18 octubre 2008

CULMINÓ EL SEPTIMO ENCUENTRO DE LA RED DE CENTROS CULTURALES DE AMÉRICA Y EUROPA: MARACAIBO 2008

La reunión de Centros acordó convocar a una Cumbre de Redes Culturales en 2010, con el objeto de coordinar acciones con redes como IFACCA, Iberformat, Red Cultural del Mercosur y otras.

La actividad anual más relevante de la Red de Centros Culturales de América y Europa culminó con éxito. El tema central fue LA CIUDAD y "el papel que cumplimos los Centros Culturales en la construcción de ciudadania, patrimonio, ambiente, es decir, analizar y mostrar la trascendencia asi como el impacto cultural educativo que tiene nuestros espacios" según explica Régulo Pachano, director del Centro anfitrión.

Además se aceptó por unanimidad, como miembro pleno al Centro de Gestión del Patrimonio Turístico y Cultural de la Universidad de Valparaíso.

La conclusiones fueron firmadas el viernes 17 de octubre en el Centro Cultural Lía Bermúdez de Maracaibo. Entre ellas, se acordó respecto de los Próximos Encuentros:

1- Se confirmó, por votación del plenario de los miembros, a Fundación Casa de América de Génova, Italia, como sede del VIII Encuentro de la Red de Centros Culturales de América y Europa en el año 2009. Por votación del plenario de los miembros se aceptó como tema central para en VIII Encuentro ‘’Migración y Cultura en América y Europa’’. Por votación del plenario de los miembros se proponen los siguientes ejes temáticos:
- Integración
- Diversidad
- Cooperación
- Interculturalidad
- Multiculturalidad
- Diálogo de Cultura
La Secretaría Ejecutiva redactará un escrito explicativo sobre el tema y los ejes elegidos, para ser distribuido entre los miembros de la Red de Centros Culturales de América y Europa.

2- Se confirmó, por votación del plenario de los miembros, al Centro Cultural de la Universidad Católica de Ecuador como sede del IX Encuentro de la Red de Centros Culturales en el año 2010. La propuesta fue presentada bajo comunicación de la Universidad Católica de Ecuador recibida por el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez.

3- La Secretaría Ejecutiva, el Centro Cultural Lía Bermúdez y el Centro Cultural propuesto como sede para el 2010 celebrarán una reunión previa al encuentro de Génova, al efecto dar cumplimiento de los estatutos, y proceder con las cuestiones organizativas del próximo encuentro.

4- Se aprobó por el plenario de los miembros realizar un Encuentro de ‘’Red de Redes’’ en el año 2010. Se propuso como institución organizadora el Centro Cultural General San Martín, de Buenos Aires, representado por si Directora la Prof. Maria Victoria Alcaraz.
En consecuencia, la siguiente cita sera en septiembre de 2009 en Genova, Italia y el 2010 fue aprobado Quito, Ecuador, como sede del noveno encuentro de la Red.

05 octubre 2008

EL DÍA EN QUE NACIÓ NUESTRO MODELO DE DESARROLLO CULTURAL

El 5 de octubre de 1988 es el momento del nacimiento del concepto de gestión cultural en Chile. No se trataba de cambiar un gobierno por otro, ni un régimen militar por otro civil. Se trataba de construir una institucionalidad para la cultura a partir, entre otras, de la fuerza demostrada en la campaña del No.

"Una situación que agobiaba al arte y la cultura, como la descrita, no podía prolongarse. Con el plebiscito del 5 de octubre de 1988 se consagró el inicio del retorno de la democracia. El general Pinochet llamó a votar sí o no por la continuidad de su régimen. La campaña del No, desarrollada fundamentalmente en la franja electoral de la televisión contó con la entusiasta participación del mundo de la cultura, con el lema La alegría ya viene. Fue la resurrección de una creatividad que estaba apagada y la celebración del triunfo, un momento que muchos recordaremos como de los más impactantes de nuestra vida.

Después de una noche muy tensa en la que se pensaba que Pinochet iba a desconocer los resultados, los llamados del Comando del No fueron a postergar las celebraciones. Estaba esa noche en el diario La Época, donde había trabajado todo el día en la cobertura de las votaciones. Era uno de pocos del periódico con experiencia en día de elecciones pues en el equipo primaban jóvenes egresados de la primera generación de periodistas de la Universidad de Chile, posterior al golpe. Recuerdo haber explicado a mis colegas la diferencia entre votos emitidos y los válidamente emitidos, distinción clave para la presentación de los resultados. Tal conocimiento me valió quedar a cargo de escribir, en la portada del 6 de octubre, el resultado de la votación. Mientras en la oficina del Director, Emilio Filippi, se descorchaba champagne, en el computador de su secretaria, escribí el porcentaje de votos del No, con ese agradable sonido como fondo.

El jueves 6 de octubre fue carnaval. Corrió solo y llegó segundo tituló un diario. Lo derrotamos con un lápiz coreó otro titular. Bajar desde el sector alto de la ciudad al centro era prácticamente imposible. La gente detenía sus vehículos, se bajaba de los buses y se abrazaba. Vi decenas de rondas espontáneas en plena calle de miles de chilenas y chilenos que bailaban y se tomaban las manos sin siquiera conocerse. Algo había cambiado y se estaba expresando a plena luz del día. Muchos años de silencio comenzaban a quedar atrás.

Si algo se movió por lograr la victoria plebiscitaria fue el mundo de la cultura, en una inédita unanimidad y contagió al resto de la sociedad con su optimismo. Es imposible precisar la cantidad de creadores y artistas que se sumaron a esta campaña. Es más sencillo determinar cuántos integrantes del mundo de la cultura se restaron: casi ninguno. Los escritores crearon un libro en el que un centenar de ellos exponía sus motivos de la negativa, ilustrado por artistas plásticos. Se desconoce antología alguna que reuniera a tal cantidad de plumas diciendo más o menos lo mismo, pero allí lo relevante no era cuantos escritores estaban pues sus nombres llenaban la portada; no qué decían, sino como lo hacían, entregando argumentos para que la población accediera a ellos, y votara No, abrumada por tal efluvio de ideas tanto disparatadas como razonables.

La fortaleza del compromiso del mundo de la cultura llevó a que sus integrantes, hasta entonces marginados de la vida social y creativa del país, ingresaran de manera natural y desde su especificidad a una campaña por la vida, entendiendo que la vida para un artista es bastante más compleja que la mera supervivencia o la clásica trilogía del pan, techo y abrigo. Incluso la sorprendente creatividad de la campaña fue objeto de un seminario de estudio y una publicación posterior.

El mundo de los creadores tomó conciencia además de la relativa autonomía del mundo cultural, ganada a fuerza de luchar contra la oscuridad con armas poco clásicas en la política nacional como un spot, un cuadro o un libro. La cultura había descubierto su capacidad de convocatoria, pero no sólo desde un escenario sino desde una opción vital, demostrando que un discurso por los derechos humanos, por recuperar la alegría, por la calidad de vida... llega mejor cuando es expresado por los artistas, por sus propios autores que encarnan un deseo social y popular.

La participación del mundo de la cultura en la campaña del No estaba muy lejos de ser un artilugio para trabajos posteriores. De hecho, no existían en el aparato público posiciones atractivas para un artista o un intelectual. No había Ministerio de la Cultura ni se sospechaba la perspectiva de un Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Sólo existía en el aparato público un Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación que administraba un ballet folklórico, un grupo teatral itinerante y una orquesta que solían introducir actos oficiales. No era precisamente un botín apetecible. Había que hacerlo todo.

Por eso sitúo en ese momento el nacimiento del concepto de gestión cultural en Chile. No se trataba de cambiar un gobierno por otro, ni un régimen militar por otro civil. Se trataba de construir una institucionalidad para la cultura a partir, entre otras, de la fuerza demostrada en la campaña del No.

Históricamente, los dirigentes políticos tenían una cierta relación con los artistas. Los primeros llamaban a los segundos a apoyar sus mítines con arte: cantar, bailar, recitar, actuar, hacer de locutores y hasta vestir las camisas con colores que caracterizaban a un determinado partido. Como contraprestación, los artistas así convocados, además de la satisfacción ideológica, podían recibir contratos de actuación, de edición, de trabajo burocrático aliviado y, los más afortunados, misiones en el exterior.

Esta relación se cortó con la dictadura, reemplazándose muchas veces por las becas Pinochet de exilio voluntario por persecución desatada o por expulsiones del país. Los casos de intelectuales y artistas beneficiados por la dictadura son escasos y, en ocasiones, deshonrosos.

La posibilidad de una victoria del candidato presidencial de la Concertación de Partidos por la Democracia, en las elecciones de 1989, planteó en el mundo de la cultura la pregunta de qué hacer, se entendía que no se deseaba continuar con la ausencia de política cultural de la dictadura, pero tampoco querían regresar a la dependencia exclusiva del gobierno.

Comenzó entre grupos de la cultura la inquietud de formular algunas ideas programáticas que orientaran el quehacer del desarrollo cultural del próximo gobierno democrático.

Dos negativas eran claras: a la prescindencia gubernamental absoluta en el desarrollo cultural, dejándolo sólo a merced del mercado y también al gobierno interviniendo y escogiendo a los artistas que beneficiaría. En palabras técnicas, el modelo de un estado que planifica, ejecuta, produce y financia acciones y actividades artísticas y culturales no era deseable. Porque comenzaba a fallar en otras partes del mundo y porque en el propio Chile se había prestado para algunas arbitrariedades, igualmente inaceptables para un espíritu creador y libertario. Además, por otra razón aún más poderosa: en Chile, las tareas del desarrollo cultural con financiamiento público, habían terminado en un desastre, cuando el gobierno encabezado por Pinochet no estuvo por estimular el desarrollo cultural, éste sencillamente se detuvo. Y llegó el apagón. Este era el principal No. No más apagón. Por tanto, una sociedad en la que si bien el estado tiene un rol que jugar en el desarrollo cultural, no es actor único y debe compartir ese rol con la sociedad civil".

Cita del Capítulo 3 LA CULTURA BAJO DICTADURA, páginas 66 a 69, del libro "CULTURA ¿quién paga? Gestión, Infraestructura y Audiencias en el modelo chileno de desarrollo cultural" Arturo Navarro, RIL editores. Santiago, Noviembre 2006.

04 octubre 2008

PROPIEDAD INTELECTUAL Y PATRIMONIO CULTURAL

Conferencia en el SEMINARIO INTERNACIONAL DE PROPIEDAD INTELECTUAL 2008 organizado por la PDI. 3 de octubre 2008.

Agradecimiento y confesión. En primer lugar, debo agradecer la Invitación de la Policía de Investigaciones de Chile a este Seminario y confesar que mi presencia aquí se debe fundamentalmente a la sorpresa grata que me provocó, hace dos meses, la aparición pública de la Brigada de Propiedad Intelectual de Investigaciones.


Me sorprendió que su Jefe reconozca en Artes y Letras del 3 de agosto que, hasta su creación, sólo se castigaba “la flagrancia” ya que “por tiempo y capacidad operativa” no se abarcaba el círculo completo de la piratería.
Qué ingenuos los legisladores que creyeron que endureciendo las penas a los piratas en la Ley del Libro se acabaría con el mal. Hay que crear leyes, pero también ocuparse de su “gestión”, dar recursos para que se cumplan.
Tanto, que me inspiró un sentido texto que publiqué entonces en este mismo blog: Libros, piratas y policías: http://arturo-navarro.blogspot.com/search?q=piratas+polic%C3%ADas

En segundo lugar, debo reconocer que el tema en el que se me solicitó participar, me pareció irresistible. Me llevó mentalmente y sin transición a la Universidad de Harvard, específicamente a la Widener Library (en la foto), dónde hace un par de años disfruté de una beca para escribir un libro, tiempo durante el cuál pude reflexionar sobre éste y otros temas, pero sobretodo, sobre la relevancia que tiene el conocimiento para el desarrollo de la humanidad y lo distantes que estamos nosotros ya no de un país, sino simplemente de una de las universidades destacadas de un país, en el terreno del conocimiento y la necesidad de preservarlo, protegerlo y estimularlo.




Desde los inicios de la humanidad, Bibliotecas y laboratorios son la única forma de generar conocimiento.
Y el conocimiento es botín de guerra…
Los países estimulan la investigación en centros universitarios y de otro tipo para ganar la carrera del conocimiento. Muchas veces no lo liberan hasta que ya se ha desarrollado un nivel superior (Internet fue primero de uso militar).
Los ejércitos victoriosos suelen llevarse cautivos los conocimientos de los derrotados. Lo hicieron los Estados Unidos con científicos alemanes que contribuyeron a la Bomba Atómica.
Lo hicimos los chilenos con la Biblioteca, laboratorios y otras especies científicas luego de la ocupación de Lima durante la guerra del Pacífico.


Pero, aún así, el desarrollo del conocimiento es DESIGUAL. Y se generan BRECHAS entre países desarrollados y países más pequeños que son muy difíciles de salvar.
De modo que los países más pequeños deben luchar no sólo con la ausencia de Investigación académica, la ausencia de profesionales capacitados sino también hacer esfuerzos para no profundizar tales BRECHAS del conocimiento. O, al menos reducirlas o intentar mantener su dimensión.

Por tanto, es necesario PROTEGER el conocimiento generado.
Sin embargo, existe un conocimiento que no se deriva SÓLO de la investigación o las lecturas y estudios, sino también de otros aspectos más misteriosos como el talento de los creadores, la generosidad de la naturaleza o las culturas ancestrales.

Ello explica, por ejemplo, los dos chilenos Premios Nobel de Literatura, las Torres del Paine o la riqueza de la cosmogonía mapuche.

Mistral y Neruda usaron bibliotecas; los naturalistas que descubrieron la Torres se documentaron para estudiar su fauna, flora y clima, los antropólogos compararon la mapuche con otras cosmogonías para analizarla.

Este conocimiento, que no está sujeto a la BRECHA derivada de la investigación científica, constituye un patrimonio del país y genera una IDENTIDAD. La que, paradojalmente, está basada en la diversidad.

Lo que nos une es la IDENTIDAD.
La identidad de un país es todo aquello que lo hace diferente a los otros. Lo que inequívocamente nos hace distinguirnos de otros como chilenos y no suizos ni nepaleses.
Es decir, si queremos tener una “imagen país” primero hay que tener país.

Lo que nos distingue es la DIVERSIDAD.
La diversidad es un elemento presente en todos los países en el mundo global.
Chile es multicultural. Ya no hay casi sectores mono culturales en el mundo, homogéneas. Todos somos al menos hijos de dos culturas. Los hispanos en EE.UU., los turcos en Alemania, los marroquíes en España… Los hijos de la TV e Internet en Chile.

Con mayor razón entonces debemos proteger este conocimiento identitario y diverso.
Julio Cortázar lo graficó maravillosamente en un comic en el que un héroe como Fantomas debía luchar contra un maligno que pretendía quemar todas las bibliotecas del mundo, así podría dominarlo, porque perdería sus raíces y se desintegraría.
Porque además, este conocimiento identitario es valioso y en ocasiones IRRECUPERABLE.

También suele ser ENDÉMICO, es decir, permanente y exclusivo de un sector o una cultura. Que no se da en otras circunstancias, al igual que ciertas especies vegetales, como la Palma chilena.


¿CÓMO PROTEGER ESTE PATRIMONIO?
Los países para ello se dan leyes, en nuestro caso:
Las Definiciones de Política Cultural 2005-2010
El Proyecto de Ley que crea el Instituto del Patrimonio
La Ley de Fomento del Libro y la Lectura (1993), que pecó de una gran INGENUIDAD. Estableciendo penas para los “piratas” del libro pero sin establecer un organismo policial que las investigara y persiguiera. Olvidó que el hombre es un “animal económico” que justificaría la piratería por el menor precio. No hemos sido capaces –gestores culturales y policías- de instalar en el imaginario colectivo la condición delictual que implican la piratería editorial, fonográfica y audiovisual.


Se requiere entonces, para protegerlo, una doble acción:
1. Comunicacional : Muchas veces se trata de una acción contra intuitiva: convencer de algo que lógicamente no calza como comprar más caro; pagar por algo que ha sido gratis.
Es más fácil prohibir en la Biblia comer cerdo que explicar que la triquinosis puede matar.

2. Policial: Investigar el verdadero origen de la piratería y llegar al capitalista y al cerebro de la operación más allá del vendedor que es el último eslabón de la cadena y que muchas veces es protegido por los propios consumidores que lo ven como un asalariado que les permite escuchar música barata.


La complejidad de Internet.
El mundo virtual ha generado una nueva complejidad a la defensa de la propiedad intelectual. Hoy toda la información está prácticamente disponible y mucha gente aspira a que sus contenidos sean leídos. Se ha producido una REVOLUCIÓN del conocimiento y el problema es más bien ordenar, seleccionar, priorizar, sistematizar la información para poder utilizarla: “separar la paja del trigo”.
La sensación es que en una buena biblioteca (real o virtual) puedo escribir casi cualquier libro de casi cualquier tema.
Entonces se hace complejo también delimitar lo que es Propiedad Intelectual y lo que es Patrimonio.
Se produce el fenómeno de creación de un valor de conocimiento agregado, que tiene que ver con la capacidad de ver lo que otros no captan y de agregarle CREATIVIDAD: VAC (valor agregado de creatividad).


Los creadores y el VAC.
En este terreno, los artistas, los creadores (hombres de ocio), tienen ventajas comparativas respecto de los hombres de neg-ocio (el trabajo es la negación del ocio).
Tienen desventajas en cuánto suelen no ser capaces de valorizar su aporte al neg-ocio y por tanto ser minusvalorados por el hombre de negocios.
Por ello, surge la figura profesional intermedia del GESTOR CULTURAL, un hombre de acción que actúa como hombre de creación y viceversa.
Cada vez los artistas son más demandados por los empresarios (diseños de vasos de COPEC hechos por Mario Toral, por ejemplo). Necesitan de su creatividad porque ya todo se puede producir y a bajos costos (los productos son semi desechables). Lo que no se puede producir en serie en la creatividad también llamada innovación.

Defender la propiedad intelectual.
Por ello se hace indispensable defender esa capacidad intelectual de creación, no sólo para dar sustento a quienes trabajan en ello, sino para evitar copias, robos de ideas, plagios, suplantaciones, etc.
Incluso eso puede, en algunos casos, ir más allá de la voluntad de dejar su “propiedad libre” de algunos creadores. Es la sociedad la que debe velar porque estos procesos estén regulados.
En este plano propiedad intelectual y patrimonio se identifican. Ambos deben ser protegidos por el Estado


Cinco cosas que el estado debe hacer para proteger el patrimonio.
El fallecido profesor Mark J.Schuster (Preserving the built heritage. University press of New England. Hanover and London. 1997) plantea que hay cinco y sólo cinco cosas que el gobierno puede hacer –cinco diferentes herramientas que pueden usar- para implementar sus políticas de diseño urbano, incluyendo sus políticas de preservación del patrimonio inmobiliario. La intervención del gobierno en la preservación y uso sustentable del patrimonio continúa siendo una actividad necesaria en un mundo dependiente del mercado para la iniciativa y la inversión.


Reflexión final sobre las comunicaciones.
Cuando se descubre un acto de piratería, los medios suelen mostrar el decomiso, la destrucción de las especies, los volúmenes incautados.
No se informa sobre el daño individual que cada pieza pirata puede provocar: libros que se desarman al abrirlos, letra ilegible, textos incompletos, papel de baja calidad, CDs que dañan equipos reproductores, información equivocada en las carátulas. Tampoco del daño económico que causa al autor o editor que deja de percibir sus derechos.

Cuando se trata de robo de obras de arte, se suele mostrar sólo a sus “cuidadores” (particulares o responsables de museos) quienes por cierto amplifican o exageran el daño de cara a los seguros, reclamos al Estado, etc. Además, para demostrar que lo que ellos cuidan es de gran valor (y que son mal pagados, disponen de poco presupuesto)
Éstos, además prefieren acusar a “mafias internacionales” o “robos por encargo” para justificar más fácilmente negligencias de seguridad o descuidos funcionarios. Es más glamoroso que reconocer que quién robó fue un simple estudiante o un ladrón cualquiera.
Es necesario INVESTIGAR periodísticamente y no quedarse con las primeras versiones de los directamente afectados.

01 octubre 2008

VALPARAÍSO COMO ESCENARIO ¿LAS PERSONAS COMO PROTAGONISTAS?


Foto: Año Nuevo 2008.Catalina Navarro.

Si los porteños destacan en tan diversas áreas y lugares variados del mundo ¿Porqué la ciudad no logra reencontrar ese destino sostenible que la caracterizó durante siglos?

Imagino para Valparaíso la creación de una autoridad derivada de una organización fundada por representantes del estado, las empresas, las universidades y la sociedad civil, bajo la forma de una corporación cultural sin fines de lucro.


El arquitecto Alejandro Aravena y el urbanista Pablo Allard recordaban, en sendos artículo de prensa recientes, una pregunta que, como toda cuestión bien formulada en el momento y lugar adecuados, les cambió la carrera a ellos, a varios profesionales más e influye en la vida de millones de beneficiarios de políticas públicas en vivienda: “Si la arquitectura chilena es tan buena. ¿Porqué la vivienda social es tan mala?”


Ilustraban así el premio León de Plata que recibió el “do thank” Elemental, en la Bienal de Venecia caracterizándolo como resultado de la conjunción única entre Estado, empresa, universidad y sociedad civil. Detallándolo como “una política habitacional que ha sabido corregir los errores del pasado manteniendo la cobertura, la disponibilidad de fondos para la investigación y la innovación; la confianza de empresas privadas que entienden la responsabilidad social empresarial como un compromiso país y no como marketing, y el fortalecimiento de la sociedad civil de la mano de las ONG y voluntarios que por años han organizado la demanda…”


Podríamos parodiarlos inquiriéndonos algo así como “Si los porteños destacan en tan diversas áreas y lugares variados del mundo ¿Porqué la ciudad no logra reencontrar ese destino sostenible que la caracterizó durante siglos? ¿Porqué teniendo la voluntad más que demostrada del estado (expresada en Parlamentos, consejos de la cultura, carnavales, patrimonios de la humanidad…), la presencia de empresas exitosas, universidades en cantidad y una sociedad civil de las más activas de Chile, estos 4 elementos no logran ensamblar, con viento a favor, hacia una misma dirección?


En otras palabras, con Vargas Llosa, ¿cuándo se jodió el Perú, Zabalita? ¿Cuándo nos pusimos llorones? Lo digo porque en un reciente encuentro de formadores universitarios en gestión cultural en el que esta Universidad brilló con luces propias y Ernesto Gómez maravilló a los colegas argentinos con la única Escuela de pre grado de ambos países, un experimentado gestor argentino recordó a un maestro que antes de comenzar reuniones con gente del arte y la cultura preguntaba. “¿vinieron llorados?”. Es decir ¿han venido sólo a quejarse o a actuar en positivo? Debo confesar que de haber formulado la pregunta a muchos círculos porteños en que he participado en las últimas décadas, habríamos ahorrado lágrimas, malos ratos y ganado mucho tiempo.


De pronto me vino la idea de que los llantos son fruto de un largo fenómeno de decadencia o más bien de desgaste, de darnos cuenta que fuimos despojados de los medios que nos unían al resto del mundo desde dónde provenían los antepasados, la mayoría de ellos, herederos de naufragios, que llegaban con lo puesto y en ocasiones, como un antepasado griego de un gran amigo, aferrado a una cortaplumas afortunadamente clavada a un tronco flotante.


Efectivamente, ésta es una ciudad de origen y ritmo de barcos y ferrocarriles, esos eran sus conexiones con el mundo. ¿Han visto algo más grotesco que un colorido bus de turismo maniobrando en las cercanías del Palacio Baburizza o intentando acceder al Museo Lord Cochrane? ¿Imaginan en el más enfebrecido de los sueños a un avión aterrizando en las pocas calles del Plan de Valparaíso?


Valparaíso es tierra de navíos y trenes, compatible por cierto con ascensores y troles pero discordante con aeroplanos y buses (basta recordar la efímera vida de los microbuses japoneses mitsubishi, de los sesentas, jadeantes y fallantes ante primer metro de cerro con discreta empinación).


Y esta metáfora no es menor, porque desde las ventanas del tren o las escotillas del barco se aprecian los detalles, la velocidad no bloquea el paisaje, sino que lo destaca. Y nuestros cerros son hermosos por el punto, no necesariamente por el plano general. Cada color, cada escalera, cada curva… forman parte de un todo armonioso que sólo es brutalmente atropellado por las magnitudes colosales de un edificio del Congreso o un proyecto de Niemeyer. Hagan la prueba a que nos sometió Mathias Klotz hace unas semanas en el Museo Nacional de Bellas Artes e imaginen el panorama del anfiteatro porteño con y sin Congreso, con y sin Niemeyer…


Creo que nos desgastaron, por roce, los amantes de la velocidad, del supermercado en lugar del almacén de barrio, los enemigos del trole y amantes de los bocinazos, los derribadores de colegios centenarios para construir adefesios, los electronificadores de bolsas de comercio, los compradores de pan plastificado en lugar de humeantes batidos…


Y no supimos dar la pelea. Muchos nos fuimos. Mientras más lejos, con mayor cargo de conciencia. Mientras más viejos, apurando más a los hijos para que retornen. Y ahora estamos alertas, esperando no la carroza como el filme, sino el milagro de que volvamos a ser sustentables, que alguna marejada silenciosa o un tren improbable nos vuelva a depositar en estas costas a un Federico Santa María, una Sara Caces de Brown, un Pascual Baburizza, un Lautaro Rosas, un Gómez Carreño, un nuevo Urenda o un Vuskovic 2.0 y en el mejor de los casos, una congregación de misioneros que enloquezcan por educar a nuestros hijos (…ojalá cerquita del sporting).

Pero los desembarcos milagrosos existen sólo en las páginas de Carlos León, Roberto Ampuero, Juan Luis Martínez o las películas de Aldo Francia. Lo demás debemos hacerlo nosotros… Como siempre, como lo hicieron nuestros antepasados y además, hacerlo sostenible, como las casas de la punta más alta de nuestros cerros. Y con responsabilidad social como se utiliza el lenguaje ahora…


Pablo Allard, en La Tercera, nos señalaba que la responsabilidad social debe ser “un compromiso país” y no uno más de los “siete jinetes del marketing”, como muchos empresarios lo entienden y que en ese caso no pasa más allá de ser una moda.


Desde este punto de vista, las motivaciones de las empresas grandes van variando conforme a las necesidades del mercado. Por tanto, es complejo pensar en una responsabilidad social permanente y “gratuita”.


Consecuentemente, propongo que más que esperar el “desembarco” del milagro desde las empresas y el mercado, tan ennegrecido en estos días, sustentemos la sostenibilidad desde las personas que ha sido el bien más preciado de esta ciudad.


Y el trabajo con las personas tiene, según mi experiencia, mucho que ver con el trabajo de las audiencias y por tanto de la gestión cultural.


Enfrentar la gestión cultural en Valparaíso implica una paradoja. Geográficamente es una gran platea, pero la ciudad es más bien usada como escenario de una infinidad de manifestaciones que no involucran a sus habitantes.

En gestión cultural se debe considerar no sólo aquellas actividades que acontecen en el escenario, sino también a las audiencias. De otro modo, tenemos sólo eventos y no los hábitos de consumo que sustentan el desarrollo cultural.

Para complicar la situación, Valparaíso es históricamente tierra de emprendimientos, de una enorme diversidad de agrupaciones y personas que asumen iniciativas artísticas e intentan llevarlas a cabo, normalmente, sin considerar si tendrán o no audiencias debidamente preparadas para recibirlos. Terreno fértil para la frustración.

En este contexto se suceden avances y retrocesos.

En la infraestructura emblemática de la ciudad: nacen y mueren proyectos de recuperación de la ex Cárcel, culminando (¿por cuanto tiempo?) con una propuesta arquitectónica que podría llegar a ser el símbolo de ocupación del escenario sin sospechar los intereses de la platea; sucesivamente se demuele, se interrumpe la pérdida, se abandona, se compra y se vende el Edificio Luis Cousiño para intentar atraer a él una instancia formadora de agentes culturales y, ojalá, de públicos; el Palacio Baburizza parece encontrar el inevitable camino largo de catastrar sus bienes y convertirse de residencia en museo; el Teatro Municipal se equipa, se sanea y se compra para la ciudad, requisitos básicos para iniciar proyectos de creación de audiencias en paralelo con la formulación de su línea curatorial; la Biblioteca Severín no logra reverdecer laureles de anteriores administraciones; el ex Café Vienés se inspira, afortunadamente, en su concurrida ubicación para incursionar en una oferta cultural variada que debería encontrar, en diálogo con sus visitantes regulares, una línea editorial, así como debiera tenerla pronto el centro de extensión del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes ubicado en el recuperado ex Correo.


Futuros grandes eventos ofrecen oportunidades para la ciudad, buscando acompañar al Carnaval, que hace mucho rato debió ser ciudadano -enraizado y gestionado en la cultura local- y al notable festival de cine patrimonial que coquetea con Viña del Mar descuidando la perseverancia espacial que deben tener estas manifestaciones para educar a sus audiencias. El Forum de las Culturas parece ser una ocasión para decir “Paso”, mientras el Congreso de la Lengua, oportunidad para lo contrario: estrenar en Valparaíso un nuevo modo de hacer gestión cultural de una ciudad que se convierte de escenario en platea para sus habitantes.


Es que cuando se tiene un espacio patrimonial así de potente, se requiere un criterio único, consuetudinario y explícito de ocupación del mismo. Ocurre así en La Habana donde el Historiador de la ciudad tiene que ver con todo lo que ocurre con la misma en términos de restauración y de la incidencia que las diferentes actividades pueden tener en su condición de ciudad cultural y patrimonial o en Cartagena de Indias dónde una Corporación privada sin fines de lucro se ha hecho cargo del patrimonio de la ciudad vieja.


No se puede ser escenario de cualquier cosa y alguna autoridad debe poder decirlo. Para decirlo debe tener un acabado conocimiento de sus audiencias, las cotidianas y las flotantes, y debe tener planes de creación y formación de ellas. De este modo, una autoridad cultural de la ciudad –que en el caso de Valparaíso debiera contar con sostén municipal, regional y nacional- podrá emprender planes de largo aliento, no sujetos a los vaivenes electorales ni a ideas que, por respetables que sean, no resisten el análisis de un plan de gestión.


Es que en gestión de un patrimonio cultural, no suele existir el proyecto genial, se requiere más bien un “cliente” genial que lo encomienda, con claridad y conocimiento de su espacio y sus audiencias, a los profesionales más idóneos.


Es lo ocurrido con el Guggenheim en Bilbao dónde una ciudad y una autonomía salieron en conjunto a buscar un socio cultural para revivir la ciudad o con la Ópera House en Sydney, dónde un país, una región y una ciudad eligieron un proyecto que las colocara en el mapa turístico universal. Valparaíso podría adquirir esa categoría.


Pero necesita una gestión en serio. Y una responsabilidad social permanente. Junto a la voluntad de la autoridad por que esto sea una política estable y no un albur de las últimas elecciones. Siempre basado en la fuerza de la sociedad civil.


Imagino por tanto, la creación de una autoridad derivada de una organización fundada por representantes del estado, las empresas, las universidades y la sociedad civil, bajo la forma de una corporación cultural sin fines de lucro cuyo directorio no varíe al mismo tiempo que las autoridades políticas, que se asegure ingresos por fondos locales, regionales y nacionales, éstos últimos transferidos por ley, que tenga por misión asegurar que la ciudad será gobernada culturalmente a partir de las personas, que son quienes constituyen el punto fino del panorama porteño.


Así como el ingeniero Mario Waisbluth ha logrado remecer al país con una iniciativa surgida de la sociedad civil, orientada a mejorar la educación de aquí al 2020, muy bien acompañado por los jóvenes estudiantes de ingeniería industrial de muchas universidades, ¿porqué no podremos formular algo así como el www.valparaiso2020.cl que postule que a dicho año (u otro menos cacofónico) no habrá porteño con una buena iniciativa inscrita en determinados parámetros que fijarán sus ciudadanos organizados en esta corporación, que no puede llevarla a cabo con el aporte público, privado, universitario y de la sociedad civil.


Para terminar, una propuesta que recoja el venerable peso de la culpa del porteño alejado sin “dar la pelea” y convierta aquello en acción positiva para la ciudad: en Japón, algunas universidades tienen personas expertas en llamar al Ministerio de Relaciones Exteriores con el exclusivo afán de conocer la destinación y el nombre de los Embajadores prontos a jubilar. La idea es ofrecerles excelentes cátedras para enseñar relaciones internacionales sobre aquellos países en los que han servido. No se pierde la experiencia y se gana un profesor de lujo, ansioso de no pasar al retiro triste, magistralmente narrado por Kawabata.


¿Porqué no salir al mundo a buscar porteños a punto de retirarse de sus trabajos e invitarlos a emprender, con la disposición de su experiencia y la fuerza de su cariño, el más lindo de los trabajos para un profesional madurado en las sombras de la lejanía: servir a Valparaíso?


Hay al menos un centenar de Embajadores de Valparaíso en Chile, designados formalmente en julio del 2005, que esperan con ardiente paciencia alejarse de su actual trabajo para comenzar a ejercer sus nobles y protocolares funciones por la ciudad que representan.