Gestores, creadores y observadores de la cultura, con razón, hacen denodados esfuerzos para encontrar alusiones a la cultura en los diversos Programas de Gobierno, foros, debates y entrevistas a los candidatos o sus comandos. Tal vez, si apuntamos en el buscador "descentralización" en lugar de "cultura", tengamos mejores resultados. Hoy, en una nueva época, como gusta decir a destacados dirigentes políticos, es preciso entender a la cultura como un elemento transversal que debiera comenzar a emerger en diversidad de temáticas. Más aún si estamos a algunos meses de la instalación del Ministerio de las Culturas, tarea que corresponderá a algunos de esos candidatos tan escrutados.
No es menor que entre los postulantes con posibilidades haya dos senadores de regiones alejadas del centro -incluso uno que se ha negado a militar- y una outsider que viene del periodismo, que elabora su programa desde una persistente participación de sus adherentes.
Miremos cómo se relaciona este concepto con lo que vendrá en cultura.
Lo primero es advertir que gran parte del esfuerzo del nuevo ministerio será crear desde cero estructuras descentralizadas en el ámbito patrimonial, incorporando la figura del Director Regional del Patrimonio, hasta ahora inexistente, que no sólo consumirá parte importante del presupuesto para la nueva institucionalidad, sino que nacerá con una vocación participativa, dado que formará parte automáticamente de un cuerpo colegiado como es el respectivo Consejo Regional de Cultura, las Artes y el Patrimonio. Lo que revela que si bien es director regional, deberá sujetar su acción -su poder- a un grupo colectivo donde la sociedad civil es mayoría.
De allí se desprende que la política a aplicar por ese director, en su región, será elaborada en ella y de forma participativa.
Novedad que se expande a niveles país -el Consejo Nacional- y sectorial pues se conservan sin modificaciones aquellos consejos que hoy existen en los campos de la Lectura, Audiovisual y Música; a los que debiera agregarse, durante el próximo mandato, el de las artes escénicas.
Adicionalmente, el órgano máximo de participación y elaboración de políticas quinquenales, se verá reforzado por la incorporación de nuevos actores: personas representativas de pueblos indígenas, inmigrantes y organizaciones ciudadanas patrimoniales.
Otro reforzamiento a la difuminación del poder en la ciudadanía, así como tambien lo es la existencia de un servicio del patrimonio descentralizado por primera vez desde la creación de la DIBAM, en 1929.
Junto con constituir un ejemplo para otros ministerios, de descentralización y participación a la vez, la instalación del nuevo ente considera en su máximo órgano colectivo, la presencia del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo, con la intención de aunar esfuerzos con el emergente turismo cultural y patrimonial.
De esta forma, la instalación -en el próximo gobierno- del nuevo ministerio no sólo es un avance logrado por las actuales autoridades sino tambien una oportunidad para que a quién le corresponde encabezar este proceso, pueda aprovecharlo como un modelo de establecimiento de una institucionalidad pública adecuada a la época de la descentralización del poder.
Lo que será una contribución al tan necesario cambio cultural que la ciudadanía reclama a las elites.
Cambio en el que "lo que importa es la música" y saber diferenciar claramente el concepto de crecimiento del de desarrollo, lo que implica que los cambios deben ser sociológicos más que jurídicos.
Es decir, considerando a la ciudadanía, como se está haciendo en cultura.
Y sería aconsejable que todo programa presidencial así lo considere.
De esta forma, la instalación -en el próximo gobierno- del nuevo ministerio no sólo es un avance logrado por las actuales autoridades sino tambien una oportunidad para que a quién le corresponde encabezar este proceso, pueda aprovecharlo como un modelo de establecimiento de una institucionalidad pública adecuada a la época de la descentralización del poder.
Lo que será una contribución al tan necesario cambio cultural que la ciudadanía reclama a las elites.
Cambio en el que "lo que importa es la música" y saber diferenciar claramente el concepto de crecimiento del de desarrollo, lo que implica que los cambios deben ser sociológicos más que jurídicos.
Es decir, considerando a la ciudadanía, como se está haciendo en cultura.
Y sería aconsejable que todo programa presidencial así lo considere.
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