dos exposiciones seleccionadas por el calificado jurado que año a año programa las salas Bicentenario y Lily Garafulic: La línea aparente, de la pintora María Jacinta Silva, y Representaciones de la fotógrafa Paloma Sagüez, que recordó, emocionada que exponer en el CCEM era una antigua aspiración, desde que visitaba las exposiciones del centro cultural, vistiendo uniforme escolar.
Estas muestras que permanecen abiertas un par de meses son una manera de ofrecer también un plácido acceso a las artes visuales a quienes, en gran número, asisten a disfrutar con dragones, dinosaurios y otras actividades de gran público que completan la programación del Centro Cultural Estación Mapocho.
Quizás de esos niños y niñas de Maipú o de centros del Sename que asistieron invitados a la inauguración de los Dinosaurios... van a surgir otras Palomas Sagúez. No lo sabemos, lo que sí podemos afirmar es que decenas de miles de escolares recordarán sus vacaciones 2017 como aquella que visitaron un hermoso monumento nacional donde pudieron sacar a pasear su ardorosa imaginación.
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