18 mayo 2011

EL LARGO E INEVITABLE CAMINO ENTRE LA PLAZA SOTOMAYOR Y EL CONGRESO NACIONAL


Aunque las autoridades del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes hayan escamoteado la fuerte realidad de que su destino está y se juega en Valparaíso, los nerviosismos propios de la cuenta del 21 de mayo no han podido evitar que aflore el gran tema por el que se juega la administración de Luciano Cruz Coke: su trabajo legislativo.


Por una parte, la seriedad con que se ha enfrentado el trabajo de mejorar la gestión -el gran tema que debiera caracterizar a los gobiernos de derecha- ésta no entrega  mayores dividendos cuando se trata de pasar a la lista de aquellos gobiernos que dejaron huella en nuestra institucionalidad cultural, como lo fueron Lagos con la Comisión Presidencial de Infraestructura y la creación del CNCA o Bachelet con la introducción del concepto de audiencias, su concreción en el GAM y el aporte del Museo de la Memoria, para no ir más atrás. La indudable efectividad en el tema lo expresan sendos artículos en La Nación y El Mostrador, con sus matices.

Pero, los fantasmas de mayo han puesto el acento en lo principal: los avances en materia de las metas programáticas, que es lamentable aún para el Instituto Libertad y Desarrollo en su índice 21 de mayo, que califica negativamente los avances en las dos iniciativas de ley largamente anunciadas: reformas a la Ley de Donaciones Culturales y la institucionalidad patrimonial. Sobre la primera señala: "No ha ingresado al Congreso ningún proyecto al respecto pero lo que se está implementando administrativamente parte de la base correcta de un sistema público privado para potenciar la cultura en Chile". Respecto de la segunda, agrega: "No ha ingresado al Congreso ningún proyecto al respecto pero en lo que se ha avanzado administrativamente se observa que se promueve y mejora el cuidado del patrimonio en Chile en comparación a lo ya existente". Ambas iniciativas reciben nota 1 de un rango -2 a +2, teniendo relevancia máxima la una y alta la segunda. La tercera y última meta en el sector recibe nota cero: construir una carretera digital para la cultura.

Si se recuerda algunos pendientes de administraciones anteriores como el anhelado cambio de la Ley que otorga los Premios Nacionales, el panorama legislativo se ensombrece aún más. A lo que se agregan los planteamientos que adelanta la DIBAM, a través de su directora, en El Mercurio del 18 de mayo, comparables con la debilidad de la ejecución presupuestario de ese servicio durante el primer trimestre del año: sólo un 12% versus un 38% que ha ejecutado el CNCA en el mismo período, con el agregado de que el presupuesto del Consejo es 50% mayor.

Aunque queda en evidencia la necesidad de inyectar gestión a la DIBAM, se podría desprender que la entidad creada en 1929 continúa negándose a depender del CNCA y está dispuesta sólo a deshacerse de las bibliotecas públicas y compartir nivel jerárquico con el Consejo, dependiendo ambos de un eventual Ministerio. Es decir, un tercero que resuelva las duplicidades que las partes involucradas se han negado a desatar. Más burocracia, en el gobierno de la gestión. En ese dilema parece estar el freno legislativo analizado.

Emblemático de la situación descrita es que la Comisión respectiva de la Cámara de Diputados destine parte de su aliviada agenda a enterarse de la situación del Teatro Oriente, un caso que se resuelve simplemente con una instrucción del superior jerárquico a su propietario, el Instituto de Previsión Social (ex INP). Se trata de que traspase en comodato la sala a una entidad cultural privada sin fines de lucro, a través del CNCA. Así aconteció en años anteriores, lográndose una gestión equilibrada y auto financiada aún considerando un porcentaje de entradas a todos los espectáculos para los beneficiarios del IPS y algunos días liberados para actividades propias del Instituto. El innecesario embrollo en que se encuentra la sala se puede conocer en CIPER.

De modo que, vueltas más vueltas menos, la gestión -no la popularidad- del Ministro Cruz Coke será evaluada por cómo transite las pocas cuadras que separan la sede nacional del CNCA del Congreso Nacional. Si lo hace portando sendos proyectos legislativos que -como se prometió- perfeccionen la actual institucionalidad cultural y aumenten los aportes y la gestión privados a las artes, su pasada por el CNCA quedará estampada entre quienes profundizaron aquello que el mundo de la cultura viene apoyando desde comienzos de los años 90. Si lo hace ligero de equipaje quizás pueda acceder a algún sillón parlamentario, fruto de las ingenierías derivadas de sus altos índices de popularidad personal.

La opción es personal. El resultado será colectivo. Nunca hay que olvidar que la cultura es tarea de todos.

Y el partido se juega en Valparaíso.

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