Entre una sesión y otra de estudio en particular, en el Senado, de la Ley que crea el Ministerio de las Culturas, el CNCA se dio tiempo para poner la iniciativa legal en contexto. Diacrónico y sincrónico. En lo primero, se recurrió a los tres hitos de la breve historia de la institucionalidad cultural que siguieron a la dictadura militar: los cabildos culturales, la creación del Consejo y la propuesta de Ministerio. Actuaron como ponentes, respectivamente Claudio Di Girolamo, Agustín Squella y Ernesto Ottone. En lo simultáneo, se recurrió a expositores de América Latina -Brasil, Argentina, México, Colombia, Paraguay y Uruguay- mientras de Europa se miró solo hacia Francia y Alemania.
En lo local, se dio cabida además a experiencias puntuales como la Conchalí Big Band, la Consulta Indígena, la gestión patrimonial de DIBAM, el Museo de la Solidaridad, la experiencia vivida por la anterior administración comunal de Providencia y las migraciones.
Fue un esfuerzo ordenador del Departamento de Estudios del CNCA que cumplió el objetivo de reunir expresiones, muchas sabidas, que de alguna manera tributan -o debieran hacerlo- al proyecto que ocupa a la Comisión de Educacion y Cultura del Senado chileno.
Di Girolamo, con su habitual encanto, medio expuso y medio presentó audiovisuales relacionados al trabajo participativo de los llamados cabildos culturales que, hasta 2003 y por casi 7 siete años, animaron al mundo de la cultura y sembraron fundaciones para una institucionalidad participativa como el CNCA. Habría sido incomprensible que luego de tales manifestaciones se encapsulara a las artes en un ministerio.
Agustín Squella, con su habitual talante de profesor y filósofo, mostró, una vez más, las bases conceptuales que dieron solidez al Consejo establecido desde 2004. Luego, el Ministro Ottone, en un tono coloquial detalló lo difícil que resulta instalar un Ministerio, no sólo por el proceloso escenario político, sino por lo complejo que es conservar las condiciones vinculantes de las políticas que determina el actual Directorio del CNCA. Confesó que nada habría sido posible sin los procesos encabezados por sus antecesores en el uso de la palabra y tantos otros que, desde 1990, bregan por una institucionalidad cultural en Chile. Incluso, fue más allá y recordó la tradicional frase de José Balmes que, durante el segundo gobierno del general Carlos Ibañez, estaba seguro que entonces era el momento para dicho organismo.
Optimista, Ottone confidenció que, gracias a la triunfal experiencia del CNCA, se instalarán instancias participativas en todos los ministerios, aunque "todavía no vinculantes". Esta sola cuestión mas que justificaría la existencia del Consejo y los esfuerzos por conservar tal condición en la nueva estructura.
El conferencias alemán, Christian Esch recordó que "en Alemania no existe sistema nacional de Cultura, sino que cada estado federal tiene su sistema" mientras el francés Bertrand Legendre reiteró que en su país "el gobierno central legisla en cultura y los gobiernos locales ejecutan". Dos aspectos a considerar.
En lo nacional, José Ancán, del departamento de Pueblos Indígenas del CNCA, puso en la mesa la antigua desconfianza de los pueblos originarios en las legislaciones pues han visto tanto avances como retrocesos legislativos en muchos años. Sin embargo, reconoció la relevancia que tuvo la Consulta Indígena reciente, en la que se volcó "el CNCA completo, con todos sus funcionarios" y que acaba de verse publicada, en un texto consolidado de todos sus alcances, en un libro.
El ponente del Uruguay, Sergio Mautone, informó que desde 1876, su país tiene una educación "gratuita, laica y obligatoria", causando una enorme envidia entre los participantes. No obstante, su descripción de la situación actual provocó algunas dudas respecto de la baja incorporación del patrimonio y los pueblos originarios en el trabajo habitual.
También recurrió a la historial el solvente expositor mexicano, Eduardo Nivón, que mostró cómo el despliegue de los ejércitos populares de la revolución Mexicana desde el norte al sur, permitió a millares de campesinos que los integraban, conocer las diferentes culturas del país, en lo que se basa probablemente el fuerte respeto que los mexicanos de diversos lugares tienen por sus manifestaciones culturales.
Germán Rey, de Colombia, junto con deslizar una serie de buenos consejos realizó un verdadero panegírico de las políticas culturales y su relevancia, señalando que más que de gobiernos o de Estado, son capital simbólico de una nación.
Con ese reforzamiento de la relevancia que tienen instancias de debate como ésta, los asistentes no lograron dimensionar en toda su magnitud el lamentable final que tuvo el trabajo patrimonial barrial de la Municipalidad de Providencia durante la alcaldía de Josefa Errázuriz, que alcanzó niveles notables según expuso Marisol Saborido, una de sus responsables.
Con ello, quedó en evidencia lo inconveniente que es aplicar políticas culturales -por buenas que estas sean- sujetas a los vaivenes electorales y por ende a los cambios de la autoridad política.
Nos fuimos del seminario con la convicción de que, en el exterior o en Chile, en la actualidad o en el pasado, una política cultural debe ser estable y para que ello ocurra, las instancias participativas bien consolidadas en corporaciones o fundaciones, son indispensables.
No es un mal resultado.
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