16 abril 2020

UN GANCHO DE IZQUIERDA AL MENTÓN

Cámara Chilena del Libro


Este artículo fue publicado en La tercera, en noviembre de 1996


Luis Sepúlveda viene a reivindicar un espécimen que extrañábamos en este Chile de levedades y consensos, tan apartado de los tipos duros que transitaban victoriosos por los westerns de nuestra infancia. Es el eslabón perdido con esa estirpe de escritores recios, criados en el rigor del clima, las soledades, la persecución o la militancia como Manuel Rojas, Francisco Coloane, Baldomero Lillo o Nicomedes Guzmán. Se inscribió, en la generación del 'prohibido prohibir', confesó su admiración por Manuel Rodríguez, un ser fascinante, por ser aun gran marginal, con un desapego absoluto al poder, un gran seductor.


Viene a reivindicar un espécimen que extrañábamos en este Chile de levedades y consensos, tan apartado de los tipos duros que transitaban victoriosos por los westerns de nuestra infancia.

No es casualidad que, además de presentar su obra en la Feria del Libro, se haya esmerado en dar a conocer con entusiasmo el Himno del Ángel parado en una pata, novela de Hernán Rivera Letelier, pampino inequívoco cuya juventud transcurrió como obrero salitrero.

En esa presentación dio a conocer la que califica como su única lección para futuros escritores: una novela que no tenga un gancho de izquierda al mentón de los lectores en las primeras cinco frases, no vale la pena.


Para Sepúlveda, un gancho de izquierda al mentón (¿porque los de derecha van más bien a la altura del bolsillo?) es, por ejemplo, la tercera frase de la novela de Rivera: “con la vista baja, contemplando el cuero sin brillo de sus zapatos de muerto...”

En un ambiente literario con prolífica presencia de escritoras salidas de madre y con escritores esmerándose en temáticas de sectores sociales hoy con problemas de abastecimiento de agua, es saludable también encontrarse con ese prototipo del aventurero, tan rudo como saludable, que conoce más puertos que bibliotecas y que tiene sus cartucheras listas para desenfundar - literariamente hablando - sus balas cargadas de imprudencias, desvirtudes y talento.

Completa, en el concierto literario chileno una trilogía - Sepúlveda, Rivera y Roberto Ampuero - que nos acerca a una realidad, cada vez menos real y más ficticia, en la que sin presencia femenina los hombres, desafiaban el desierto, resistían enmarañadas selvas y resolvían complejos casos policiales.

No es bueno que se crea que la situación en que mujeres encabezan cifras de escritoras, Índices de lectura y ventas de ejemplares vaya a ser eterna.

Aspiramos, a los menos, a la igualdad.

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