21 abril 2014

INCINERACIÓN


Hace diez años, en 1986, una ignominiosa pira puso a Valparaíso y a Chile en las portadas de la prensa mundial. Su contenido: quince mil ejemplares del libro-reportaje del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez llamado “Miguel Littin clandestino en Chile”. 

La inaudita orden la despachó el jefe de Zona en Estado de Sitio, almirante Hernán Rivera Calderón. La cumplieron funcionarios de Investigaciones, a pesar de las múltiples gestiones del consulado de Colombia en Chile y la editorial Oveja Negra para que los libros -prohibidos después de que su importación fuera autorizada- fueran reexportados.

Tampoco fueron escuchadas las protestas de la Cámara del Libro ni de los pocos chilenos que en ese tiempo -plena dictadura- se preocupaban de la libertad de expresión.

Definitivamente quedó, para quienes lo hicieron, el oprobio de haber incinerado, a fines del siglo XX, la obra de un Premio Nobel y para quienes debimos padecerlo, la firme esperanza de que -como país- habíamos aprendido la lección y algo semejante de ningún modo volvería a ocurrir.

Con estremecimiento, he leído en la prensa que se planea incinerar toneladas de revistas calificadas de pornográficas, en una truculenta historia que también comenzó en Valparaíso, que parece estar bajo una especie de zona en estado de sitio espiritual.

Creo que retornar a las piras es el peor camino. ¿No podemos los ciudadanos mayores de edad decidir lo que leemos? ¿Desconfían las autoridades espirituales de la formación que, a través de escuelas, colegios, universidades, medios de comunicación, ellos mismos entregan a la población?

Encomendarse a determinados censores que vigilen lo que podemos ver, escuchar, mirar o leer provocará una mayor relajación de las costumbres pues los criterios individuales para discernir lo que es correcto y lo que no, terminaran por atrofiarse.

Espero que poderes tan terrenales como la justicia y la autoridad política tengan sensatez para evitar tan infernales prácticas. En ello, sin duda, pueden contar con el apoyo de la ciudadanía.



Esta columna fue publicada, con similar título, por La Tercera, el 10 de julio de 1996. La imagen que la ilustra pertenece a El Mercurio de Valparaíso del 25 de enero de 1987, cuando se dio a conocer la noticia en Chile, casi dos meses después de que ocurriera, el 28 de noviembre de 1986.

15 abril 2014

"CUESTIONES PREVIAS" DE UN MINISTERIO DE CULTURA





El Consejo Nacional de la Cultura ha convocado a una Consulta Ciudadana para escuchar a quienes se interesen en opinar respecto de la promesa, incluida en el programa de Gobierno de Michelle Bachelet, de crear un Ministerio de Cultura y Patrimonio. A diferencia del proyecto presentado por la administración anterior, que no formaba parte de las promesas de campaña, ésta iniciativa reviste la legitimidad del voto y a la vez sugiere algunas "cuestiones previas" a entrar al debate al que ha convocado la Ministra Claudia Barattini.

Las promesas del programa cultural de Piñera, en el plano legislativo, fueron tres:
1. Perfeccionar la Ley de Monumentos Nacionales con el fin de transformarla en un instrumento efectivo de preservación, estableciendo mecanismos de compensaciones para los propietarios de inmuebles patrimoniales, así como para las donaciones específicas para monumentos nacionales de propiedad privada, esto por medio de incentivos tributarios y aportes directos del Estado, entre otros instrumentos.
2. Mejorar la Ley de Donaciones Culturales, tanto en el acceso como en la simplificación de su funcionamiento, ampliando su alcance pero también sancionando a quienes abusen de ésta, y
3. Crear la Ley Bicentenario con incentivos tributarios a la donación a obras bicentenario.

El resultado fue que se cumplió sólo la segunda promesa. Además, es necesario recordar que se detuvo el trámite del proyecto de Instituto del Patrimonio que había enviado Bachelet en su primer mandato y se envió, con premura y poca participación, un proyecto de Ministerio que será sustituido por la nueva administración de Bachelet.

De cara a esa sustitución, surgen algunas reflexiones previas, que propongo considerar:

1. Profundizar la participación. No es razonable retroceder en este plano. Si el Consejo Nacional de la Cultura asentó en la legislación pública chilena la posibilidad de una entidad con rango ministerial que fijara sus políticas con participación de la sociedad civil, hay buenas razones, en tiempos de la participación ciudadana, para que el eventual nuevo ente mantenga sus instancias de participación e incluso, las profundice.

2. Establecer nuevos vínculos sectoriales con áreas que no estaban en la agenda. Cuando se creó el Consejo Nacional de la Cultura había áreas y temas que no estaban en la agenda de fines de los años noventa. Por ende, es necesario incorporarlas en la nueva entidad. Las más relevantes son la relación de la cultura con la educación, el multiculturalismo y la relación con los pueblos indígenas, la TV digital y las posibilidades que se abren para establecer una relación entre la cultura y el CNTV así como la TV pública. No pueden seguir caminando de espaldas el uno al otro. La TV requiere urgente de cultura y la cultura necesita la divulgación masiva de calidad que la TV puede y debe entregar.

3. Reforzar las atribuciones del Ministerio en diferentes áreas que no existen o son débiles. No es posible imaginar un Ministerio de Cultura que no tenga una voz determinante en aspectos como: la designación de agregados culturales, los premios nacionales en disciplinas artísticas, los programas de estudios de arte y gestión, las obras de arte públicas que lidera actualmente el MOP, los lugares patrimoniales declarados por UNESCO. Un caso especial es Valparaíso y los últimos sucesos han dejado prístinamente claro que la ciudad requiere de una autoridad empapada de su carácter patrimonial y cultural junto con recursos adecuados para su gobierno en esa dirección. Hay ejemplos, como el Historiador de la Ciudad de La Habana.

4. Aclarar la situación de los funcionarios tanto de DIBAM como del Consejo Nacional de la Cultura, enfrentar de manera transparente y eficiente el tema de las tan anunciadas duplicidades y disponer de recursos para indemnizar a aquellos funcionarios que eventualmente aparezcan con funciones duplicadas. Ellos no son responsables del descuido de anteriores autoridades.

5. Distinguir, al momento de reestructurar los servicios actuales públicos, lo que funciona de aquello que no. Hay casos, especialmente en la DIBAM, de actividades sobresalientes que deben ser conservadas y estimuladas. Recientemente hemos tenido noticia positiva del trabajo del Archivo del escritor, de Memoria chilena y de Bilbliometro, por dar sólo algunos ejemplos.

6. Establecer en la legislación relaciones amplias de colaboración con los gobiernos regionales, considerando que son proveedores posibles de recursos para las artes y la cultura y que los Intendentes serán próximamente electos. Se debe crear condiciones para no tener que cambiar nuevamente la Ley cuando ello ocurra.

7. Es evidente que el sector público no es el único actor en el terreno cultural. Hay extraordinarios actores en el mundo de las organizaciones sin fines de lucro, de las organizaciones ciudadanas y gremiales, de las organizaciones de derechos de autor y de las empresas que se acogen a las donaciones culturales. Se deben crear mecanismos inclusivos para mejorar las políticas sectoriales hacia el sector privado y sin fines de lucro.

8. Un deterioro de los consejos sectoriales se ha atribuido al hecho de que sus integrantes no pueden acceder a los fondos concursables. Para mantener el necesario buen nivel de las representaciones allí establecidas, se debe estudiar estímulos económicos o dietas por formar parte de los consejos y Directorio.

9. Es un pendiente desarrollar una política de premios y estímulos culturales chilenos a connacionales y extranjeros. Debe existir una coherencia entre los premios nacionales, los de los consejos sectoriales, los premios Presidente de la República, la Orden al Mérito Cultural Pablo Neruda, los Tesoros Humanos Vivos, el Haz tu tesis en Cultura, entre otros.

10. Finalmente, la gran diferencia con lo existente debe estar dada por la comprensión de la cultura como un derecho al cuál deben tener acceso todos los ciudadanos. Si ello no se logra, no valdrían la pena ni este debate ni aquel posible Ministerio.

Si las condiciones legislativas no permitieran satisfacer en gran parte estos aspectos, siempre queda la opción de reflotar el Instituto del Patrimonio y perfeccionar las atribuciones del Consejo Nacional de la Cultura. En el trámite legislativo, siempre, hay mucho paño que cortar. 
Y la participación es un buen comienzo.  

14 abril 2014

VALPARAISO: UN MIEDO INCONCEBIBLE A LA POBREZA


"Porque no nací pobre y siempre tuve un miedo inconcebible a la pobreza", palabras proféticas del Gitano Rodriguez con que comienza su canción-poema a Valparaíso. "Los pobres no eligen dónde vivir", palabras de un ciudadano porteño luego del devastador incendio que comenzó el 12 de abril de 2014. Un drama en dos frases. Más que mil imágenes.


Valparaíso ha vivido siempre en armonía con el mar. Fue emplazado como puerto y nunca éste le ha jugado una mala pasada. Fueron los hombres quienes, desde el mar, lo bombardearon, fueron hombres quienes lo hirieron -nunca de muerte- con la construcción del Canal de Panamá. Son hombres los que toleran que ciudadanos, chilenos como ellos mismos, se establezcan en sitios improbables como vivienda.

El mar le ha entregado sus héroes como Prat y los suyos, como los voluntarios de bote salvavidas, como tantos náufragos que han llegado desprovistos de todo y se han quedado, porque en Valparaíso se aprende, se respira el respeto al mar. Junto a su borde hay bodegas, equipamientos portuarios, bancos, caletas, tribunales de justicia... Pero nunca viviendas. El porteño gusta de amanecer mirando el mar, a la distancia, con perspectiva y respeto. Su borde es para trabajar, nunca para descansar. Por ello, suena extraño tanto ensayo de tsunami y ningún ensayo de incendio catastrófico. Quizás porque el incendio estaba históricamente controlado por la lluvia y eficientes compañía de bomberos, vinculadas a las colonias inmigrantes, que daban la tranquilidad al reposo de los porteños en sus cerros.

Los cementerios también están en los cerros porque allí está el descanso. Estaba, hasta que llegó esa pobreza tan temida por Rodriguez. Esa pobreza que comenzó a ocupar aquellos espacios que la ciudad no contemplaba, que fue estimulada por la ausencia de planificación urbana y la codicia de su voto. Que fue ignorada por autoridades que no distinguen entre vivir en un plano o vivir en una quebrada.

Allí estaba la pobreza, instalada, arrastrando la ciudad al abismo, cuando comenzaron algunas reacciones para recuperar el puerto deteriorado por el crecimiento de otras instalaciones portuarias y el abandono de sus elites. Así se resolvió, improvisadamente, trasladar el Congreso Nacional, sin raíces ni planificación alguna.

Más sólida, vino luego la política explícita del Plan Valparaíso, la declaración de Patrimonio de la Humanidad, la instalación del Consejo Nacional de la Cultura con sede incluida, la designación de cien Embajadores de la ciudad en Chile, la recuperación de la ex cárcel para centro cultural, la restauración del Museo Baburizza... parecía que el siglo XXI comenzaba promisorio para Valparaíso.

Nuevamente los hombres dieron la espalda a estas medidas iniciadas por el Presidente Ricardo Lagos. Un patrimonio, cualquier patrimonio, requiere una gestión, una autoridad, una modesta fundacion que lo administre y guíe. No ha ocurrido y los mismos hombres planearon centros comerciales en el borde costero, no dieron recursos para cuidar el área patrimonial, establecieron lujosas oficinas del Consejo Nacional de la Cultura  en Santiago y ahora aparentan escuchar las voces que vienen desde UNESCO.

Afortunadamente, hay otros hombres -y mujeres sin duda- que como resume maravillosamente Agustín Squella "no vamos a renunciar a Valparaíso".

Como no renunciaron quienes padecieron el terremoto de 1906, como no renuncian quienes, a pesar de incendio, sólo piden apoyo para comenzar de nuevo.

Porque una ciudad como Valparaíso alimenta el alma y ésta, sobrevive al infierno.


08 abril 2014

¿CUANDO SE JODIÓ EL LIBRO, ZAVALITA?

Hace 20 años, nadie dudaba que el libro y la literatura ocupaban un lugar de privilegio no sólo entre las artes sino también en la formulación de políticas culturales que más temprano que tarde beneficiarían a otras industria culturales y  a la cultura en su conjunto. El panorama actual no es promisorio. El libro ya no es un sector de propuestas, no es más un área de liderazgo en políticas culturales sino un vagón de cola sin impacto. Algo pasó y recurriendo a una imagen literaria -como impenitente defensor del libro y admirador de Vargas Llosa- pregunto ¿Cuando se jodió libro en Chile, Zavalita?


Aunque cueste creerlo, ello no aconteció en dictadura. Si bien el gobierno militar tiene a su haber grandes quemas de ejemplares y la dantesca pira de 15 mil libros de García Márquez en Valparaíso. Ante tales despropósitos, el mundo del libro reaccionó con fuerza, dignidad y unidad. La Cámara del Libro fue la sede de las denuncias del incendio de los ejemplares de Oveja Negra y su Presidente, Rodrigo Castro, el vocero en la prensa universal del hecho, hoy debidamente registrado entre los horrores que alberga el Museo de la Memoria.

Entonces, el mundo del libro presentaba anualmente una digna feria delante del Museo de Arte Contemporáneo, escoltada por decenas de artesanos que mostraban sus obras al público lector. En esas mismas arboladas calles de tierra del Parque Forestal se forjaron proyectos como la Ley del Libro o la conversión de la abandonada estación Mapocho en centro para la cultura. Allí clamaban por libertad desde Enrique Lafourcade, José Luis Rosasco, Pablo Hunneus hasta las combativas periodistas Patricia Verdugo, María Olivia Monckeberg, Mónica González y Patricia Politzer.

En las sesiones de directiva de la Cámara del Libro se levantaban voces de editores que clamaban por un mundo editorial diverso y universal. Jorge Barros, Ernesto Corona, Pío García, José Cayuela, Eduardo Castro, Arturo Infante y el sacerdote Juan Bagá se contaban entre aquellas lucidas expresiones. Sabían que estaban liderando un movimiento nacional por la libertad y la democracia, en el que el libro jugaría un papel de vanguardia, como en tantas otras gestas de la patria desde su Independencia.

Un escritor como Jorge Edwards fundaba librerías para dar a conocer la producción nacional de todos colores. Muchos libros semi proscritos se presentaban allí, en ocasiones bajo la atenta vigilancia del Grupo Móvil de Carabineros.

El diario La Época inauguró un Suplemento Literatura y Libros, que sería posteriormente imitado por El Mercurio, desde allí llegaron los mensajes de Isabel Allende, Pepe Donoso, Nicanor Parra, Luis Domínguez y tantos creadores que seguían vibrando con Chile y su destino literario.

El mismo Donoso y Antonio Skármeta presidían sendos talleres literarios que se convertirían en el semillero de las nuevas generaciones, algunos de los cuales -Alberto Fuguet, Pablo Azocar- alcanzaron a ser editados antes del fin de la dictadura en señeras colecciones alentadas por el editor de Planeta Ricardo Sabanes, que tenía línea directa con los señalados talleres en los que hacia sus primeras letras Ágata Gligo, Arturo Fontaine, Fernando Sáez, Carlos Franz, Gonzalo Contreras, Sergio Marras, Rafael Gumucio, entre otros.

A poco de retornar la democracia, la pantalla de la TV pública generaba admiración mundial por la exhibición de El Show de los libros, iniciativa de uno de sus ejecutivos, Eduardo Tironi, concretada por un inspirado Skármeta, el sabio Mariano Aguirre y productoras externas al canal.

Lo expresado hablaba de un sector editorial compacto, pero diverso, que avanzaba con determinación hacia un objetivo que se cumplió en 1993, la Ley de Fomento del Libro y la Lectura. Esta legislación, la primera en el ámbito de la industria cultural, que sería replicada por la música y el audiovisual, sirvió también de ensayo modular para la más abarcativa ley que diez años después crearía el Consejo Nacional de la Cultura.

Fue el año de oro para el libro: el propio Ministro de Educación, autor de ensayos y narrativa, Jorge Arrate, presidió la primera versión del Consejo Nacional del Libro mientras Presidentes de la República se hacían representar en él por destacados escritores como Guillermo Blanco, Alfonso Calderón o Jaime Quezada. Por primera vez, escritores, editores, bibliotecarios, profesores, rectores universitarios, servicios públicos como la DIBAM se sentaban en una misma mesa a fijar las políticas del libro en virtud de una Ley novedosa que creaba un Fondo de Fomento  del Libro y la Lectura, equivalente a los montos que el Estado recibía por concepto del IVA al libro; éste debía ser asignado por el señalado Consejo a proyectos de fomento lector, creación de bibliotecas, compra de ejemplares además de conformar los más sustanciosos premios del país  para autores de narrativa, poesía, ensayo y dramaturgia.

Por sí fuera poco la ley aprobada en 1993 agregaba al Consejo de Editorial Jurídica un representante el Ministerio de Educación, con el objeto de reforzar el sello Andrés Bello que complementaba el ingente trabajo de edición de libros jurídicos de la casa editora de derecho público.

Ese mismo año, la Municipalidad de Santiago convocó el primer premio iberoamericano de primeras novelas, ganado por el colombiano German Santa María por su obra No morirás (Andrés Bello, 1993), otorgado por un jurado internacional que engalanaban la brasileña Nélida Piñón y el argentino Eduardo Gudiño Kiefer.

La Feria Internacional del Libro se celebraba cada vez con más público en el nuevo Centro Cultural Estación Mapocho que se establecía aceleradamente en la antigua estación de ferrocarriles, que sería inaugurado por el Presidente Aylwin a poco comenzar el año 1994. Editores y escritores celebraban con razón el hecho que gracias a su persistente lobby iniciado en las ferias del Parque Forestal, se había logrado que el gobierno de Chile asignara -aprobación parlamentaria mediante- mas de diez millones de dólares para remodelar el espacio y dar así una casa digna a la feria del libro y otras manifestaciones artísticas y culturales.

En esos mismos años de restauración, el viejo terminal ferroviario recibió en su hall y plaza a Letras de España, una maciza muestra de la producción editorial hispana durante los 25 años de democracia post franquista que envió el gobierno de Felipe Gonzalez para celebrar a la naciente democracia chilena. Veinte escritores que se desplegaron por el país luego de sus encuentros y charlas en el Centro Cultural Estación Mapocho, ocho mil ejemplares de libros donados al municipio de Santiago después de su exhibición y cinco gigantescas mesas redondas que acogieron a los lectores que llegaron en decenas de miles a Letras... fueron parte del legado de esa masiva presencia del libro español.

Fueron años en que por primera vez Chile presidió el Consejo del CERLALC, centro regional para el fomento del libro en América Latina y el Caribe, dónde tuvo un valioso intercambio de experiencias con UNESCO y otros países de la región, que se tradujo en relevantes aportes a la redacción de nuestra ley del libro.

Después de los años dorados 93/94 vinieron algunas cumbres como la irrepetida visita a la FILSA de una premio Nobel. Como aconteció en 1998 con Nadine Gordimer, escritora sudafricana que encabezó el encuentro Escribiendo al Sur del Mundo, un aporte a la feria organizado y presidido por el Embajador de Chile en ese país Jorge Heine, secundado por el escritor Ariel Dorfman. O en diciembre de 1999, cuando Chile fue por primera vez invitado de honor a la feria de Guadalajara y constituyó una delegación variopinta de escritores desde Jodorowsky a Gonzalo Rojas y Nicanor Parra junto a plumas emergentes como Eliucura Chihuailaf, Gonzalo Contreras, Carlos Cerda, Jaime Collier, Pedro Lemebel, Roberto Bolaño, Luis Sepúlveda, Marcela Serrano, Antonio Gil... Mientras entre el público que se sumó palpitaban las futuras plumas de Pablo Simonetti y Carla Guelfenbein. 


Dos hitos imposibles de soslayar fueron BiblioMetro y BiblioRedes, iniciativas de colaboración entre el sector público y empresas o fundaciones privadas que, como Metro y la fundación Bill y Melinda Gates apoyaron una extensión inédita del sistema de bibliotecas en los andenes del subterráneo de Santiago y agregaron la novedad de la computación, conexión en red incluída, a remotas bibliotecas de todo el país. Incluso, la entonces directora de DIBAM, Clara Budnik, llegó a establecer una Corporación Leer que reunía empresarios privados con gestores públicos para seguir apoyando los esfuerzos por difundir la lectura. 

Sólo un par de proyectos de infraestructura bibliotecaria, muy queridas desde la época dorada y concretadas a inicios del siglo XXI, quedaron como testimonio: las bibliotecas de Santiago y de Coyhaique.


Después vino la debacle. El libro dejó paso a la arrasadora televisión primero y la internet después. Sin que se reforzara el libro con políticas adecuadas a este amenazante escenario. Las fotocopias devoran los derechos de autores y editores, muchas veces al amparo de solemnes universidades. Los programas escolares abandonaban la lectura, reinaban los resúmenes de libros y los "rincones del vago" que entregaban literatura pre digerida y descafeinada. El sector editorial fue abandonando la lucha tradicional por profundizar las políticas públicas de lectura, enfocandose en una medida, como es la eliminación del IVA, que depende de la impenetrable autoridad de hacienda. TVN terminó con el exitoso ciclo del Show de los libros, esfuerzo de contrarrestar el tsunami audiovisual desde adentro que logró reconocimientos de UNESCO, la envidia de televisoras de España y un aceptable resultado en términos del nuevo gran jurado: el rating. Editorial Jurídica Andrés Bello cerró sus puertas y Universitaria agoniza.

El libro no vende, es caro y las fusiones de macro editoriales no ayudan ni al precio ni a la diversidad de autores, las editoriales independientes se multiplican y reducen. Las facilidades tecnológicas de impresión colaboran con la falsa consideración de que las alianzas y cooperación son innecesarias. Excesivo ideologismo por una parte y el individualismo reinante por otra estimulan una multiplicación de sellos que olvidaron las coediciones y estimulan el proyecto individual. Alianza dejó de existir como sello y como concepto posible en el sector editorial.

La querellas en el mundo del libro se han multiplicado. Las compras estatales de libros son motivo de polémicas debido al nivel de ejemplares de auto ayuda y no de la calidad literaria de los autores, los fondos concursables son condenados por principio. El mundo del libro que en algún momento, sólo hace un par de décadas, fue vanguardia de las políticas públicas en cultura ocupa discretos lugares frente al protagonismo de músicos, actores o audiovisualistas que empujan sus demandas con entusiasmo y unidad.

En este contexto ¿alguien podría sorprenderse que los chilenos no entienden lo que leen? Más aún, pareciera que a nuestro mundo editorial también le llegó el síndrome de la incomprension de las palabras, de la no interpretación de los signos de los tiempos y de la sordera a la sensibilidad del lector.

Como toda crisis es una oportunidad, quizás el interesante momento actual en que se debate sobre reforma educacional y un futuro Ministerio de Cultura permita al sector recuperar su liderazgo.

¿Hasta cuándo deberemos esperar, Zavalita?


01 abril 2014

EL ANTIGUO Y EFICAZ LENGUAJE DE LOS SIMBOLOS



Así como las piezas precolombinas que enseña el Director del Museo que las acoge encierran enormes significados, la presencia de la Ministra de Cultura en dicho museo, a poco de asumir, entrega símbolos de lo que será su quehacer. Pero no sólo esta visita simboliza, también lo hacen sus acompañamientos a la Presidenta en la inesperada presencia de ella en el GAM y a propósito de la TV digital, en la que apareció además junto al Ministro Secretario General de Gobierno, responsable del tema.


No es una práctica ajena, en cultura al menos. Muchos recuerdan la sorpresa con que fue recibido el anuncio de la creación de un Comité Interministerial que resolvería el futuro del incendiado Edificio Diego Portales, en 2006, que incorporaba entre sus integrantes, además de los ministros incumbentes -Vivienda, Defensa y Bienes Nacionales-, a la Presidenta del Consejo Nacional de la Cultura. Fue una pista del destino que tendría el siniestrado edificio.


El Ministro Roberto Ampuero debutó visitando la iglesia porteña de La Matriz, recientemente restaurada y lugar de casamiento de sus padres. Inició así una gestión signada por lo regional y especialmente por el hecho de gobernar desde Valparaíso.


La Ministra Barattini dio especial prioridad a la designación de las directoras regionales -sólo un hombre integra el elenco- y las estimuló a dar a conocer públicamente sus planes junto con establecer los organismos de participación que manda la Ley del Consejo Nacional de la Cultura. Señal de su preocupación por profundizar el sello regionalizador y el fortalecimiento institucional.

A muy poco andar enfrió el entusiasmo de algunos legisladores por seguir analizando el Proyecto de Ley de Ministerio de Cultura y Patrimonio que presentó el gobierno Piñera señalando que se enviaría una indicación que lo sustituiría. En ello la secundó el Presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara, Guillermo Teillier, anunciando que “La nueva indicación que enviará la Ministra permite establecer un nuevo articulado de la iniciativa que debiera involucrar la mirada de diversas organizaciones culturales y gremiales del área que fueron excluidas. Esperamos que uno de los temas incorporados sea las nuevas propuestas que reconozcan y estructuren adecuadamente la institucionalidad patrimonial en Chile”.


Lo ratificó la Ministra escuchando a la Mesa Ciudadana del Patrimonio, que incluye a la asociación de funcionarios de la DIBAM, ante quienes apoyó la solicitud de ANFUDIBAM de apresurar el nombramiento del Director de dicho servicio, dependiente del Ministerio de Educación.


Por si no fuese suficiente, visitó acompañada de la 
arqueóloga Ángela Jeria, madre de la Presidenta de la República, el museo Pre Colombino, dónde anunció la nueva política de promoción de museos que emprendería el Consejo Nacional de la Cultura. Ello, en presencia del actual integrante del Directorio Nacional del Consejo Carlos Aldunate y de la ex miembro del mismo, Clara Budnik. No se trata de un museo público sino un emprendimiento en el que han tenido mucho que hacer el Municipio de Santiago, la empresa privada y notables gestores del ámbito de las organizaciones sin fines de lucro.

Pero no sólo en Patrimonio sentó sus reales Barattini. También quedó claro que durante este mandato se retomaría la construcción de la sala de dos mil butacas que está pendiente en el GAM. Lo dijo la Presidenta y allí estaba Barattini, quién deberá asumir próximamente la tarea, como Presidenta del Directorio de la Corporación Centro Cultural Gabriela Mistral.

Quizá la señal más novedosa proviene de su anuncio, junto al Ministro Secretario General de Gobierno, Álvaro Elizalde, del inicio de un trabajo de coordinación entre ambas carteras con el fin de materializar un mejoramiento en la oferta televisiva nacional y realizar propuestas específicas en temas como Ley de Televisión Digital, la modernización de TVN y el cómo elevar los estándares de los medios de comunicación chilenos, principalmente de televisión.

Este hecho provocó cierta molestia del Presidente del CNTV que pareció vislumbrar que su organismo pasaría legalmente a relacionarse con el Presidente de la República a través del futuro Ministerio de Cultura y su Directorio Nacional, en lugar del Ministerio encargado de la vocería del gobierno. Lo que a todas luces constituye un avance en independencia y prestigio del organismo máximo de la TV.

Para completar el cuadro, en consonancia con la relevancia de la reforma educacional, Barattini expreso a CNN que: "Estamos muy preocupados de que en las grandes reformas que se vienen, como la reforma educacional, las artes entren y reingresen en los currículos escolares, vamos a trabajar con el Mineduc. Es decir, hablar de derechos ciudadanos en cultura es entender que la aproximación a las artes, a la cultura, es indispensable desde la más tierna infancia y no es solo acceso a espectáculos, acceso a eventos".

Con apariciones públicas muy significativas, Barattini ha rayado su propia cancha: la cultura tendrá mucho que decir en educación, en televisión y en patrimonio.

Sólo después de tales clarificaciones corresponderá legislar.
Legislar y escuchar.
Aunque tome tiempo.