10 diciembre 2015

ANDRÉS RODRIGUEZ, ALREDEDOR DE UNA MESA



No es fácil conocer a Andrés Rodríguez. Se auto define como "independiente, que nunca he participado de la política, ni militado en un partido. He trabajado con todos los alcaldes de distintos signos, pero centrado en los objetivos artísticos y profesionales del Teatro".  La mayoría de sus declaraciones en estas décadas, se relacionan con su trabajo. Como las fotos, normalmente en el teatro, sentado en sus butacas, parado en el hall o en esa oficina que no ha experimentado cambios durante sus 34 años de ocupación por Andrés. Busqué con denuedo alguna imagen que lo mostrara como lo recuerdo principalmente: en reuniones de pares, de gestores culturales o en sesiones de directorios de corporaciones en los que coincidimos.


Pudo ser alguna imagen de las semanales sesiones de los martes de 1996 cuando preparábamos el encuentro de legislación cultural que culminó en noviembre de ese año, en el Congreso, cuando Andrés presidió la Comisión de Financiamiento privado. O alguna de las decenas de reuniones del Directorio del Centro Cultural Estación Mapocho, en el que Andrés participa casi desde sus inicios, en representación de la Corporación Municipal de Santiago, una de las socias fundadoras.

O alguna de las varias sesiones en las que construimos colectivamente la institucionalidad de la Corporación centro cultural Gabriela Mistral -la que finalmente encontré- donde, hasta hoy, ocupa una silla en su Directorio.

Es ese Andrés, compartiendo una mesa de sesiones, el que aprendí a valorar y respetar, como persona y como profesional. Así fue como compartimos proyectos hermosos y notables, como la traída de la IPO dirigida por Zubin Metha o los festivales de verano Lo mejor del Municipal que presentamos en el Centro Cultural Estación Mapocho durante varios años.

Un acuerdo con él es un acuerdo que se respeta, una recomendación de algún espectáculo musical u operístico, en Chile o el exterior, es siempre adecuada.

Como sus declaraciones a Revista Capital del 29 de octubre respecto de su sucesor, Frédéric Chambert: "Lo conozco de antes, de hecho se produjo una coincidencia increíble, porque nosotros programamos hace tres años la coproducción El turco en Italia, siendo Frédéric el director del teatro de Toulouse y yo el de Santiago. Estando él aquí, porque los directores suelen asistir a los estrenos, se anuncia que él era el elegido para sucederme en el cargo. Puedo decir que tengo una buena relación con él, creo que es una persona seria, profesional y responsable". 


¿Entonces, tiene su venia?, pregunta la periodista Vivian Berdicheski: "No se necesita mi venia, pero se merece mi respeto".

Sobre su futuro, también es escueto: "No, no me voy a retirar de la actividad profesional, voy a seguir en la gestión cultural. Tengo algunas alternativas, pero tampoco quiero apresurarme. Hay que hacerlo meditativamente y por el momento mi cabeza está concentrada en terminar bien el año".

De modo que más que enumerar los múltiples logros en el Teatro que dirigió desde que el Alcalde de Santiago Carlos Bombal lo seleccionara en las aulas de la escuela de Derecho de la Universidad Católica para ello, me pareció interesante dar una mirada a aquellos otros lugares en los que la experiencia de Andrés sigue dejando huella. Su tenacidad para que la futura gran sala del GAM sea acústicamente perfecta; sus aportes en diversos procesos legislativos relacionados con las donaciones privadas, o su persistencia en obtener autorización para el consumo de alcohol en los intermedios de óperas y conciertos, como acontece en los teatros del mundo. Todo siempre -como abogado- bajo el imperio de la ley, sea ésta existente o por existir.

Cuando hace casi veinte años, en 1996, una colega pidió mi apoyo a la postulación de Andrés al Premio Ernesto Pinto Lagarrigue de gestión cultural, que entregaba la Fundación Amigos del Arte, no dudé en darlo, tal como acabo de asistir al reconocimiento que le entregó la Corporación del Patrimonio Cultural. Galardones que se deben a su gran labor en beneficio de las artes musicales y escénicas, aún considerado su penosa subsistencia bajo dictadura.

Sin ser, por lejos, el miembro de directorios que ocupa más líneas en las actas de las sesiones, sus observaciones suelen ser meditadas y serenas. Destreza que -ahora sabemos- práctica observando pájaros. No me sorprende.

Por ello, quienes compartimos las mesas de directorio en el Centro Cultural Estación Mapocho, el GAM y la FOJI almorzamos con Andrés para reconocer su trabajo como gestor cultural.

Alrededor de una mesa.

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