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Discurso con motivo de la Investidura de cien Embajadores de Valparaíso en Chile, en el Teatro Municipal, el 2 de julio de 2005. La ceremonia culminó con un animado pié de cueca de Cecilia García Huidobro y el entonces Juez Sergio Muñoz, hoy Presidente de la Corte Suprema.
Señor Alcalde de la ciudad, Aldo Cornejo
Señoras y señores Concejales,
Autoridades civiles, militares y eclesiásticas,
Colegas Embajadores y Embajadoras,
Ciudadanas y ciudadanos de Valparaíso, Patrimonio Cultural de la Humanidad:
Hace ya unos años, en 1998, probablemente cuando el Intendente de la región que luce el nombre de esta notable ciudad, me espetó sin mayor preámbulo que los porteños requerían urgentemente reafirmar su auto estima, sentí algo así como un llamado telúrico, que coincidió cabalmente con un sentimiento que alojaba antaño en mí, que había sido impulsado y cultivado, en estricto orden cronológico: por mis abuelos –uno ingeniero municipal que dejó sus huellas en el camino de Cintura, otro habitante permanente de uno de los mausoleos más distinguidos del cementerio número 2- ; por mi nana que dejaba sus cansados pies entre la parroquia y su honorable casa erigida alrededor de un sólido níspero y un bullicioso y generoso gallinero del cerro Los Placeres; por mis maestros de humanidades y universidad, dos de los cuales tengo el privilegio de acompañar en esta improbable condición diplomática que celebramos hoy, y por mis propios efluvios que aún hoy emergen incontenibles al divisar el originario hospital Alemán o la ventana de guillotina sobre la plaza Aníbal Pinto desde la que presencié sistemáticamente los desfiles de cada 21 de mayo infantil, minutos antes de embarcarme en la mejor lancha para iniciar la más maravillosa vuelta por la bahía que solía culminar ascendiendo trémulo en plañideros ascensores que conducían sólo hacia una posterior bajada devorando un pan batido que acogía las más deliciosas tajadas de jamón con poca miga y ausente de mantequilla.
Fue entonces, y gracias al Intendente Gabriel Aldoney, que asumí de hecho la condición que este 2 de julio de 2005 nos inviste oficialmente el Alcalde Cornejo.
Descubrir que ese sentimiento ya lo había descrito magistralmente Joaquín Edwards Bello aspirando al modesto título de Cónsul, fue tan posterior como significativo. Encontrarme en este mismo puerto con las palabras de Neruda en Estocolmo que estampillan que todo poeta tiene dos deberes en la vida: partir ... y regresar, fue el envión final: iniciaría el camino predestinado a todo cautivado por Valparaíso: ser –quiéralo o no- su emisario.
Heme aquí entonces intentando la inalcanzable misión de explicar qué se requiere para ser un buen porteño.
Un antiguo Senador de la República señalaba que para ello era necesario:
1. no haber nacido en Valparaíso;
2. haber vivido en Valparaíso, y
3. no estar viviendo en Valparaíso.
Probablemente hacía alusión a la imperiosa necesidad, aún vigente, de enseñar, de impulsar a quienes hoy viven en Valparaíso a mirarlo, a degustarlo. ¿Cuánto porteños conocen el muelle Barón? ¿Cuántos han padecido a lo menos cinco ascensores? ¿Cuántos pueden ser guías de caminantes por sus cerros? Porque para querer a Valparaíso no es necesario ser poeta, ni pintor, ni arquitecto, ni fotógrafo. Prueba de ello son los presentes, atraídos simplemente por un acto de amor. Un amor que surge de los entresijos de un bibliotecario, un estratega, un locutor, un maestro, un ingeniero, un periodista, un guachaca, un juez o un futbolista.
Me congratulo que este acto de amor se consagre en un gran momento de Valparaíso, en el que todo se está dando como en la tejedura de un gran manto de progreso. En el momento en que se busca y comienza a encontrarse una nueva identidad. En el tiempo de la transfiguración de la ciudad en un centro vital de servicios: servicios portuarios; servicios de educación superior; servicios de innovación tecnológica, servicios para el turista: hoteles, restaurantes, diversión; servicios culturales...
Pocas veces, la historia de nuestro Valparaíso ha presenciado tantas obras en marcha:
· El acceso sur al puerto y su complementación en el paseo Altamirano;
· La construcción del Metro regional, que hace pocas horas despidió al último tren tradicional;
· El aprovechamiento del borde costero con el renovado muelle Barón y el impactante terminal de cruceros;
· El centro comercial, hotelero y de negocios de la Estación Puerto;
· El paseo del mar;
· El despegue de las construcciones habitacionales y comerciales;
· La ciudad se ve limpia, menos perros muertos permaneciendo algunos gatos tuertos;
· La reparación y pintura de fachadas;
· La rehabilitación de ascensores;
· Los nuevos edificios educacionales como el DUOC, INACAP o la UCV;
· Los cerros se pueblan de apetitosos restaurantes y sugerentes hoteles de gran diseño;
· El asentamiento de la ciudad como el centro cultural de Chile...
De este nuevo y del viejo Valparaíso somos dignatarios. Asumimos con entusiasmo las responsabilidades que a ello corresponden.
Nos comprometemos a un cariño pro activo por la ciudad y ello significa visitarla regularmente varias veces en al año (tres nos dice la norma, que esperamos superar con creces);
Nos comprometemos a anotarnos en el registro correspondiente cada vez que ello ocurra.
Nos comprometemos a brindar ostensiblemente por Valparaíso cada vez que sea dable, en diligencias públicas o privadas, de preferencia con los mostos del valle de Casablanca y en caso de emergencia con agua Porvenir del mismo cañón.
Nos comprometemos a establecer conversación sobre Valparaíso y sus virtudes en toda situación de diálogo con ciudadanos de los más diversos orígenes.
Nos comprometemos a visitar a lo menos los titulares de El Mercurio de Valparaíso, periódica y virtualmente enviados a nuestros correos electrónicos.
Nos comprometemos a hacer llegar banderas, banderines u otros emblemas del Santiago Wanderers a las instituciones gastronómicas, deportivas, culturales o de otra índole que exhiban públicamente enseñas de otras instituciones sin duda de menor trascendencia histórica y futbolística.
Nos comprometemos a complementar esta inicial lista con acciones que irán surgiendo naturalmente del desempeño de nuestro honroso quehacer, consagrado en este instante.
Será responsabilidad nuestra el que nadie a nuestro alcance –cabal o virtual- pueda ignorar lo que es Valparaíso y lo que significa.
Finalmente y como primeros encargos, propongo que despleguemos nuestras velas y pongamos nuestras lanzas en ristre para lograr el justo subsidio de rehabilitación patrimonial para los habitantes de Valparaíso; para terminar con la insensatez de que nuestra ciudad carezca de un teatro municipal propio, edificación de la que dispone hasta la más modesta de las ciudades chilenas; para conseguir que el Estado ante el cuál representamos a Valparaíso considere definitivamente el carácter excepcional de nuestra ciudad y lo refleje en sus políticas.
Sepa usted, señor Alcalde, que no seríamos dignos del alto honor que hoy nos infiere si no fuésemos capaces de poner todas nuestras energías para que los porteños puedan contar con recursos para rehabilitar sus hogares; para que esta sala que hoy nos cobija sea más temprano que tarde un teatro que sea municipal y que sea de Valparaíso; para que Chile reconozca que tiene en esta ciudad una riqueza que es símbolo mundial.
Muchas gracias por esta misión que hoy la ciudad nos encomienda al momento de tañer de las campanas y que aceptamos gustosos porque Valparaíso merece lo mejor de nuestros esfuerzos.
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