27 enero 2011

LOS SALMONES Y EL PATRIMONIO

En su discurso sobre el estado de la Unión -SOTU, en siglas para twitear State Of The Union- el Presidente Barak Obama recordó uno de sus ejemplos favoritos para demostrar la necesidad de reorganizar el aparato de gobierno: “el departamento de Interior se ocupa de los salmones cuando viven en agua dulce, pero es el de Comercio quien lo hace cuando llegan al mar, y no se sabe quién está al cargo cuando ya están ahumados”. Una sensación similar se experimenta en Chile cuando se trata del patrimonio y que ha quedado una vez más en evidencia con el incendio de la Iglesia Matriz de las Hermanas de la Providencia. Y no precisamente por el desconcierto frente a qué hacer con los enseres ahumados.

Un bombero, activo en la extinción del siniestro, recordó por instantes, el incendio de la Compañía. Y es que a todos los chilenos algo nos ocurre cuando se pierde parte del patrimonio que es de todos. Pero a muchos nos surgen dudas respecto de la capacidad de la institucionalidad vigente en este terreno.

¿Quién es responsable del patrimonio nacional? Como en el ejemplo de los salmones, hay varios: primero, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que tiene atribuciones para fijar políticas en este campo, ha dispuesto recursos para la reconstrucción patrimonial post terremoto, premia a patrimonios vivos y lo hace desde una institucionalidad moderna, participativa, que considera, además, a dos de los mayores expertos en patrimonio del país en su Directorio Nacional; la DIBAM que es un servicio público, que data desde 1929, a cargo de las bibliotecas, archivos y museos, es decir, del patrimonio cultural de todos los chilenos y el Consejo de Monumentos Nacionales, que es responsable de las declaraciones como monumentos o sitios típicos a aquellos bienes no fiscales que lo ameritan.

Los dos últimos dependen del Ministerio de Educación. El primero, tiene una cabeza con rango de ministro que no ha logrado hacerse cargo de la gestión patrimonial a pesar de existir una ley que lo determina y que exige, desde 2004, un reglamento que establezca sus relaciones con la DIBAM, aún no promulgado. Las razones son, como los salmones, diferentes autoridades –de aguas dulces y saladas- que han perseverado en nadar contra la corriente de la modernización del aparato de gobierno.

Hasta que acontece una tragedia, como la señalada, y aparecen los encargados de mitigarla: “Si mañana –dice el comandante del Cuerpo de Bomberos de Santiago, Cristóbal Goñi - una emergencia afecta a la Biblioteca Nacional, hemos establecido procedimientos reactivos destinados a enfrentarla, sabemos exactamente dónde está cada grifo, cada conexión a una red seca o acceso, pero no sabemos qué lugar o que contenido debemos proteger. Es importante que cada institución desarrolle planes de prevención y contingencia que den paso a una adecuada coordinación con bomberos”.

El Consejo de Monumentos Nacionales, por su parte, reconoció que la creación de un protocolo para cada inmueble "Es un tema que no está abordado”.  Es decir, los responsables de los bienes de todos los chilenos no se han hecho cargo de determinar e informar a eventuales rescatistas cuales deben ser las prioridades ante una tragedia. En Chile, un país de terremotos e… incendios.

Doble falta: primero una dispersión de servicios responsables del patrimonio y luego un grave incumplimiento de quienes son contratados para preservarlo.

El Cuerpo de Bomberos señala –como es su misión-  que “priorizó el rescate de personas. No tenemos como prioridad el rescate de enseres u objetos de valor, porque se nos iría de las manos el incendio". A la vez, agrega que “sería imposible tener un protocolo para cada tipo de edificio patrimonial”. Su recomendación es que cada una cree su propio plan de contingencia de rescate, donde se haga un catastro de los objetos de valor y la forma en que podrían ser evacuados en caso de emergencia.

Es decir, rasgos elementales cuando se está a cargo de edificios que pertenecen a todos. Es esta inyección urgente de capacidad de gestión lo que necesitan nuestros museos y bibliotecas. Pero no sólo aquellos que pertenecen al sector público. Otros casos, de propietarios heterogéneos, demuestran que tampoco éstos se ocupan de proteger sus bienes patrimoniales, como ocurre con el Palacio Baburizza de Valparaíso en que su propietario, el Municipio local no se ha podido hacer cargo de su establecimiento pero tampoco ha buscado los socios necesarios para ocuparse de ello ni ha instalado la capacidad de gestión que pueda salir a hacerlo. Lo mismo afecta dramáticamente  a los patrimonios pertenecientes a la iglesia católica que suelen sobrevivir sin mantención y esperando que un milagro los salve de terremotos e incendios. Algo similar amenaza al Parque Cultural de Valparaíso, en plena obra pero aún sin un ente gestor que lo gobierne. Lo que si ocurrió con el recientemente inaugurado GAM que poseía un gobierno colectivo, plural y participativo, antes de estar en condiciones de operar.  

Es posible que signos favorables como la reacción ciudadana ante el proyecto de pavimentar parte del Parque Forestal o el reciente Congreso de Barrios Patrimoniales demuestren que la ciudadanía se está haciendo cargo de proteger lo propio.

Ojalá que las autoridades adviertan esta corriente y no sigan nadando en contra.

Como los salmones.

13 enero 2011

PERFUME DE CONTINUIDAD: PAGANDO LA DEUDA HISTÓRICA

El 12 de enero fue la fecha escogida para que el Ministro Presidente del CNCA entregara la Cuenta Pública de su primer año de mandato. El escenario determinado fue el Palacio de La Moneda, con toda su solemnidad y ritos. Los asistentes, muchos de aquellos mismos - o sus sucesores en el rol que entonces jugaban- que "entraron"  por primera vez a La Moneda bajo la presidencia de Eduardo Frei, en 1997, cuando éste designo a la Comisión Asesora Presidencial  propuso los textos bases para la Ley que creó el  CNCA y  las primeras modificaciones a la Ley de Donaciones Culturales en el emblemático informe "Chile está en deuda con la cultura". Y esa deuda, en la referida cuenta, se continuó pagando.


Primero, el Ministro Luciano Cruz Coke despachó lo realizado para ordenar y reconstruir la casa. Literalmente: superar la impresentable posición DICOM/G en la que encontró el Consejo al asumir y la mucho menos presentable situación en que el terremoto del 27/F dejó a gran parte del patrimonio cultural inmueble del país. Reafirmando, eso sí, que para ello "los Fondos (concursables) no se tocan". Y así fue, sólo se trasladaron de mes "Septiembre es el mes de los Fondos" y anunció su incremento para el 2011, como ha sido habitual desde su creación. Escogió ese mismo mes como plazo para anunciar los esperados cambios a la legislación sobre propiedad intelectual, agregando pistas sobre su espíritu: "Siempre he preferido la zanahoria antes que el garrote", es decir, estímulos a la irradiación de música chilena más que cuotas de transmisión.

Otro anuncio infiltrado entre la Cuenta se refiere al tantas veces predicho cambio de la Ley de Donaciones Culturales, ampliándola a conservación del patrimonio y aumentando el número de donantes y beneficiarios, no sin agradecer el trabajo hasta ahora realizado por Oscar Agüero, secretario ejecutivo del Comité de Donaciones y el primer nombrado individualmente acompañado luego sólo por Ricardo De la Fuente por sus esfuerzos en beneficio dela internacionalización del audiovisual chileno. Ello, en el marco de la preocupación por la industrias creativas en general y del cine en particular que ejemplificó con el Seminario Economía & Cultura que contó con una vasta asistencia de emprendedores culturales y dos o tres grandes de la producción cinematográfica mundial.

Es verdad que uno de los sellos visibles del primer año de Cruz Coke ha sido su preocupación por la pantalla grande, sin descuidar las escaramuzas por la pantalla chica que se diluyeron en una guerra de "cartas al director" que no ameritó constancia en la Cuenta anual.

Lo que sí consta en el informe anual es el apoyo a espacios culturales activos como Matucana 100, Balmaceda 1215 y el Museo Pre colombino junto a aquellos en vías de gran actividad como los inaugurados 2010 en San Joaquin y Angol y la nunca demás ratificación que la gran sala del GAM comenzará a construirse en 2012 mientras el 2011 sus arquitectos volverán a dibujar sus ambiciosos planos. Todo, en el entorno de los 52 centros culturales que debieran estar terminados el 2015, resultado de la continuidad de la previsora Comisión de Infraestructura Cultural que diseñara el Presidente Ricardo Lagos en 2000.

Entre los nuevos programas iniciados en 2010 destacó el Ministro a Servicio País/Cultura, Acciona, Cultura en Cárceles, el Plan Cultural Araucanía (tan imprescindibles),  y el reforzamiento de las tradicionales escuelas artísticas. Además, recordó las flamantes áreas de Arquitectura, Diseño y Artes circenses que se agregan a Fondart y que tuvieron disimiles antecedente en el año que se informa: una prometedora Feria del Diseño que renació con fuerza y apoyo del CNCA y una discutible muestra circense en Rapa Nui que no dejó satisfechos a los esforzados trabajadores del circo social.

Las malas noticias vinieron desde las encuestas de consumo cultural que siguen marcando un peligroso nivel: escaso. Caídas en cine, en teatro y otras áreas llevan a deducir que aún hay mucho por hacer en términos de construcción de espacios, de hábitos de consumo en los mismos (creación de audiencias) y fortalecimiento de instituciones que los gobiernen. Cifras negativas a pesar del esforzado trabajo de los dos elencos estables del CNCA que representaron 85 funciones en el caso del BAFONA y 72 conciertos en el caso dela Orquesta de Cámara.

De esta última, destacó Cruz Coke su presentación en Pan de Azúcar que marca la preocupación por descentralizar la cultura, acompañado en el empeño por la flamante Subsecretaría de Turismo -cuya titular estaba presente en el acto- destacando la creación en común de un polo turístico/cultural en Valparaíso, que considera los renovados carnavales, travestidos en un festival inspirado por Matta que celebra su centenario el 11 del 11 del 11, también recuperar 11 ascensores patrimoniales y el polémico proyecto de Parque Cultural que "contra viento y marea" se construye a pasos agigantados en el cerro Cárcel.

Quizás uno de los aspectos más relevante de la cuenta 2010 está en la acción internacional que simbolizó el Ministro en el estreno mundial de la ópera Il Postino, en Los Ángeles, dónde distribuyó personalmente un número poco habitual de medallas; en la presencia de la arquitectura chilena en Venecia; los convenios con grandes estudios fílmicos; el intercambio de experiencia en gestión de fondos concursables por expertice en conservación patrimonial con Bolivia, y la noticia de que seremos invitados de honor en la Liber 2013, una de las dos grandes ferias del libro de habla hispana.

Como se ve, con los correctos agradecimientos a sus colegas del Directorio Nacional, la  alusión a la Convención de fijación de políticas culturales 2011-2015 de Puerto Varas  y en presencia de gran parte de la comunidad cultural, los responsables de aplicar la Política Cultural generada colectivamente han dado otro paso en pagar esa deuda histórica que el talentoso escritor fallecido Carlos Cerda plasmó en la frase "Chile está en deuda con la cultura".

Seguimos pagando.

27 diciembre 2010

LA CULTURA COMO CAMINO DE ENCUENTRO

No es precisamente por la cercanía de Navidad, pero la Cultura ha constituido habitualmente un punto de unión, aún con los "intrusos" en el sector como califica El Mercurio a Luciano Cruz Coke, recordándo que ésta fue territorio "que la derecha no entiende ni le interesa". Un gesto reciente es que el  Presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, que encabezará un gobierno opositor a la coalición anterior, un tripartito de centro izquierdas, ha escogido dar señales de amplitud al formar gabinete. Y, como ya lo hiciera hace unos años el Presidente de Francia, Nicolás Sarkozy incorporando como Ministro de Cultura a Frederic Mitterrand,  sobrino del Presidente Francois Mitterrand, Mas ha escogido a  Ferran Mascarell, "un ilustre ex consejero socialista de Cultura", según El País (diario a quién pertenece la foto), para incorporarlo a su gabinete. Es estimulante y revelador el que, cuando se quiere dar señas de estabilidad en políticas públicas, suelen ser las políticas culturales el símbolo de  que lo que se puede ofrecer, verosímilmente, como propuestas de unidad y permanencia. 

Francia y Cataluña han sido y probablemente continuarán en ello, referentes para nuestras políticas culturales. La primera, en la fase que acompañó el Centenario de la República, a inicios del siglo XX y terminó contrariada cuando un gobierno fuerte -como el de Pinochet- abominó de la intervención pública en cultura. A pesar de ello, el Museo de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional y la Estación Mapocho, mantienen el recuerdo de una arquitectura que recuerda la "excepción cultural" que Francia fue en el mundo pre crisis. Cataluña se ha erigido en las últimas décadas en catedral de la formación de nuestros cuadros de la gestión cultural y en atractiva institucionalidad al crear un Consejo de la Cultura, el primero del sur de Europa continental.

Permanencia de las políticas para formar hábitos de consumo cultural es lo que se ha pretendido en Chile con la creación de un Consejo Nacional de la Cultura de las Artes participativo, plural y autónomo en la fijación de políticas. Así, cuando hace un año campeaba la última campaña presidencial, señalábamos que más que cambio de políticas, cualquier nuevo gobierno sólo aportaría cambios de rostros.

Al menos desde dentro de nuestra institucionalidad parece ser así. El Directorio del CNCA continúa operando con personas representativas de las diversas áreas de las artes, la gestión y el patrimonio y los mecanismos de renovación de las políticas culturales, las Convenciones, siguen su curso anual. Y debieran ser ellos los que reciba propuestas de cambio, como la aún pendiente re estructuración del sector patrimonio que considere a la DIBAM y el Consejo de Monumentos Nacionales. Ese debiera ser el debate que viene.

Mientras tanto, los cambios en política cultural -como era previsible - no han sido mayores. Sólo movimientos de personas -tal vez más que las necesarias- que luego las autoridades se apresuran a afirmar que no obedecen a cambios de política. Es que en esta área de las políticas públicas se ha logrado un consolidado de líneas de acción que pueden complementarse -como ocurre con la profundización de las políticas de apoyo al cine nacional o la ampliación de la labor pública a hacia la arquitectura, el diseño o las artes circenses-  pero difícilmente borrarse de una plumada.

El secreto de esta realidad está en el modo cómo éstas se construyeron, con mucha calma -más de 20 años de discusiones- y con  participación de los actores involucrados. He allí el camino entonces si se deseas plantear algunas modificaciones. En estos terrenos, la imposición dejó de regir cuando la mayoría dijo ¡NO! en un plebiscito y luego la participación vino para quedarse cuando estas mismas políticas dieron paso a la formación de audiencias como uno de sus componentes centrales. La productora del Festival más antiguo del verano -FITAM-, Carmen Romero, ejemplifica aquello señalando "con Andrés Pérez aprendí que este festival lo hace el público".

Así se explica además que, por otro lado, el Ministro Luciano Cruz Coke rechace cualquier reducción de su cartera y, por el contrario, reafirme la continuación de programas tan potentes como anteriores a su mandato como son el de Centros Culturales para ciudades sobre 50 mil habitantes y el GAM, que apuntan, precisamente a que los públicos puedan "jugar de local" para producir y acoger arte y cultura.

Es que, cuando las políticas públicas están basadas en la gente para la cuál están orientadas, se produce una solidez que explica que, tal vez algún día, también en Chile,  quienes deseen demostrar que el país seguirá por los senderos ya trazados por administraciones anteriores, se recurra al símbolo de quién encabece las políticas culturales para encender las luces de la continuidad, sin apagar los reflejos de la necesaria renovación que deriva del voto popular.

Ese será el momento en que la cultura habrá dado otro gran paso desde la unión del alma de los chilenos -que quizás ya  está logrando- a la unión simbólica de las estructuras políticas que velan, con ella, por un país más integrado y más sabio de cómo se deben enfrentar -en conjunto- los grandes desafíos nacionales.

Pero, aún falta tiempo. Aunque estamos en temporada de buenos propósitos.

Feliz 2011.

20 diciembre 2010

GAM "in progress"

Una de las más formidables muestras de que el llamado “modelo chileno de desarrollo cultural” está en funcionamiento es la entrada al espacio público del nuevo Centro Nacional de Artes Escénicas y Musicales, el GAM. En efecto, un sueño que tuviera el Presidente Salvador Allende –de que el trabajoso edificio construido con tiempo y entusiasmo récord para una reunión de la UNCTAD fuese un centro cultural-, comenzado a concretarse bajo el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, ha intentado, bajo el mandato del presidente Sebastián Piñera dar sus primeros frutos. Las cifras exhibidas públicamente de sus tres primeros meses de operación, una completa entrevista de su Directora Ejecutiva y el masivo anuncio de que será sede del exitoso Festival Internacional Teatro a Mil (FITAM 2011) dan cuenta de que este novísimo espacio ha venido para quedarse y de que probablemente, por allá por 2014 estará terminado, dando cumplimiento así a los dictados de la Política Cultural del Estado de Chile, proclamados en 2004, bajo la presidencia de Ricardo Lagos. Es decir, mandatos de diferentes gobiernos han sido capaces de persistir en la aplicación de políticas en la clave que sustenta nuestro camino cultural: su permanencia en el tiempo.

Pero lo acontecido refleja no sólo voluntades presidenciales. Por el contrario, éstas han sabido escuchar y aplicar lo que el mundo de la cultura ha establecido a través de sus mecanismos de participación conocidos y fijados de la misma manera. En efecto, las primeras luces de este trabajo inicial del GAM están señalando mejoría en los índices de presentaciones y asistencia en el campo de la danza, una sostenida oferta de actividades musicales y la ya mencionada acogida de festivales de artes escénicas en general. Junto con la presencia de diferentes actividades y unidades de negocios que contribuirán de manera creciente a auto sustentar su labor.

Detrás del GAM está no sólo ese ferroso edificio que aún alberga al Ministerio de Defensa y que debiera llegar a ser próximamente otra unidad de negocio del centro cultural, sino toda una historia de construcción y gestión de centros culturales en nuestro país, iniciada en 1990 cuando el Presidente Patricio Aylwin determinó –también escuchando el clamor de una animoso colectivo cultural, que profesaba entre los ganadores del NO-  que la vieja y abandonada estación Mapocho deviniera en Centro Cultural. La experiencia de administración privada sin fines de lucro de ese centro remodelado, ha ido informando el trabajo de nuevas corporaciones como las de Matucana 100, Balmaceda Arte Joven, Amigos del Teatro Regional del Maule y varias decenas de centros culturales que se diseminan por el país a través de otro de los programas longevos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes: el de Infraestructura Cultural, iniciado el 2000 cuando dicho consejo era sólo un deseo del Presidente Lagos y un proyecto en la carpeta de su asesor, Agustín Squella.

También y muy principalmente, están las personas, jurídicas o naturales. En orden de aparición, los socios fundadores, en 2008, de la Corporación Centro Cultural Gabriela Mistral que representan a instituciones tradicionales de la República como la Universidad de Chile, el Teatro Municipal, la Universidad de Concepción o pujantes creaciones derivadas de la reciente institucionalidad como el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, la Fundación de Orquestas Juveniles, la Corporación Cultural de la Estación Mapocho, la Fundación del Centro Cultural Palacio de la Moneda, el Teatro Regional del Maule, y organismos nacidos desde la sociedad civil como la Fundación FITAM o las agrupaciones gremiales  de actores y de la danza. De tales constituyentes, surge un Directorio, encabezado por el Ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, que orienta el trabajo de un equipo ejecutivo dirigido por Alejandra Wood, designada tras una poco frecuente unanimidad que traspasó corporaciones y gabinetes. Con ella, labora un conjunto de profesionales experimentados, muchos de ellos formados en los propios centros cuya experiencia sustenta al GAM.

Pero las más destacables son las más de cien mil personas que han visitado el GAM los últimos tres meses, en diversas actividades y que comenzarán a tenerlo entre sus derroteros habituales que ya contemplan paradas periódicas en estaciones como La Moneda, Bellas Artes, Cal y Canto, Baquedano, Santa Lucía, Manuel Montt, Parque O´Higgins y, recientemente, El Golf.

No es que para ir a un centro cultural debamos necesariamente utilizar el Metro -aunque es siempre aconsejable- , sino que, a la inversa, cada vez más el metro deberá fortalecer sus servicios para atender a quienes de dirigen masivamente a disfrutar del arte.

¿Será mucho soñar?

En todo caso es un fenómeno que se ha iniciado cuyo progreso más reciente se llama GAM y se llega  a él  por la estación Universidad Católica. 
Amén.

25 noviembre 2010

¿ES LA GESTIÓN CULTURAL UNA PROFESIÓN?



Desde el 7 de julio de 2003, cuando intenté responder esta interrogante a través del siguiente texto, ha pasado mucha gestión bajo los puentes. Y junto al río. Muchos colegas y estudiantes han consultado el texto, que más de algo, estiman generosamente, contribuyó a sus quehaceres. Dado que no es posible encontrarlo en su versión original, en el Portal Iberoamericano de Gestión Cultural, se reproduce a continuación tal como fue expuesto en un Seminario académico:

El filósofo Jorge Millas tenía razón cuando afirmaba que los hombres de pensamiento deben pensar como hombres de acción y que los hombres de acción deben comportarse como hombres de pensamiento. Quizás si los administradores culturales constituyan uno de los mejores ejemplos de que esa síntesis propuesta por Millas entre pensamiento y acción es realmente posible. Agustín Squella, Asesor Presidencial de Cultura.
Motivante pregunta la que nos reúne.
La primera reflexión que me surge es que la gestión cultural es un TRABAJO, en vías de ser una profesión.
Me inspiro para ella en  las reflexiones del Profesor y colega Cristián Antoine, con quién he  compartido  buenos momentos de pensar sobre nuestra actividad. "Profesión", dice Antoine,  es   la actividad o trabajo aprendido, mediante el cual el individuo trata de solucionar sus necesidades materiales y los de las personas a su cargo, servir a la sociedad y perfeccionarse como ser moral. La profesión es el fruto de la más genuina expresión humana: "la vocación".

Para él, los deberes específicos del profesional son diez:
1. La lealtad a la profesión elegida.
2. La preparación adecuada. 
3. El ejercicio competente y honesto de la profesión.
4. La entrega al trabajo profesional como corresponde a una verdadera vocación.
5. La realización de las prestaciones resultantes de este trabajo a favor del bien común y al servicio de la sociedad.
6. El constante perfeccionamiento del propio saber profesional.
7. La exigencia justa de obtener no sólo el prestigio profesional, sino también los medios para una vida digna.
8. La lealtad al dictamen verdadero, razonado y reflexivo de su  propia conveniencia, a pesar de las posibles circunstancias contrarias  o contradictorias.
9. El derecho moral de permanecer en la profesión elegida.
10. El esfuerzo constante por servir a los demás, conservando plenamente al mismo tiempo, su libertad personal.
Teniendo en cuenta estos elementos, Antoine afirma que la profesión consiste en la actividad personal  puesta de una manera estable y honrada al servicio de los demás y en beneficio propio, a impulsos de la propia vocación y con la dignidad que corresponde a una persona humana.
 La gestión y administración de la cultura es trabajo, pero ¿es una profesión?

Considero que estamos embarcados en un proceso de convertirla en ello. Somos, como agrupación gremial, un elemento esencial  junto con las universidades, que deben perfeccionar más y más sus planes estudios y formación y las corporaciones y fundaciones, constituyen las fuentes más plenas de trabajo para un gestor.

Estos elementos, en juego y complementación con la labor del Estado que  por una parte genera los marcos reguladores y por otra estimula la creación artística, fuente natural de nuestro trabajo.

La segunda afirmación, es que la gestión cultural es un ejercicio de la libertad y la diversidad.

Demostrándolo por absurdo. Sin libertad no hay necesidad de gestión cultural. Es decir, en un sistema teórico en que todo en cultura es financiado y organizado por un solo ente, por ejemplo el Estado, no se requiere gestión, sólo producción y el financiamiento está asegurado.

En otro sistema teórico en el que la creación no es libre, es decir, se crea sólo “a pedido” tampoco se requiere gestión cultural. Se creará sólo aquello que  está “vendido” a priori.

Por tanto, la gestión cultural es una derivación de la existencia de la libertad de creación y de la diversidad de financiamientos de la actividad artística y cultural.

Es decir, en un sistema en el que el financiamiento es escaso y compartido por diversos sectores,  la gestión cultural es indispensable.

Podemos afirmar entonces que la gestión cultural nace desde el momento en que hay creaciones múltiples y variadas, esperando por ser conectadas con un público también diverso y variado.

Es decir, parte de la afirmación de que por reducida  que sea una creación, siempre habrá una audiencia – pequeña o mayor según el contenido -  dispuesta a recibirla y valorarla como una manifestación artística o cultural. En los tiempos que corren, no estamos en presencia del artista que crea sólo para satisfacción personal o de un solo individuo (mecenas). La creatividad es un bien social y la forma de hacerlo explícito y concreto es a través de la gestión cultural.

Así como tenemos una diversidad de creadores y de audiencias, también debemos tener una diversidad de gestores. Es decir, gestores dispuestos a emprender acciones de la más diversa índole. No debiera ser concebible una creación cultural o artística que no pudiera lograr un administrador cultural que la gestione.

La gestión cultural es entonces, por definición diversa y debe abarcar diferentes aspectos de la vida en sociedad.

Una tercera reflexión en que  el intento de organizar una agrupación de gestores culturales se enfrenta entonces a DESAFÍOS crecientes.

Lo público versus lo privado. Existen gestores culturales tanto en la administración pública central y municipal como en empresas y en corporaciones y fundaciones sin fines de lucro. A todos ellos debemos dar cabida.

Lo universitario versus lo no universitario. Hay administradores que han egresado de los postítulos existentes en Santiago (U. de Chile y otras) y regiones (Concepción) y hay otros, seguramente la mayoría de los que están en ejercicio, que tienen una formación en otras disciplinas y han sacado su bagaje de la experiencia. Cómo integrar esa ecuación de experiencia con formación profesional académica, sin descuidar las naturales exigencias de calidad y ética que requiere toda entidad profesional.

Lo “francófilo” versus lo “estadounidense”. Existe, un sesgo hacia las experiencias culturales desarrolladas en Estados Unidos o en sociedades de capitalismo liberal de larga data. Por otra parte, hay un buen sector de gestores con formación en Francia y con un sesgo hacia experiencias de mayor intervención del Estado en el desarrollo de la cultura. Cómo logramos un equilibrio entre ambas posturas, que sea a la vez compatible con un mundo globalizado y con las características de nuestro país.

La experiencia versus la inexperiencia.  Existen sectores con  muchos años de trabajo en administración cultural, pero en un ambiente diferente al actual, esto es, menos propicio al desarrollo cultural y centrado más bien en los lugares y espacios ubicados en sectores de altos ingresos. Existen otros administradores con experiencia en labores más locales y de difusión cultural. Existen finalmente aquellos con estudios o gran interés en trabajar en el sector, pero sin gran experiencia.

Los docentes versus los “alumnos”. Existe un grupo creciente de profesores de gestión cultural tanto en el ámbito universitario como de institutos tecnológicos y de formación profesional, mientras otros grupos requieren de formación sistemática en el área. Cómo enfrentamos entonces el tema de la capacitación permanente de los gestores.

Centralismo versus regiones. Hay gran desconfianza en gestores de ciudades como Valparaíso o Concepción respecto de las iniciativas de la capital. Debemos asumir el desafío de incorporar a todos los gestores del país, a partir de sus propias problemáticas e inquietudes.

Los conceptos: gestor versus administrador. De hecho, dos universidades  tienen designaciones diferentes para sus postítulos o diplomados. Debemos aclarar los conceptos con que trabajamos. Por ejemplo, se usa mucho la palabra auspicio para referirse a los “patrocinios”, donaciones para un simple intercambio. Debemos hacer un esfuerzo por uniformar lenguaje, conceptos y metodologías.

Las corrientes históricas: las universidades católicas versus las laicas; las corporaciones culturales versus las municipalidades... Hay egresados de diferentes universidades que tienen muchas veces visiones distintas y formaciones diferentes. Hay tradiciones de trabajo en departamentos de municipios y otras, de trabajo en corporaciones dependientes de otros municipios. Debemos integrar a todos y reflexionar en conjunto sobre los planes y programas de formación universitaria.

Las organizaciones sin fines de lucro versus las empresas con fines de lucro. Legítimamente hay quienes sostienen que sólo las organizaciones sin fines de lucro son las propiamente culturales. Hay otros que piensan que la persecución del lucro también cabe en esta área. ¿Qué papel cumplen las galerías de arte? ¿Caben en una organización como ésta, sus propietarios? Es un debate a enfrentar.

Los administradores versus los productores; los comunicadores versus los manipuladores de medios... Muchos piensan que los productores son un estamento diferente y que de hecho, tienen sus propias organizaciones y redes. ¿Caben en nuestra asociación quienes producen eventos, más allá de su carácter cultural o no? 

Pero, el asumir esta diversidad no implica necesariamente una profesionalización.
Y de hecho ha sido así. Se dice que detrás de los grandes creadores hay grandes mujeres. Y ¿qué son sino gestoras las esposas del pintor Roberto Matta, el escultor Sergio Castillo, el novelista Pepe Donoso, el poeta Raúl Zurita y tantos otros? Otra cosa es que tengan la formación necesaria para ese trabajo y la capacidad de hacerlo profesionalmente. Pero igual la función social se cumple.

Desde el momento en que un creador  dice a su esposa (o viceversa) que no quiere atender el teléfono a un editor y que hable ella (o él) se está cumpliendo la primera función del gestor cultural: la intermediación. Poner algo (o alguien) entre el creador y el financista de la creación o su multiplicación.

La afirmación que subyace es: “yo estoy en este mundo para escribir, no para conseguir tal o cuál cosa de mi editor y mientras más tiempo dedico a crear, mejor producto tendrán los lectores y por tanto, ese editor”. Por ende, el gestor o intermediario beneficia tanto al creador como a su público o a quién  financia la divulgación de su obra.

Es entonces ¿una profesión? No necesariamente. Porque tal función la pueden cumplir y de hecho la cumplen muchas personas que no son “profesionales” del tema. Siguen siendo dueñas de casa, comerciantes o cualquier otro oficio.

Lo novedoso de los últimos tiempos es que esa función se ha ido haciendo cada vez más compleja (las audiencias son cada vez más complejas no necesariamente porque hayan variado, sino  porque son cada vez más conocidas en sus diversidades y estimuladas sus posibilidades).

Ya no basta una esposa o esposo para negociar con una editorial. Se requiere saber de tiradas, de derechos de autor, de contratos, de tipos de papel, de índices de lectura en varios países, de áreas lingüísticas, de adaptaciones para cine, etc., etc.

Lo mismo con cualquier otro rubro artístico. No basta con la pareja del vocalista para organizar las giras de una banda Rock, o la esposa de un empresario para organizar el concierto de Navidad de una industria. Cada vez más el tema es de profesionales.

El debate entre el creador y quién de una u otra manera lo financia es PROFESIONAL, por ambos lados.

Frente a un creador o intérprete existe normalmente una empresa que busca asociarse con su obra para obtener beneficios, sean estas deducciones de impuestos, imagen corporativa o bienestar de su personal. Estos beneficios son evaluados por gerencias de marketing, departamentos de contabilidad y altos ejecutivos, quienes a su vez suelen reportar a directorios que representan a sus accionistas. Es decir, es también un proceso complejo de toma de decisiones que requiere de información adecuada.

Esta información (encuestas, estudios de audiencia, beneficios tributarios, efectos en la imagen corporativa) es imposible que sea entregada por los propios creadores. Sea por falta de tiempo o por ausencia de conocimientos especializados. Se requiere entonces de profesionales que lo busquen, la ordenen y la presenten a quienes corresponda.

Este es un trabajo profesional. Semejante al que una agencia publicitaria hace con su cliente para persuadirlo que debe (o no) invertir en tal o cual medio de comunicación.

Por tanto, vamos al menos desarrollando el perfil del profesional posible a  quién llamamos el gestor cultural.

El primer rasgo, no necesariamente el más importante pero quizás el que nos ha abierto mayores espacios, es la capacidad de comunicación. Un colega  afirmó que “en los medios masivos de comunicación no hay una mirada al proceso que hay detrás de un espectáculo. La gestión cultural NO está en la agenda de los MCM”
La difusión de la acción  cultural  en los Medios Masivos de Comunicación es INDISPENSABLE  para obtener su financiamiento. En este terreno, la comunicación es necesaria para convocar a las audiencias a las manifestaciones culturales; para difundir las marcas que desean verse asociadas a la manifestación cultural, y para crear una imagen positiva que sensibilice a los responsables de asignar fondos públicos a la cultura.

Otro elemento del perfil del gestor cultural tiene que ver con su capacidad de conocer las audiencias o públicos. Es su capacidad “sociológica”.  El Gestor debe ser capaz de crear producciones para diferentes audiencias. Considerar su capacidad de difusión (convocatoria). Con objetivos diferentes. Ej. Día del Patrimonio para un impacto masivo. Ej. Feria de Joyas para obtener recursos para otras producciones.

Un tercer elemento es su capacidad de obtener financiamientos para los productos culturales.  Existen variados tipos de financiamiento cultural. El Público: busca el desarrollo cultural de la nación, Ej. Fondos concursables. El de  empresas o personas: buscan publicidad, aprovechan estímulos tributarios, Ej. Ley Donaciones, y el financiamiento por la vía de las  audiencias: buscan una prestación artística, Ej. Las industrias culturales y la  taquilla. En este sentido, el FINANCIAMIENTO es un trabajo ESTRATÉGICO. Debe ubicarse al más alto nivel de una organización cultural. Con capacidad de Formular Políticas de Imagen y Difusión y Proponer producciones de apoyo y usos de espacios y recursos.  

17 noviembre 2010

LOS GORDOS, POMPEYA Y LA CULTURA


“Por primera vez, el mundo acoge a un número de obesos superior al de quienes padecen de hambre”. La frase es impactante. Y nuestro país contribuye con entusiasmo a esta nueva calamidad. Una simple mirada a los pequeños comercios que pueblan nuestras calles permite apreciar que la gran mayoría son expendios de golosinas, refrescos, dulces, quequitos, superochos, sopaipillas y toda una vasta gama de productos que se consumen masivamente en el metro, los cines, las veredas, reemplazando desayunos domésticos, colaciones escolares y comidas elaboradas en casa. Una segunda colección de comercios –en cantidad- son las farmacias, que sin ignorar algunas chatarras como las mencionadas, proveen a los eventuales intoxicados de paliativos ad hoc para seguir comiendo. Y mucho. Pareciera que engordar al prójimo es más rentable que hacerlo fumar, sin restricciones ni envases amenazantes.

Desafortunadamente los excesos tragones no son los únicos que asolan nuestra sociedad. Hay desmesura en las manifestaciones post deportivas, se gane o se pierda; en las gruesas paredes milhojas de carteles pegados uno sobre otro que no sobreviven más de una noche anunciando    conciertos rock & pop; hay excesos de publicidad en diarios gordos de insertos y flacos de contenidos; hay excesos de goles internacionales mientras estamos vedados a los goles locales que se pueden ver sólo en canales de pago que –hemos sabido- pertenecen a los mismos que fomentan las barras bravas que desaconsejan ir a los estadios. Para qué si se pueden ver en la tele, cómodamente sentados y… comiendo. Un implacable círculo grasoso que lleva a que hoy más chilenos pueden morir de gordura que de hambruna.

¿Pueden estos excesos llegar a afectar a la cultura? ¿Llegaremos a la oferta de espectáculos masivos supuestamente culturales que engordan pero no alimentan? ¿Existe el riesgo de este efecto en los conciertos de "música de películas” que no es la música ni pasan la película pero son formidables en “agregados” publicitarios?

Evidentemente no ocurre así, pero debemos tomar precauciones. Bien, muy bien por las empresas que brindan espectáculos culturales gratuitos o de “farándula de altura” como graficó Cristián Warnken en un almuerzo en una de ellas, pero que están conscientes de que éstos entretenimientos forman parte de programas de responsabilidad social hacia la comunidad que los acoge y que deben dar preferencia a las ciudades cercanas a sus explotaciones –como Antofagasta, en el caso de BHP- luego favorecer a quienes habitualmente no acceden a tales manifestaciones –por ello el Estado exige gratuidad y se hace parte en un 50% a través de excepciones tributarias -, finalmente solicitar a las audiencias que hagan un gesto de interés por lo ofrecido: retirar Invitaciones con antelación y en número limitado, como ocurrió con Celfín en el Centro Cultural Palacio de La Moneda, ante el concierto de Itzhak Perlman.

Con estas reservas podremos recibir espectáculos tan potentes como los  de los últimos días, pero no debemos bajar la guardia. Verificar que estas reuniones multitudinarias no deriven en actos vandálicos, que no se permita la reventa de entradas, que estén vinculados a espacios culturales con experiencia, como el Teatro Regional del Maule, en el caso de la Ópera de San Carlo de Nápoles.

Pero, sobre todo, que no se pierda la motivación maravillosa de los actores principales: los músicos que, como reveló Salvatore Caputo, el director del coro del teatro napolitano nació mucho más de la presencia de una bandera italiana esgrimida por un puñado de integrantes de la colonia porteña que de cualquier otro estímulo y que ocasionó un inédito “O sole mío” cantado a todas las voces a pesar del contundente frío de la noche de Valparaíso.

Lo que complementa ese singular entusiasmo –agregó Caputo- fue otra bandera, la chilena, que ondeó en la noche de Italia el 30 y 31 de julio cuando Inti Illimani histórico, Beto Cuevas, Jorge González, Francisca Valenzuela, Isabel Parra, Claudia Acuña y Denisse Malebrán, en conjunto con la orquesta y coro del Teatro San Carlo, de Nápoles, se presentaron en el Teatro de Pompeya homenajeando a Víctor Jara y Violeta Parra.

De seguir en esta línea, no habrá morbidez que valga y la cultura de allá y de acá se nutrirá sólo de contenidos inspiradores. Sin grasa.

Así sea.

06 noviembre 2010

SETENTONIO



El domingo 7 de noviembre de 2010, Antonio Skármeta, mi "socio" y amigo cumple SETENTA años de vida. Es impreciso decir cómo comenzó lo segundo y muy exacto cuando nos iniciamos como socios: fue gracias al llamado del flamante director de programación de TVN/1990, Eduardo Tironi: tenemos espacio en pantalla y tú tienes buenas ideas respecto de los libros. Queremos un programa literario. De inmediato pasó por mi mente una escena, en el cerro San Cristóbal, a fines del año 1989, cuando la misma TVN hacía un programa-repaso cultural del año. Allí estaba Fernando Rosas compilando el año musical y Antonio, haciendo lo propio con los libros.


No me cupo duda, ni a Eduardo tampoco, que Skármeta era "el hombre". Procedí entonces a llamarlo, concertar una templada cita -entre el calor del verano y la frescura de su piscina- y poner a correr la imaginación. La clave: los pares de elementos. Literatura y ... El complemento perfecto: Mariano Aguirre, conocedor de cuanta obra publicada circulaba por el mundo hispano. El nombre de la creatura lo puso mi socio: tiene que ser un show, es decir, hablar de literatura pero en lenguaje de la televisión. Lo demás es conocido: los improbables éxitos de rating, el reconocimiento de la UNESCO, los intentos de Carmen Balcells por  adaptar el programa a España (fallidos por la imposibilidad de encontrar un Skármeta peninsular) y el reconocimiento público concretado (valga la metáfora) por el piropo de un obrero de la construcción, un día cualquiera, desde su andamio proverbial: "güena pelao".


Desde entonces, nuestros nombres y firmas aparecieron juntos en sendos contratos con canales y productoras. No por muchos años, desde luego muchos menos que la amistad que comenzó en los interconectados pasillos de Quimantú, la casa de Ariel Dorfman, algúna sede del MAPU y, más tarde, las solemnes reuniones del Directorio del Centro Cultural Estación Mapocho.


Como las buenas amistades -y esta es una de ellas- se extendieron a los cercanos. En especial a Don Antonio, su padre, que se distinguia del vástago sólo por un apellido croata tan complicado como el de su hijo, pero claramente diferente. Con el Don nos juntábamos a recordar -él a recortar- las andanzas de Antonio por los senderos del exilio. Incluso lo suplantó cuando con la modesta editorial Melquíades presentamos en la Feria del Libro la primera reedición de "Desnudo en el tejado" en tiempos de dictadura. Libro calificado entonces como "caballo", aludiendo a su tenaz afición por la hípica.


Incluso, Don Antonio, (un supuesto cura que aparece en el spot del NO agradeciendo la victoria que vendrá) me hizo heredero de un completo estudio y materiales valiosísimos que había coleccionado por años para crear una revista para adultos mayores. Le agradecí y concerté cita con la editorial más adecuada para el proyecto. Lo tomaron con tanto interés que encargaron un estudio de mercado, el que lamentablemente arrojó que - por esos años 80s- nadie se acercaría a un kiosco a adquirir una revista para la Tercera Edad, delatando su ancianidad. ¿Habrán cambiado las condiciones? Al menos -y Antonio hijo lo demuestra- hoy el tiempo de vida útil se ha extendido.


Mi socio ha tenido la delicadeza de hacerme compartir  los textos de despedidas dolorosas de sus dos padres. Verdaderas piezas de oratoria. La más reciente fue la de "mamita" que partió este año, arrullada por canciones de su croacia natal y con el homenaje de su hijo que le agradeció su inspiración por ese poema que es el cuento "El ciclista del San Cristóbal".


En su vida vinieron otros empeños. Novelas, premios, viajes, óperas, incluso una Embajada en Alemania hasta dónde retornó a agradecer esa potencia de la naturaleza que es Nora, su esposa germana. También allí celebrará este cumpleaños, antes de cantar con sus amigos que haremos lo propio cuando regresen a Chile. Tal vez por primera vez, este 7 de noviembre no sentiré la incomodidad de no poder acompañarlo, junto a muchos, a entonar el himno del "primer foco de luz de la nación".  El insuperable mayor defecto que Antonio me reprocha es no ser exalumno del Instituto Nacional.


Reconozco tal limitación y le respondo majaderamente invitándolo a la feria del Libro de Santiago, la que siente -lamentablemente, como muchos-  lejana por reconocer escasamente los méritos de escritores nacionales de tonelaje internacional.


Tal vez por ello prefirió "pasar" este año de visitarla y celebrar su aniversario en Berlín.  Hasta dónde llegará este saludo con enorme gratitud por su amistad y el cariño de su "socio" y amigo. 


Como si lo llevara el Cartero de Neruda.

02 noviembre 2010

MORIR EN VALPARAÍSO




Texto de presentación del DICCIONARIO DE LA MUERTE de César Parra, RIL editores. Leído el 31 de octubre de 2010 en la Feria Internacional del Libro de Santiago.

Como en todo aquello vinculado a la dictadura de la muerte (valga la redundancia), me sometí a la solicitud de César Parra de presentar su Diccionario de la muerte. Sólo después de un adecuado “velorio o velatorio” (página 294) caí en cuenta que había aceptado introducir una paradoja. En efecto, un diccionario es, en palabras actuales, un “motor de búsqueda” y la muerte es su antónimo, es decir la única certeza de que disponemos desde nuestro nacimiento. Lo único que no requiere de búsqueda alguna. La negación de la wikipedia y de google al mismo tiempo. Por más que busquemos, sabemos el resultado.

Me consuelo (término ausente del Diccionario) pensando que estamos en una época de búsquedas. Los buscadores son “signos de los tiempos”, diría revista Mensaje, y, reconociendo que provengo de tiempos de certezas (el tiempo de las ideologías, término que no encuentro en el Diccionario de la muerte, a pesar de tanto agorero) me resigno a peregrinar por las páginas de la obra en comento, a pesar de saber que no será una tarea fácil para quién, en su tiempo, buscaba poco y encontraba mucho (compañeros, camaradas, líderes, enemigos del pueblo, gorilas, fachos). Ingreso al motor de búsqueda con mis propias asociaciones con el tema. 

Busco: Valparaíso (una ciudad que está muriendo desde mucho antes que allí yo naciera allí, cuando emergió el Canal de Panamá, autor de un crimen no prescrito). Aparece sólo una mención: bajo el descriptor “Tumbas Malditas”, la cuarta acepción, referida al sarcófago de Martín Busca, en el cementerio de Playa Ancha, que como un modo de escabullir su pacto con Satán, no toca el suelo sino  reposa sobre una salvadoras patas de león. ¡Gran metáfora! Valparaíso se ha ido salvando de la muerte –aunque no necesariamente del infierno- con improbables patas de león provistas por conmovidos gobernantes que periódicamente le otorgan: un congreso arquitectónicamente indigno aún del más modesto de sus hermosos cementerios; una declaratoria de patrimonio de la humanidad, caída desde La Moneda; un reciente Fórum -casi clandestino- de las culturas… mientras su índole urbana se empeña en impactarnos con solemnes incendios, conmovedoras explosiones de gas y electricidad simultáneas, regulares desfalcos de fondos públicos y cinematográficos encallamientos de navíos semi fantasmas. Pienso que más lo segundo que lo primero conserva esta permanente agonía que la hace, a mi juicio, una de las mejores ciudades para morir. Me explico.

Valparaíso tiene el honor de haber creado el primer cementerio de disidentes del país (si no del sub continente) evitando que ingleses, luteranos, judíos, griegos y otros especímenes de “gringos” varios se pudrieran en la vía pública mientras los católicos se pudrían en privado.
Valparaíso escenifica los mejores funerales de bomberos que conozca. Nunca tan bien empleado el término (curiosamente ausente del texto en comento) de “pompas” fúnebres que benefician tanto a los difuntos voluntarios de la Pompa Italia como a los de todas las compañías uniformadas con los más variados colores, que ascienden al anochecer por los cerros, cada bombero con una generosa antorcha hasta llegar, tras una genuina carroza, tirada por caballos y gobernada dócilmente por  pálidos cocheros, a las helénicas puertas del cementerio número dos que acoge el mausoleo institucional. “Quisiera ser bombero en Valparaíso” añora Edwards Bello.

No sólo por la pomposidad del entierro ni la generosidad de una vida de apagar siniestros generalmente estimulados por dos causas humanas y una natural: la deficiente mantención de edificios centenarios, la espeluznante afición porteña a los fuegos artificiales y –la natural- el pertinaz viento que estimula en instantes que una chispa se convierta en “infierno” (páginas 165 a 169). También es recomendable morir en Valparaíso por las probables desventuras que seguirán al reposo –a tiempo impredecible-  debido a la ubicación del acogedor conjunto integrado por los cementerios número 1, número 2 y de disidentes, localizados en las cumbres del Cerro Cárcel, antes Cementerio o Panteón, poseedores de una de las vistas más privilegiadas de nuestro primer puerto según el profesor Leopoldo Sáez Godoy. Tal es así que durante el devastador terremoto de 1906 –que desangró, entre otras, las arcas dispuestas para celebrar el Centenario de 1910- los muertos de los cerros retornaban al plan en macabro matrimonio con los fallecidos recientes, fruto de la tragedia. Fue difícil al Almirante Gómez Carreño imponer el orden, no obstante pudo lograrlo no sin incrementar por su mano los ocupantes de cementerios locales, en especial de saqueadores y todo tipo de delincuentes que pretendían profitar del desastre. Sin embargo, el Almirante (imperdonablemente ausente de este Diccionario) pudo retirarse al mausoleo familiar del cementerio número dos a yacer sin cargos de conciencia bajo su decidora lápida “fondeado sin novedad”.

Decía que incluso el Cerro Panteón ha dejado huella literaria. Sólo ficticia. Según Sáez Godoy: “puede considerarse desaparecido”.

No obstante tales desventuras sigo pensando que Valparaíso es un buen lugar para morir:
Dada su geografía anfiteatral, es posible abarcar en un solo golpe de vista el lugar de nacimiento y el cementerio de tus antepasados, facilidad que muy pocos lugares ofrecen. Misma condición geográfica que permite determinar con certeza –ya en vida- la visión de la bahía que se tendrá por la eternidad y por tanto, acepta que se comience a disfrutar en plena vida. Una verdadera sinopsis o anticipo del panorama que vendrá. 

Debido a su condición histórica de ciudad puerto y puerta de migrantes es sencillo conocer a los antepasados de un porteño incluso hasta la primera generación en Chile debido a que cada colectividad se enorgullece de su respectivo mausoleo y muestra con orgullo a los primeros padres que desembarcaron un día con la vista fija en los cerros que los acogerían. ¡Qué diferencia con los parques actuales dónde es imposible prever quienes serán tus vecinos eternos ni mucho menos sus ascendientes ni sus compatriotas!

A causa de la generosidad de SM la Reina Victoria y de algunos remotos mecenas franceses, es posible, en Valparaíso, disfrutar hoy de dos de los más notables órganos de que dispone Chile y que harán inolvidable las ceremonias de despedida así como estremecedoras las sesiones de recuerdo que podrán verificarse en la Iglesia Anglicana de Saint Paul, en el cerro Alegre (un plus) o en la Iglesia de los Padres Franceses de calle Independencia (otros plus). Nunca más familiares llevando radios portátiles a las ceremonias de despedida para mal escuchar la música favorita del fallecido.

Finalmente, la proliferación de bares, picadas, salones de té, cafés literarios, cinzanos, jotacruces, rotondas y demases hacen posible amortiguar el dolor en comidas y bebidas para todo paladar sin tener que obligarse al monopólico quitapenas (otra ausencia, aunque perdonable), que  no por tradicional deja de ser  poco variado.

Lo que sí es extraordinariamente diverso es el Diccionario de César Parra. Se trata de un conjunto multitudinario de significados que se asocian con delicadeza y certeza poco frecuente a anécdotas, plantas, vampiros de los más ignotos orígenes, tumbas de inimaginables decoraciones, ritos de religiones y usos de todo el orbe y toda la historia, esculturas funerarias de inédita variedad, cementerios de geografías diversas, relatos escalofriantes, muertes para todos los gustos y sabrosos guiños literarios que revelan la índole del autor.

Recordamos a asesinos notables como el falso anticuario Roberto Heabig, descubierto por Víctor Vaccaro, entonces reportero de “Clarín” (pag.41).

Conocemos aquí como Lincoln soñó su propia muerte un mes antes de su asesinato, de qué calibre son los entierros de los hampones y cuáles son las  inexcusables historias del Instituto Médico Legal. Porque no hay lugar que haya tenido vida, que no haya padecido muerte. Y es así como no podría terminar esta presentación doblando la cerviz ante la implacable verdad del día y el lugar que nos reúne.

No podía César Parra convocarnos sino un 31 de octubre (ver Halloween, página 160) para advertirnos que cuando salgamos de esta sala nos encontraremos con una añosa celebración del día de los muertos. Y no podría yo terminar estas palabras sin saludar a los muertos de la casa, aquellas “sombras pasajeras que, sin saberlo, cada tanto nos visitan”, como reza, parodiando a Neruda, el acceso a la sala dónde preparamos nuestros cafés que revolvemos sin dejar de saber que hemos venido a perturbar a la “vieja chica” y el “leñador” que antes, mucho antes de que éste fuera un centro cultural, se paseaban como almas en pena y que paulatinamente se han habituado a los quehaceres culturales en que nos empeñamos, llegando a acompañarnos cada vez con más frecuencia, en paz, como probablemente lo hacen esta tarde, en esta estación.

14 octubre 2010

¿POR QUÉ HACER MAL LAS COSAS SI SE PUEDEN HACER BIEN?




He intentado en los últimos días, explicar a mis colegas y amigos del extranjero qué es realmente lo acontecido y por qué, con el rescate de los 33 mineros que ha "conmovido al mundo". Literalmente. Porque la primera constatación es de que en aconteceres improbables como éste, las palabras toman su real dimensión. No queda margen para la exageración. Se los "extrajo de la montaña, encapsulados". Los familiares, autoridades y rescatistas los esperaban "al pié del cañón"; los trabajadores estaban en "el centro de la tierra" y "entre la vida y la muerte". En fin, los mineros nos han regalado un valioso uso del lenguaje,  incorporando al léxico común palabras precisas de la ingeniería, la medicina y la minería.

La explicación que más me ronda respecto del éxito del rescate es obvia: resulta bien aquello que se hace bien. Aquello en que todos los procesos se estudian previamente, se establecen planes de acción, se realizan pruebas y ensayos paso a paso. En fin, se reduce al mínimo las probabilidades de error. Y a la vez se toman las precauciones para que, en caso de acontecer la falla, estar preparados para superarla.

Inevitablemente, esta enumeración se me comienza a parecer a las clases sobre gestión cultural: "Los hechos resultan o no, mucho antes de acontecer. Ya en los preparativos o el proyecto, es posible detectar el resultado", me han escuchado incansablemente mis estudiantes. Esta frase no es más que el resultado de la experiencia, la observación y la reflexión posterior. "Actuar como hombres de pensamiento y pensar como hombres de acción" nos decía Jorge Millas, el filósofo.

Ocurre que, en nuestro país, es posible hacer las cosas de esta manera. No siempre, pero sí cada vez más. A lo menos, me consta, en el ámbito de la cultura. Quizás porque desde que se comenzó a perfilar un nuevo modelo de desarrollo cultural, hace 20 años, se incorporó a esa discusión la variable gestión y el factor infraestructura. En términos simples, se incorporó ingeniería. Tanto industrial como civil.

Y los resultados están a la vista, mientras vemos cómo en muchos países cae el gasto público en la cultura y el arte, Chile ha tenido un incremento de casi cuatro veces entre 2003 -año de creación del CNCA- y 2010, como se aprecia en el cuadro adjunto.

Desafortunadamente, las noticias del mundo nos traen más a menudo de lo que se quisiera, informaciones sobre reducciones de gastos en cultura, tanto desde México como desde Gran Bretaña dónde se ha dado a conocer un plan de racionalización por parte de Jeremy Hunt, Secretario de Estado para la Cultura, Juegos Olímpicos, Medios de Comunicación y Deportes.Después de una revisión del gasto público en diversos ámbitos, a finales de julio el gobierno británico anunció la decisión de suprimir algunos organismos públicos no ministeriales (las entidades denominadas ''arm's-length'') del sector cultural. 

Entre los organismos que desaparecerán se encuentran el Consejo Británico del Cine y el Consejo para los Museos, las Bibliotecas y los Archivos (MLA), mientras que se revisarán las funciones y los ámbitos de actuación de otros, tales como English Heritage. Hunt, también solicitó a otros organismos de financiación de la cultura, tales como el Arts Council England, que hicieran estimaciones para una reducción de la financiación entre un 25% y un 30%.

A raíz de estas decisiones se han producido diversas reacciones, tanto de los propios organismos afectados como de otras entidades y profesionales de la cultura. El mencionado Consejo de las Artes ha señalado: "El presupuesto de las artes es muy pequeño, cuesta menos de la mitad del precio de un litro de leche. A cambio tenemos: artes de primer nivel y artistas, un sector que da a Gran Bretaña una ventaja internacional como un lugar dinámico para vivir, trabajar y hacer negocios, un sector que alimenta las industrias creativas y la generación de empleo futuro en una de las zonas de más rápido crecimiento de la economía, y un sector con un historial probado de la regeneración de las ciudades y contribuir a una sociedad cohesionada y comprometida".

No sólo en el Reino Unido las artes y la cultura están contribuyendo con la economía a través de las industrias creativas. Para que eso ocurriera han debido pasar más de 60 años desde que se creara el Arts Council. En Chile, nuestro lábil -palabra que debemos a los mineros- CNCA tiene sólo una décima parte de la edad del Consejo inglés y por tanto, requiere todavía de mucho apoyo público y del mundo de la cultura. Un frenazo en su financiamiento creciente podría ser fatal.
Espero que el presupuesto nacional del 2011 así lo considere.




05 septiembre 2010

¿QUE PASA CON LA MÚSICA, PABLO?













¿Cuándo va a haber buen cine chileno, Pablo? Le preguntaban a Neruda. Cuando haya mal cine chileno. Respondió categórico. Es decir, cuando haya mucho cine chileno. O de otra manera: de muchos tipos de cine chileno. Nótese que no dijo: cuando sea obligatorio exhibir un porcentaje de filmes nacionales en las carteleras. Lo mismo puede aplicarse a la legislación en discusión que obliga a radioemisoras a emitir música nacional.
Disposición, que por lo demás existió en nuestro país hace decenios y que involucraba incluso a cabaret, nigth clubes y otros escenarios que presentaban artistas. Recuerdo con fastidio que cuando la noche brillaba en su mejor esplendor, luego de bailes, magias y desnudos femeninos –el oscurecido strip tease- aparecían en escena un grupo de huasos muy vestidos, con cara de mayor tedio que los espectadores. Era el minuto preciso en que los parroquianos sentían incontenibles ganas de ir al baño o dar por finalizada la juerga. De bailarines de cueca o admiradores del folklore nacional, ni hablar. Es decir, nada más pernicioso para la difusión de la cultura, cualquiera esta sea, que la obligación.

Podríamos justificarlo con que se trata de un mal momento de parlamentarios que desconocen las leyes culturales que aprobaron en los últimos 20 años. Si todo fuese tan sencillo en difusión cultural como dar cuotas obligatorias de exhibición, nada tendría que hacer el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Menos, el plan de construcción de centros culturales que pretenden establecer los hábitos de consumo cultural, libremente adquiridos por ciudadanos que voluntariamente se someten a sistemáticas dosis de lectura, visitas a museos, asistencia a conciertos o recorridos por museos a galerías de arte.

Chile se ha dado una institucionalidad cultural, desde 2003, que básicamente, a través de una gestión pública y privada, pretende diseminar espacios culturales en todo el país a la vez que servir a audiencias cada vez mayores y más aficionadas a alguna o algunas de las artes. Al mismo tiempo, admite perfectamente la entrega de estímulos, a través de sus múltiples fondos concursables, a las radios u otros medios que fomenten la creación nacional.

Estamos avanzando en ese camino con signos potentes, como la creación del Centro Cultural Gabriela Mistral o la réplica del Día del Patrimonio por mirar sólo los más cercanos, cuando surge este “fast track” parlamentario: obliguemos a escuchar música chilena. No nos distraigamos en enseñar a tocar violín a los integrantes de las orquestas juveniles ni pensemos en enseñar a bailar a los adolescentes motivados por la danza. Sencillamente obliguémoslos a escuchar un 20% de música chilena en las radios y lo demás se nos dará por añadidura.

Gran oportunidad para apagar la radio, cambiar el dial o encender el Ipod o cualquier otra forma de reproducción de música, previamente envasada, a gusto del consumidor.

En esa línea han respondido los involucrados: los radioemisores han advertido la caída de las audiencias y los creadores de música han previsto aumento de ingresos por derechos de autor. Se equivocan: una legislación de este tipo o su sola probabilidad debe estimular a los centenares de propietarios de radioemisoras a ser cada vez más creativos (con talentos locales de guionistas, programadores, radio controladores, locutores... sin cuotas obligadas), a desarrollar estrategias de conservación de un público que ya es selectivo y que está sometido a una amplísima oferta radial, televisiva y de redes sociales. Es decir, más trabajo para el talento local.

Los músicos, además de criticar la falta de estética que implica un Premio Nacional (de suyo, un bien escaso) entregado consecutivamente a dos hermanos, deben dedicarse, para legítimamente aumentar sus recursos, a gestionar su talento –hay profesionales de fuste en el mercado local de la gestión cultural- para que las radios, las televisoras y todo escenario por modesto que sea, se vea obligado a acogerlos, por su calidad y por su sintonía con las audiencias. Porque hay tantas emisoras y nacen tantos centros culturales que no es difícil encontrar alguno que se sienta atraído por su obra.

De no ser así, y lleguen a conformarse con la obligación de ser programados ante una audiencia que tenderá a ser fantasma, caeremos en lo ocurrido en países europeos que lamentan unos creadores fláccidos, acostumbrados a reclamar un subsidio más que a desarrollar su creatividad. Entonces deberemos recordar otra frase que cuentan las Memorias de Neruda, cuando un diplomático soviético le espetó:

- Tu país es poco serio, Pablo.