Foto Presidencia
Lamentablemente, la mascarilla que embozaba a los asistentes a la Cuenta Pública Presidencial de 2020 no fue solo, en el caso de la cultura, una precaución sanitaria. Fue además símbolo del silencio que -de manera inédita- evitó cualquier referencia en ella a las artes, la cultura o el patrimonio.
Como es habitual, el país se preparaba para escuchar algunos anuncios relevantes, sobre todo en un sector fuertemente afectado por la pandemia, en el que pocos reciben muchos recursos públicos y muchos carecen completamente de ellos.
Como en la música, los silencios son reveladores.
Dicen: sigan arreglándose como puedan; gasten el 10% de sus ahorros en las AFP (los que tienen); no hay palabras de aliento para quienes se esfuerzan por mantener vivas las artes, y sigan con sus campañas de "no más recortes en cultura".
Para un mundo compuesto por personas particularmente sensibles es, quizás, la ignorancia lo que más duele.
Era esperable, al menos, unas palabras de aliento; día a día vemos como nacen nuevas formas artísticas vía zoom u otras aplicaciones, para mantener vivas las experiencias artísticas -en muchos casos- gratuitas- en una población asolada por enfermedades físicas y mentales.
Se esperaba que viniera un apoyo desde el Estado, en un especial momento republicano. Sin embargo, es preocupante y descorazonador que las autoridades culturales ni siquiera hayan lograda incorporar en la cuenta presidencial algunas palabras de estímulo a los enormes esfuerzos que se hacen, en el mundo de la cultura, por mantener viva el alma de Chile en esta pandemia.
Si ello no logró penetrar la sensibilidad oficial, mucho menos podía esperarse algún anuncio económico. El mensaje es nítido. Arréglenselas como puedan: endéudense, concursen, gasten sus ahorros, inicien "emprendimientos" como aquel actor que fundó la pyme "actor de reparto" para distribuir productos esenciales.
Cuesta entender lo ocurrido. La OPC preparó minuciosamente y distribuyó por sus redes sociales una pregunta sobre lo que se esperaba. También imaginó -y tuiteó luego- la respuesta: NADA.
En una doble lectura, la cultura nada en medio de un feroz naufragio para poder sobrevivir, en medio de la indolencia oficial.
Por si esto fuera poco, se han deslizado previamente anuncios de que se harán nuevos recortes al presupuesto 2020, que afectarán, en 2021, a las instituciones públicas que reciben -por glosa- aportes del sector público.
Ante la amenaza, con justicia, surgen las voces de una nueva campaña para evitar tales recortes, lo que sin duda distrae a parte del mundo cultural -que tiene ingresos asegurados y no requieren ocupar su tiempo en "emprender"- convirtiéndose así una demanda mayoritaria de quienes nada tienen en el problema de algunos ya receptores de recursos públicos solo que disminuidos.
Y concluyen: “En este contexto, las organizaciones decidimos dejar de participar de la mesa interministerial y las sub-mesas, ya que no constituyen un espacio participativo, proactivo ni menos resolutivo.”
En definitiva, nos encaminamos al peor de los mundos, un gobierno ciego, sordo y mudo; mesas de conversación rotas, y un sector golpeado, dolido y creando afanosamente formas de mantener viva la llama cultural.
¿Hasta cuando?
¿Y si la llama se apaga por unas horas para escuchar también el silencio de la cultura?
Algunos piensan que nuevamente, en este caso, será la voz de los chilenos -a través del parlamento- la que pondrá las cosas en su lugar.
Parece no quedar otro camino.
Muy certero. Suscribo plenamente tu lectura.
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