"Sólo podía dar noticias internacionales, pero el ingenio de un grupo de periodistas lo hicieron posible: eran, con una pluma exquisita, un dolor de cabeza para la dictadura. Cerrada o clausurada, ahí estaba de nuevo con Pinochet en cuerpo de guagua, de monaguillo, de trutruquero, de chimpancé, de cura, de Luis XIV, de Mona Lisa. Un manjar que no se ha vuelto a saborear", escribió el 27 de agosto del 2001, el periodista Julio César Rodríguez, en Primera Línea.
Decir APSI -continuaba Rodríguez- es decir irreverencia, ironía, redacción impecable, artículos de lujo. Decir APSi es decir picardía, ingenio, tozudez, pasión. Aún recuerdo cuando llevaba una escondida entre los cuadernos del colegio. Se me cayó en la sala en plena clase de inglés. Pasó el teacher (Del Solar era el apellido) y dijo, mirando mi cara de pánico: "guárdela porque después van a ser de colección" y me cerró un ojo.
Muchos años antes de esa anécdota, en 1976 cuando todavía se desaparecían compatriotas, el periodista y sociólogo Arturo Navarro y un grupo de amigos se instaló en calle Matías Cousiño para dar vida al primer boletín de la Agencia Publicitaria de Servicios Informativos (por eso el nombre APSI). El Vicario de la Solidaridad, Cristián Precht había conseguido siete mil dólares en Bélgica para empezar el proyecto. La finalidad era darle otra mirada a la sesgada información sobre política mundial que había en ese minuto en el país.
No partió como revista en sus inicios. "Navarro dirigía y coordinaba. El español Rafael Otano era el editor. El norteamericano John Dinges, corresponsal del Washington Post, que después se hizo famoso con su libro Asesinato en Washington (sobre la muerte de Orlando Letelier), las oficiaba como diagramador. El chileno Carlos Catalán ejercía como analista en política internacional. El gerente, Eduardo Araya, coordinaba un equipo de suscripciones de dos personas. Había además un junior -el famoso Helios Felipe- y una eficiente dactilógrafa de la cual posteriormente hubo que prescindir cuando se supo de sus amistades con gente de la DINA: eran épocas de ineludibles miedos y paranoias", señalan Pablo Azócar y Francisco Mouat en una suerte de autobiografía de la revista, publicada en diciembre de 1989.
Rafael Otano, uno de los fundadores, señala que en 1976 "hicimos el primer boletín en una imprenta de pedal. Lo hacíamos por servir a una causa, por una convicción que también era moral. Cobrábamos nada, era un voluntariado. Yo no me pude quedar mucho, después de siete meses volví a España". Este tipo de impresión que relata Otano, duró los primeros tres números. El propietario de la máquina era José Sanfuentes, que aún no ingresaba al Partido Comunista.
Eduardo Frei Montalva fue uno de los suscriptores iniciales, claro que se fue cuando supo que los democratacristianos no figuraban en el proyecto. El MAPU estaba en la primera línea pero también abandonó cuando vio que las noticias sólo podían ser internacionales. "Cabe la sospecha de que fue para mejor", escribe la revista en 1989.
Así, Jaime Vicente, gerente de la imprenta Alfabeta, aceptó desde el cuarto número que no se le pagara totalmente la impresión y que los costos se acumularan durante años, como deuda. Del número 1 al 70 no figuraban, ninguna quincena, en los quioscos. Dinacos censuraba a APSI antes que sus contenidos cayeran en manos de los 500 suscriptores. En junio de 1978, cuando la revista tambaleaba, el director de APSI conversó con Luciano Vásquez, director de Dinacos, y le pidió formalmente el permiso para que la revista tratara temas nacionales...
Hasta allí parte del texto de Rodríguez.
Lo que siguió es conocido, la revista nunca recibió el OK de Luciano Vásquez y sus editores decidieron ir publicando paulatinamente textos sobre la actualidad nacional, que recibieron sistemáticamente el reproche de la censura a través de citaciones al entonces Edificio Diego Portales, piso 16, desde dónde un sociólogo de apellido Garmendia amonestaba al Director de APSI y a la vez intentaba inocularle el virus de la auto censura, que era la enfermedad de moda en la prensa de esos tiempos y que contagió a muchos.
Lo que no logró el censor, ni los jueces más adelante, lo consiguió el retorno de la democracia. Junto con APSI dejaron de aparecer, en los noventa, revistas como Cauce, Hoy, Análisis y diarios como Fortín Mapocho y La Época.
Cuando se cumplen 38 años desde que se fundó APSI, la primera publicación creada -en 1976- bajo la dictadura y sus reglas, es bueno recordarlo.
Para que no nos inunde la nostalgia. O para que nos cubra completamente.
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