23 julio 2009

CALENTANDO MOTORES O AFINANDO EL FOCO


Debe ser por el invierno, pero las candidaturas presidenciales aún no muestran toda su potencia en el terreno de las propuestas culturales, según reconoce El Mercurio en editorial del 23 de julio. Es que parecen haber comenzado primero por el arte más popular entre los jóvenes: la fotografía. Pero no se trata de fotografías artísticas sino de fotografías con artistas.

La más mediática de estas fotos es, sin duda, la persistente foto de uno de los candidatos con su esposa, animadora de TV, que desplazó rápidamente a una instantánea del mismo postulante en las escalinatas de un museo, precaria en recursos y figuras; la más clásica, la toma del candidato de la Concertación con rostros probados de teleseries; la más obvia, en relación al personaje, la foto de sí mismo besando a su mujer en París, ¿intentando emular a Cartier Bresson?

Por ahora, la “guerra de las fotos” la gana lejos la Ministra Presidenta del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Paulina Urrutia retratada con una multitud de creadores en el momento del anuncio de los resultados del Fondart el domingo 19 de julio en el Parque Forestal.

Es que “otra cosa es con guitarra”… y con fondos. Es muy diferente estar cosechando las ventajas de un modelo de desarrollo cultural como el creado e implementado bajo los gobiernos de la Concertación, que ha aumentado los recursos destinados a la cultura desde 13.835 millones de pesos, en 1998, a 86.395 millones en 2009, más de seis veces en once años, que intentar “inventar la rueda” a causa de los requerimientos de una campaña electoral.

Como señala la editorial de El Mercurio, “un adecuado equilibrio público-privado se logra… cuando el Estado crea las condiciones institucionales para que el sector privado tenga estímulos para financiar actividades culturales, sin que el Estado mismo decida cuáles reciben (o no) apoyo.”

Es lo que hacen los fondos públicos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes: se ponen recursos públicos –crecientes en magnitud- para que la sociedad civil a través de jurados constituidos por pares de los postulantes resuelvan a quienes se debe favorecer. Estimulando a su vez que los privados hagan otro tanto por la vía de resolver ellos mismos a los agraciados con sus recursos y recibiendo a cambio descuentos en sus impuestos. Los tres candidatos comentados por el periódico comparten la idea de aumentar los incentivos a los privados para que apoyen a la cultura, ya que “la magnitud de los recursos aportados en la actualidad por los privados es muy inferior a la de otros países”.

Existen también coincidencias en la valoración que los postulantes hacen del papel de la educación y la televisión –ad portas de su digitalización- en el desarrollo cultural y en la necesidad de mejorar la legislación referida al resguardo patrimonial.

Se queja El Mercurio de que no hay propuestas todavía en la evaluación del Maletín Literario y “la existencia y desarrollo de museos”. La respuesta la dio la Presidenta Bachelet hace pocos días al enviar a la Cámara de Diputados, para su primer trámite, el proyecto de Ley que crea el Instituto del Patrimonio, entidad que sustituirá a la DIBAM, casualmente la responsable de los dos temas señalados como ausentes por el editorialista y que requiere sin dudas una adecuación, luego de 80 años de existencia.

Es decir, la falta de propuestas “novedosas y concretas” de los candidatos se debe también a que el país se ha dado una institucionalidad cultural de Estado que ha desarrollado y previsto los escenarios futuros y los está abordando tanto en el terreno práctico como en los avances legislativos.

De modo que quienes quieran conocer mejor qué nos depara el futuro del desarrollo cultural chilenos debieran prestar atención, además de los programas de las candidaturas, a la discusión parlamentaria sobre el Instituto del Patrimonio y a la Convención Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que se llevará a cabo en La Serena, el próximo agosto, dónde esta estructura nacional y participativa debiera comenzar a esbozar las Definiciones de Política Cultural del 2011 en adelante, dado que su actual horizonte llega sólo hasta 2010.

No vaya a ser que, como ocurrió en la Persia de tiempos del Sha, cuando todos esperaban descubrir en palacio los cambios que vendrían a su caída, el futuro de Irán se estaba gestando en otra parte: en las mezquitas.

Y ¡por Alá! que han durado.

ERAMOS 18 Y HABÍA POCA LUZ...

Foto: Ignacio Bragado

Éramos 18 y había poca luz. Estábamos a un mes desde el inicio del invierno, afuera llovía y hacía frío.
No obstante, la invitación a celebrar el ingreso al Congreso del proyecto de ley que crea el Instituto del Patrimonio, formulada a autoridades y expertos de la mesa de trabajo que sustentó el proyecto, fue acogida con entusiasmo.


La cena, organizada por la Ministra Presidenta del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Paulina Urrutia, transcurrió con normalidad hasta que se cortó la luz.

Lautaro Núñez, Ilonka Csillag, Carlos Aldunate, Raúl Allard, el general ® Roberto Arancibia, la diputada Claudia Nogueira, Miriam Erlij, Mireya Danilo, Osvaldo Cádiz, por nombrar sólo a la mitad de los presentes, departían entre sí y con la otra mitad sobre los alcances de una legislación que había tomado mucho tiempo en cuajar, que había consultado a más de 150 personas a través de la Comisión Allard, que esa noche reunía a sus impulsores tanto del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes como del Ministerio de Educación y en las carteras de Obras Públicas y Vivienda. Funcionarios y expertos se reconocían en otra faceta, la de la copa en la mano y la espontaneidad en la voz, hasta que llegó la penumbra y la velada se convirtió en algo que vale la pena reseñar.

La exposición de la nueva ley debió omitir la presentación electrónica para convertirse en una amable charla de el abogado Daniel Álvarez, que manejaba al dedillo el articulado y sus objetivos, enseguida bastaron un par de preguntas evidentes para que se desencadenara una sucesión de intervenciones que mezclaban la alegría de haber llegado a esta etapa con reflexiones sobre la nueva legislación.

Desde el notable consenso de tres candidatos presidenciales recientemente entrevistados sobre sus programas culturales que coincidían en la necesidad de modificar la institucionalidad patrimonial vigente, a los recuerdos del DFL 5200 de 1929 con el que el General Ibáñez creaba la DIBAM.

A la curiosa condición de la Presidenta Bachelet, hija y madre de antropólogas, que cumple con el histórico deber de presentar al Parlamento la más importante legislación patrimonial de los últimos 80 años. O la mención de la estudiante de Magíster en Gestión Cultural que ese mismo día había recibido de su profesor guía la aprobación de su Tesis sobre los Museos del Siglo XXI, la que culminaba con la presentación de esta Ley y la consideraba entre sus anexos.

Algo mágico, quizás la oscuridad –acentuada por la rendición de los equipos de emergencia que nos dejaron literalmente a la luz de las velas- se fue produciendo esa jornada que nos iba dejando el sabor de estar aproximándonos a un momento histórico, quizás el número de los presentes, 18, fecha que ha acompañado a tantas gestas de la cultura nacional –en septiembre, por cierto, de diferentes años- como la instalación de la Universidad de Chile (1843), la inauguración del Teatro Municipal (1857) del Museo de Bellas Artes (1910) o el inicio de las transmisiones de TVN (1969).

La anfitriona fue captando ese algo que estaba aconteciendo y guió la conversación hasta que todos, los 18, expresáramos no un apoyo ni una satisfacción por lo hecho, sino un sentimiento. La sensación que se compartió por muchos instantes de que lo hecho era dilatado en el tiempo, colectivo en su elaboración y muy necesario aún en esa cena que pudo ser formal y se convirtió en entrañable e inolvidable.

Tal vez porque éramos 18 y había poca luz.

05 julio 2009

RECETA PARA CONSERVAR LA MEMORIA



Hay días que los editores de un periódico quisieran olvidar. Cuando titularon mal, cuando optaron para la portada por la noticia equivocada o cuando erraron el enfoque de un reportaje que pudo tener una mirada más feliz.

Quiero pensar que es lo que ocurrió con La Segunda del viernes 3 de julio con su reportaje sobre el Museo de la Memoria y su impacto en su vecindario museístico.

Recordemos que la Presidenta Bachelet, en su Mensaje al país del 21 de mayo 2009 había formulado “una invitación: para fines de este año, invito a todos los chilenos a visitar, frente a la Quinta Normal en Santiago, el Museo de la Memoria. Para que todos los chilenos, especialmente los más jóvenes, conozcan lo que pasó, reflexionen acerca de lo ocurrido; y sobre todo, lo más importante, para que todos podamos comprometernos en que algo así nunca más sucederá en nuestro país”.

El vespertino no encontró nada mejor que analizar este nuevo museo desde el punto de vista económico, enfoque que desafortunadamente recuerda a aquellos, cada vez menos –especialmente en tiempos de campaña electoral- que justificaban las violaciones de los derechos humanos comparándolas con el resultado en cifras de económico del período dictatorial.

Este infeliz contrapunto con los museos del sector, obviamente desfavorecidos históricamente de presupuesto público, no puede afectar un ápice el propósito de este Museo de la Memoria que será un icono más de una presidencia caracterizada por la preocupación social y una fuerte inclinación por la infraestructura cultural y deportiva.

Alemania acaba de anunciar la construcción en Berlín “con tres décadas de retraso y varios proyectos fallidos, el museo que albergará toda la documentación del régimen nazi de Adolf Hitler -informa La Tercera del 5 de julio 2009- con un presupuesto de 20 millones de euros, el proyecto deberá estar listo en mayo de 2010”.

No se conoce reacción de los otros museos de la capital alemana, que abundan en todos los géneros desde el clásico Pergamon hasta el conmovedor Museo Judío de Berlín, en el sentido que esos recursos podrían destinarse a mejorar lo que hay en lugar de un nuevo emprendimiento. Es que hay temas que superan la cuestión del dinero.

Ojalá no hubiese sido necesario construir ese museo en Chile. Pero aquello que va a testimoniar no merece olvido, aunque probablemente incorpore más de algunas portadas que a algunos diarios le incomodarán.

Lo que hace la Presidenta con este Museo no es más que reparar en parte el daño que agentes del Estado causaron a sus conciudadanos a través de una represión desmedida e incomprendida durante muchos años por algunos sectores –incluida la prensa- en medio de una conculcación de la democracia que hoy día –el golpe en Honduras nos lo recuerda- es repudiada unánimemente por todo el mundo.

¿Sería aquello posible sin la incesante denuncia que exiliados, organismos humanitarios y víctimas de tantas dictaduras de nuestro continente hicieron en interminables periplos por el mundo?

¿Será aquello posible en el futuro con generaciones que no vivieron en carne propia las consecuencias de las dictaduras, sin museos de esta naturaleza?

Lo que significa el Museo de la Memoria es precisamente asegurar que la voz de la humanidad que hoy respeta los derechos humanos sin excepciones, se mantenga por muchos años.

Por tanto, la pregunta adecuada no es ¿cuánto dinero se gasta en él? o ¿cuánto lo “envidian” los museos vecinos?, sino cuánto apoyo darán los futuros gobernantes a una iniciativa de esta naturaleza.

Sería apropiado que todas las candidaturas presidenciales se pronunciaran sobre este proyecto y que afirmaran categóricamente su respaldo a su subsistencia, tal como se apresuran a afirmar la continuidad, de ser electos, de las políticas sociales de Bachelet.

También esta Presidenta ha fijado líneas en derechos humanos. ¿Las respaldarán todas las candidaturas?

Así mismo, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, durante su período, ha fijado líneas en gestión cultural: el retorno del Centro Cultural Palacio de la Moneda a su primigenia concepción de apoyo y divulgación de los museos nacionales diseminados en todo el territorio, como ocurre en la actualidad con una exposición de Rapa Nui; la reafirmación de la centralidad de las corporaciones culturales privadas sin fines de lucro en la administración de centros culturales de propiedad pública, como acontece con la recientemente creada Corporación Centro Cultural Gabriela Mistral; el perfeccionamiento de la institucionalidad cultural creada por gobiernos anteriores, mediante el envío del Proyecto de Ley que crea el Instituto del Patrimonio; la opción del propio Museo de la Memoria de crear una corporación que lo administre en lugar de formar parte de la DIBAM.

Es conocido que, al menos las comisiones respectivas de los Océanos Azules apoyan con entusiasmo la continuidad de tales políticas y los grupos Tantauco correspondientes han dado señales positivas en este mismo sentido. Falta escucharlos respecto al Museo de la Memoria.

Tampoco ahora es aconsejable olvidar.