20 abril 2017

SOLIDARIDAD Y LOS LIMITES DE LA DIVERSIDAD


"El hecho de que unos crean en que hay que recibir a los inmigrantes mientras que otros piensan que hay que intentar hundir sus botes con un par de cañonazos, no es un ejemplo estimulante de la diversidad humana". La cita pertenece al libro CULTURA del inglés Terry Eagleton, publicado por Taurus en enero de este año y entusiastamente recomendado por el crítico Juan Manuel Vial, en La Tercera, y algunos libreros locales. En el contexto actual de renovación de políticas culturales es particularmente interesante su mirada sobre la diversidad a la que acusa de no ser un valor en si misma.


Tampoco condena la exclusión: "Por principio, la exclusión no tiene nada de malo. Prohibir a las mujeres que conduzcan automóviles es deplorable, pero excluir a los neonazis de cuerpo de profesores, no". Lo que extiende a la uniformidad: "No toda uniformidad es perniciosa... Es cierto que en el mundo tiene que haber muchas clases de personas, pero sería de gran ayuda si todas ellas exigieran la abolición de la prostitución infantil o consideraran que decapitar civiles inocentes en el nombre de Alá no es la mejor forma de hacer realidad una utopía". 

Así mismo, no cree que hay que entusiasmarse con todas las minorías: "La clase dominante es una de esas minorías". 

Afirma que, siendo la diversidad un valor desde el punto de vista étnico, no debemos soslayar su papel en la ideología consumista: "Nada es más generosamente inclusivo que la mercancía, que, con desdén por las distinciones de rango, clase, raza y género, no desprecia a nadie, siempre que tenga con qué comprarla". 

Su receta parece ir por otro lado: "Hay veces en que lo que hace falta no es diversidad, sino solidaridad (no es la diversidad la que puso contra las cuerdas al apartheid y a los regímenes neo estalinistas de Europa)".

La verdad es que el aire provocador de las afirmaciones de Eagleton no sólo justifica la lectura de la obra, sino que llega oportunamente a refrescar la discusión sobre las políticas culturales que definitivamente han cumplido una etapa. 

En este plano, el concepto de solidaridad parece ir un paso adelante de la diversidad (Cualidad de diverso o variado) y de la diversidad cultural que aparece asociada a la identidad y la multiculturalidad. La defensa de la diversidad cultural se basa en el sano equilibrio que debe de lograrse con la ayuda de los diferentes grupos culturales que existen en el mundo, pero sin afectar a terceros o exceptuar alguna cultura. 

La Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales de la UNESCO es un acuerdo internacional jurídicamente vinculante que garantiza a los artistas, profesionales de la cultura, profesionales y ciudadanos en todo el mundo, crear, producir, difundir y disfrutar de una amplia gama de bienes culturales, servicios y actividades, incluidas las propias. Su principal objetivo es reafirmar el derecho de los Estados a adoptar políticas culturales, reconociendo que la diversidad de las expresiones culturales es una gran riqueza para las personas y las sociedades; la promoción, protección y mantenimiento de la diversidad cultural son una condición esencial para el desarrollo sostenible en beneficio de las generaciones presentes y futuras.


En nuestro país, luego de la Consulta Indígena, la incorporación de representantes de pueblos originarios, inmigrantes y ciudadanos de organizaciones patrimonialistas al Directorio Nacional del nuevo Ministerio de las Culturas, que contempla además un Consejo de Pueblos Indígenas, parece haberse cumplido un ciclo de visibilización que actualiza a estos sectores "diversos" con el previo debate académico y ciudadano.

Cabe preguntarse cómo profundizar estos logros y es allí donde la perspectiva de la solidaridad es atractiva. No basta con reconocer la cantidad de migrantes que Chile está recibiendo, es preciso ser solidarios con ellos y acogerlos en nuestra sociedad. ¿Qué es la cultura sino un mecanismo privilegiado para hacerlo? 

En consecuencia, las políticas culturales 2017-2022, en discusión, podrían considerar este concepto, que dialoga muy bien con aquellos escuchados con insistencia en la Convención Nacional de Chillán del CNCA, como Ciudadanía y Territorio -entendido en sus componentes de localidad y virtualidad- ambos en perspectiva de lograr el Desarrollo Humano.

Es de esperar que el diálogo en torno a términos inclusivos de toda la población -la ciudadanía- no sólo creadores y sus públicos, y sus variadas dimensiones territoriales, colabore en otro propósito que no puede esperar: que la cultura vuelva a ponerse en el centro del desarrollo.

Y se supere el déficit comunicacional que esta área ha tenido desde la creación del CNCA, a inicios del siglo XXI.

Una política cultural ciudadana sería el gran camino para poner a la cultura en el centro de las preocupaciones nacionales, retomando la idea que "la cultura es tarea de todos".

Como los censos.

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