Trenes, murales mexicanos, vecinos organizados en torno a su patrimonio, gastronomía tradicional, sedes universitarias activas, diarios de buen nivel… Podría ser una descripción convencional de Chillán, ciudad que ha sabido coexistir con su pasado y planificar, sin prisa ni pausa, su futuro. Hoy, éste se aproxima a paso firme que la lleva a convertirse en capital regional de Ñuble, con un flamante centro cultural en plena Plaza de Armas. Allí se desarrolló la reciente Convención organizada por el Consejo Nacional de la Cultura.
Ello significó una caravana de casi doscientos gestores, autoridades y consejeros venidos de todo el país, la mayoría de ellos en un nostálgico tren, revestido de homenaje al poeta Gonzalo Rojas, que dejó los maltratados rieles de la Estación Central de Santiago al mediodía del jueves 25 de agosto. Al encaminarse hacia el sur, fueron abordando el convoy directivos regionales de O’Higgins, Maule, mientras los de otras regiones debieron padecer la intranquilidad del avión, doblemente contrastante esta vez, con la placidez del ferrocarril.
Todos, sin excepción, traían la demanda que con alta probabilidad ocupará la formulación de las políticas culturales para el próximo quinquenio: la descentralización. Ella, junto a la aspiración de un mejor desarrollo humano y a la ya habitual inquietud por el cuidado y divulgación del patrimonio, ocuparon la mayor parte de las temáticas expuestas por los delegados en el momento de la participación, hábito que ha llegado para quedarse en el Consejo.
No pasó inadvertida la inquietud de muchos consejeros por el derecho a la cultura, subrayado por el Ministro Ottone en su discurso de cierre de la convención, y que había sido precisado por el expositor Grinor Rojo en su ponencia: "Cultura no es algo que no tengamos, respiramos cultura; podemos aspirar al derecho a una cultura de calidad". O, como se aclaró en una de las comisiones: lo que se debe ambicionar es el derecho a participar en la vida cultural, como consagra la declaración universal de los derechos humanos de Naciones Unidas. No son comparables el derecho a la cultura, que forma parte de nosotros con el derecho a la educación o a la salud, que es un deber del Estado, aclaró el profesor Rojo.
Los aportes de los consejeros presentes tuvieron un doble envoltorio que, coherentemente, arropó la convención anual: las exposiciones de expertos y las visitas patrimoniales a la ciudad sede.
Entre las primeras, una sólida conferencia del último ministro de cultura de Dilma Roussef, Joao Silva Ferreira, quien reforzó su experiencia con el relato de aquellas iniciativas interrumpidas por la acusación que acabó con el gobierno que integraba y culminó su charla con un vídeo, siempre emotivo y reforzador, del ex presidente uruguayo José Mujica.
Destacó también el diagnóstico del sociólogo Tomás Moulian -”no hay consumismo sin culto al dinero” y “el mall es el nuevo museo o lugar de exposición de los bienes deseados y a la vez, paseo donde la familia va a entretenerse”- junto al llamado a articular “múltiples movimientos culturales con carácter ideológico, es decir que tengan un proyecto país, que aún siendo de largo plazo deben movilizarnos, sin caer en el catastrofismo, para cambiar la cultura mercantilizada”.
El premio nacional de historia 2012, Jorge Pinto, reflexionó sobre el carácter centralizado de Chile, logrando descubrir, fruto de su propia experiencia vital, cuatro identidades en diferentes espacios del territorio nacional: la pampina, forjada por la herencia indígena, los estados nacionales de la post guerra del Pacífico con incrustaciones del cristianismo de Oriente, lo que produce una identidad pluriétnica y multiracista que contribuye a generar el fuerte movimiento sindical pampino. El norte chico ha determinado la que llama identidad del desarraigo, forjada en los valles cuyos habitantes van y regresan conforme a las necesidades de la agricultura o la minería y que constituyen una cultura festiva de despedidas y bienvenidas múltiples. La tercera identidad, para Pinto, es Valparaiso, "puerto de nostalgia" al decir de Salvador Reyes, que consagró al mar como “la patria de todos los soñadores”, que en los años sesenta agregó su carácter de ciudad universitaria, que hoy lucha por evitar convertirse en una mole de cemento. La cuarta es la Araucanía, forjada por abusos y atropellos, con mucha violencia cuyas víctimas son tanto mapuches como campesinos y migrantes que, a la postre se refugian, cada uno en su propia identidad.
Con su habitual perspicacia, el sociólogo Manuel Antonio Garretón se preguntó "¿A qué desafío debe responder el nuevo Ministerio? Al qué queremos ser como sociedad", se respondió, agregando que es necesaria una nueva amalgama social luego que la anterior -la política y sus partidos- ya no cumple ese rol. Advirtiendo que ese proceso pasa por avanzar "enfrentando los poderes de una prensa no plural, la dominación económica sobre las ciudades, y fomentando el intercambio interregional e intraregional.
El entorno chillanejo, con actividades en el centro de extensión Alfonso Lagos de la Universidad de Concepción y la emblemática escuela México con el mural de David Alfaro Siqueiros “Muerte al invasor” consideró también visitas guiadas al tradicional mercado y al barrio ultraestación. Allí, sus vecinos apoyados por el programa municipal de patrimonio, han construido un formidable relato de su sector, segregado de la ciudad por la vía férrea, que se resiste a decaer y mantiene vivas algunas chicherías y vinerias que conservan en la memoria los buenos viejos tiempos en que fuera conocido como Villa Alegre, que alberga la casa donde vivieron, niños, los hermanos Parra y donde aún es posible escuchar una canción tradicional y degustar churrascas y café de trigo.
Los visitantes pudieron además disfrutar de manifestaciones escénicas “externas” como la Contadora de películas de la compañía Teatro Cinema, animada por Juan Carlos Zagal, también expositor de la rica trayectoria de su compañía, y la original cocina publica del Teatro Container que expuso un almuerzo masivo y participativo que permitió a los convencionales disfrutar de una novedosa experiencia a la que contribuyeron cocinando con sus propias manos.
El regreso, en el mismo tren engalanado con Gonzalo Rojas, fue desgajando delegados en las estaciones intermedias y dejó en los participantes el desafiante mandato de poner a la descentralización con todos sus bemoles en el centro (¿será esa la palabra?) de la construcción del desarrollo cultural en los años venideros y a la vez, insertar a la cultura en el corazón del debate nacional.
En efecto, ya no aparecieron en esta convención los temas que desvelaron sus primeras versiones: Infraestructura, Gestión, Audiencias, Financiamiento. Son tarea resuelta por un Consejo Nacional de la Cultura maduro que asoma en condiciones de introducir la Cultura en las políticas Públicas de interés general.
El Consejo Nacional de la Cultura participativo y vinculante que ha superado las etapas de crecimiento, sale fortalecido de su convención anual y se dispone a resolver los últimos nudos institucionales pendientes como son aquellos de la reformulación del sector patrimonio, por la vía de un ministerio.
En los sitios de la conversación informal de Chillán y en los vagones del tren de Rojas quedó una inquietud en más de algún consejero ¿será el ministerio, no vinculante y más rígido que un consejo, la mejor fórmula institucional para profundizar la descentralización, la participación y los demás temas acuciantes del futuro cercano que surgen como mandato de esta convención?
De pronto parece que el tren ministerial y centralizado va para otra parte.
Todo iba tan bien: el viaje en tren, los expositores, la universalización del mar como "la patria de todos los soñadores", hasta que al final, cuando todos parecieran estar de acuerdo, emerge nuevamente la duda, ¿hacia donde irá la cultura si "el tren ministerial y centralizado va para otra parte"?
ResponderBorrarNadie dice que los trenes no puedan cambiar el rumbo si los pasajeros lo piden...
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