09 noviembre 2008

AMPUERO Y LA FERIA DEL LIBRO
















A mi coterráneo y amigo Roberto Ampuero le consta que habitualmente escojo sostener correspondencia con Cayetano Brulé, su simpático personaje, en lugar de hacerlo con su creador, él mismo. Hasta ahora no sabía porqué, dado que ambos –creador y criatura- son igualmente cumplidos y gentiles al responder la correspondencia. Pero, una columna firmada por Ampuero en La Tercera del 9 de noviembre 2008, referida a la locación de la Feria Internacional del Libro en el Centro Cultural Estación Mapocho me ha iluminado: Brulé, como investigador que es, piensa antes de emitir juicios.


Roberto señala que dicha actividad cultural debe cambiar de espacio para desarrollarse, poniéndole incluso plazo.

Desconoce al autor que –como habría sin duda detectado Brulé- la cultura es cuestión de hábitos y éstos se forman en espacios determinados que reiteradamente acogen una misma manifestación en tiempos debidamente escalonados y anunciados.

Es decir, que sus libros, se leen, entre otras cosas porque aparecen regularmente, en un formato libro, se venden en las mismas librerías, se firman en las mismas ferias y tienen un mismo autor. El hecho que “por unos dólares más” varíe el sello editorial no es relevante para el público.

Distinto sería si sus historias hubiesen aparecido primero como comic, luego en discos, más tarde en cuadros, después en libros, finalmente en DVD…

Algo similar ocurre con la formación de audiencias y los lugares que las acogen. Brulé habría detectado los esfuerzos que ha tenido que hacer la Cámara del Libro por conseguir audiencias fieles que acudan año a año al Centro Cultural Estación Mapocho.

Sin duda hay muchos elementos que mejorar, como acontece habitualmente, pero lo esencial permanece: el recinto, la fecha del año, los contenidos principales de la muestra. Es decir, querido Roberto, algo así como “continuidad y cambio a la vez”. Eso es lo que hace finalmente a un pueblo más feliz y culto, que es el propósito final de las políticas culturales.

De modo que recibamos y estudiemos el comentario de Ampuero, está en lo suyo, pero dejemos que quienes saben de formar audiencias, organizar ferias, producir actividades culturales mantengan la gestión sobre sus criaturas.

La opinión de Ampuero me recuerda a Borges, el sabio y ciego autor argentino cuando recibió al tenista Guillermo Vilas, eufórico, esgrimiendo su reciente libro de poemas: ¿Qué le parece Borges? preguntó.
- Imagíneme a mí, jugando tenis, respondió Borges.

Ojalá Roberto siga escribiendo por muchos años.

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