Como los humanos, los edificios tienen vida, vecinos, y parientes. También envejecen y migran desde modernos a patrimoniales. En este andar, muchas de sus características que los hicieron vanguardia, mutan a antiguos y desechables. Es lo que no puede llegar a ocurrir con la torre que fue, en los 70s de la remodelación San Borja; luego parte del heroico edifico sede de la UNCTAD; mas tarde sede de la Junta de Gobierno de la dictadura; después parte del proyecto centro cultural Gabriela Mistral, y hoy, un emblema que debiera conservarse y buscar un destino, ojalá cultural.
Por vecindad, le correspondería pertenecer al complejo GAM; por costo de su puesta en condiciones, ese centro cultural -embebido en terminar su gran sala- no dispone del respaldo necesario para asumir esa tarea, considerada posible en 2008. La cuestión es cómo, considerando el sector donde se enclava y el destino de su entorno inmediato, se preserva el edificio para fines culturales.
Y en esa tarea, es necesario un empeño colectivo. En primer lugar, interministerial -como lo fue al comienzo del gobierno Bachelet 1- que asuma coordinada y racionalmente, la misión que involucra a lo menos a Culturas, Bienes Nacionales, Economía (Turismo) y Hacienda, con el apoyo y técnico del MOP.
Al cuarteto gubernamental, debe agregarse la experiencia de entidades sin fines de lucro que han demostrado capacidad de administrar edificios patrimoniales sin empequeñecer su destino cultural, como las corporaciones que gestionan el Teatro Municipal; el Centro Cultural Estación Mapocho; el CCPLM; Matucana100; Balmacedartejoven, con sus referentes regionales, y el propio GAM.
Sin dejar de lado la voz de los vecinos -particularmente organizados en ese barrio- y la Municipalidad de Santiago y sus departamentos de Cultura y Turismo.
En definitiva, una corporación mixta y transversal que sepa darle un destino a largo plazo al edificio, facilitando su relación armónica con el entorno turístico, cultural y gastronómico que lo rodea y velar por su sustentabilidad.
Que puede acoger algunas oficinas públicas -¿Subsecretaria de las Artes del Ministerio de las Culturas?- es verdad, pero éstas deben coexistir y convivir con espacios de expresión de arte, residencias creativas, galerías, espacios para la artesanía y servicios al turista.
Afortunadamente, un apresurado diagnóstico de Obras Públicas que puso al edificio al borde de la tumba, ha motivado que tanto el Ministerio de Bienes Nacionales como arquitectos, gestores culturales y otros expertos, vía Cartas al Director, manifiesten sus opiniones sobre este tema.
Así se construyen destinos para edificaciones que guardan tantos secretos -hasta militares, literalmente- que se hace imposible desecharlas y dejarlas a su suerte.
Es del caso que las autoridades y la sociedad civil sigan el desarrollo del debate y, finalmente, se asuma colectivamente, una determinación que favorezca a la sociedad y preserve aquello que la historia aconseja que se haga.
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