24 agosto 2016

POETA PREMIADO CAMINANDO POR LA REINA


Hasta ahora, la pequeña y comparativamente pacífica comuna de La Reina, en los prolegómenos cordilleranos de Santiago, tenía una vaga imagen cultural. La fuerza de la arquitectura -humana y edificada- de Fernando Castillo Velasco la hacía ver más como una localidad de amables conjuntos habitacionales que sede residencial de creadores notables. El 24 de agosto de 2016, una mañana gris, esa situación cambió drásticamente: dos premios nacionales de artes -literatura y música-, recién galardonados, ya transitan por sus arboladas calles.




Manuel Silva Acevedo y Vicente Bianchi, vecinos de La Reina, recibieron similar noticia el mismo 23 de agosto. Bianchi llenó portadas por lo tardío del premio y lo avanzado de su edad, lo que en caso alguno lo desmerece. Seguramente reabrirá su caso el viejo debate entre música docta y popular, que no hace más que ratificar la necesidad de renovar los criterios de premiación.


Tal como, acertadamente, declara Silva desde su coyuntural tribuna ministerial, debería premiarse por aparte la poesía y la narrativa. Lo que no es desdeñable, sobretodo en un estado de ánimo nacional -tan reiterado como predecible- de depresión post Olimpiada de Rio de Janeiro.


Los ganadores de tales antiguos juegos se vinculan obviamente a las fortalezas de cada nación. Los africanos estimulan a sus corredores, de interminables piernas; Argentina promueve a sus deportistas colectivos, nacidos en una sociedad en que la vida en común es proverbial; los colombianos acuden a los fuertes músculos de sus pedaleros; chinos y otros orientales se refugian en sus tenistas de mesa, y Estados Unidos se vale de sus gigantescos jugadores de baloncesto...




Mientras en Chile, seguimos apostando por el deporte individual a la espera del milagro. Vale más un atleta que gana dos medallas que dos que ganan una... Otro signo de los tiempos del valor del éxito personal sobre el social, que tanto daño ha causado, desde la educación a las pensiones.


Sin embargo, en el caso de la poesía -único escenario en que hemos sido bicampeones mundiales- sigue existiendo el porfiado colectivo. Casi dos decenas de candidatos al reciente Premio Nacional; un galardonado al que de inmediato se le asocia a su grupo de origen, como Silva Acevedo con la generación del 60; un tren del metro recorre raudo la populosa línea dos, travestido de Gabriela Mistral; un poeta -Zurita- que hace recitales en el Centro Cultural Matta con la banda rock González y los asistentes y tiene gran repercusión en Buenos Aires...


El gesto no pasó inadvertido y Zurita alcanzó el viernes 12 de agosto la portada de la revista Ñ, que no trepidó en proclamarlo candidato al Premio Nobel: "Con la facilidad que han demostrado los poetas chilenos –recordemos a Gabriela Mistral y Pablo Neruda– para birlarles el Nobel de Literatura a narradores de todas las latitudes, no debería sorprender que Zurita fuera el galardonado este año, o el próximo".


Con tales espectativas, no sería un despropósito premiar separadamente a los poetas, todos los años quizás, dejando la bianualidad para los narradores, al menos hasta que alcancen la altura de los y las poetas.


En el entretanto, sigamos, como sociedad, disfrutando y queriendo a nuestros poetas, tanto en el cine, con el Neruda fugitivo amparado en el vigor colectivo; como en la música de los Asistentes que acompaña a Zurita, y en la calle Pricipe de Gales que entre bancos, farmacias y restaurantes "en progreso" ahora recibirá con su paso tranquilo y abrigo cordillerano al nuevo Premio Nacional, Manuel Silva Acevedo.

Un gran premiado.

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