Ni en el más delirante de mis recurrentes sueños de participación del mundo de la cultura en la definición de nuestra institucionalidad, había imaginado el Museo de la Memoria, atiborrado de creadores, intérpretes y público que expresaba rotundamente su voluntad de no aceptar como autoridad del sector a un ciudadano que desconoce el intransable rol que el respeto por los derechos humanos y la memoria ocupan en el ideario artístico, cultural y patrimonial de chilenos y chilenas.
El miércoles 15 de agosto, un feriado más bien oscuro y tempestuoso antes del cambio climático, devino en una tarde cálida y participativa en la que se expresaba, en el escenario y la desbordante platea, esa virtuosa alianza entre el mundo de la cultura y el de los derechos humanos. Rostros y energía que recordaba las mejores jornadas de la campaña por el NO en el plebiscito del 5 de octubre de 1988.
El llamado provino de un mensaje del poeta Raúl Zurita, publicado en Facebook que, literalmente, incendió la pradera:
Su suerte estaba echada. Al amanecer del lunes 13 ya había dejado de ser autoridad.
El episodio dejó varias enseñanzas.
La primera es que la cultura, las artes y el patrimonio es un mundo que no ha abandonado su vieja costumbre de participar, tal vez consagrada el 5 de octubre de 1988, en la designaciòn de sus autoridades o, al menos, en su validación. Esa fue la certeza que tuvo el gobierno de Ricardo Lagos cuando optó por crear un Consejo Nacional de la Cultura, en 2003, en lugar de un Ministerio, una subsecretaría o alguna otra forma de institución unipersonal de gobierno del sector.
La segunda es que, como señala un conocido refrán, Dios escribe recto con líneas curvas. El mismo 13 de agosto, juraba como Ministra del sector la directora del MIM, Consuelo Valdés. Con gran experiencia en museos, centros culturales y una sólida formación en el área. Lo principal, con un excelente trato hacia sus colegas y funcionarios, demostrado el mismo día en que fue ungida: su primera visita fue al Director del Museo de la Memoria, Francisco Estévez y de inmediato, a los trabajadores y trabajadoras del Ministerio. Una muy buena noticia luego de los dos intentos fallidos de ministros previos.
Pero el tema no quedó allí. El triunfo del Museo de la Memoria fue que -fracasado el plan A, destruirlo- surgió el Plan B de sus detractores: un museo de la democracia, para "empatar" lo hecho durante el gobierno de Michelle Bachelet.
Segunda derrota de los seguidores de la idea del "montaje". Ya no se habla del democrático museo, sino de un ala -como es lógico- de un museo existente, que recoge la historia del Chile, de la cual nuestra democracia es parte esencial, el Museo Histórico Nacional. Entidad que deberá recomponerse luego de su descabezamiento a propósito de una indigna muestra que enaltecía al dictador Pinochet.
Además de tener domicilio conocido -Catedral y Santo Domingo, en Santiago centro-, esta idea que aparecía en el programa de gobierno del Presidente Sebastián Piñera y que fuera analizada por una mesa de historiadores durante la campaña, no tiene otro camino que ser debatida democráticamente.
Y las instancias para ello están determinadas. En primer lugar, la intervención del sistema de alta dirección pública que está en el proceso de seleccionar al Director Nacional del Servicio del Patrimonio, del cual depende el Museo Histórico y al Director del propio Museo. En segundo lugar, el Consejo Nacional de las Culturas, tambien en proceso de designación de manera participativa por la sociedad civil. Ya se cuentan entre sus miembros el Premio Nacional Manuel Antonio Garretón y los rectores de las universidades de Talca, Álvaro Rojas y Oscar Galindo de la Universidad Austral de Valdivia. A la brevedad deberían designarse el resto de representativos de la sociedad civil -diez, con paridad de género- que se sumarán a los 4 integrantes por derecho propio, designados por los ministerios de RREE, Educación y Economía más la Ministra Consuelo Valdés, que lo preside.
Más allá de considerar en el debate las interesantes sesiones colectivas de estudio de modificación del guión del museo que durante su mandato dirigió el gestor Diego Matte y que debieran enriquecer la discusión.
Ello, sin desconsiderar el papel que juegan y seguirán jugando redes sociales y la prensa. Sin ir más lejos y en beneficio de sí mismo, el propio Raúl Zurita aclaró en carta al Director que se explica por sí misma y de la que se deriva quienes probablemente se interesarán en los destinos de la democracia y esta discusión ciudadana:
Quiero hacer un alcance respecto a la entrevista aparecida en La Tercera el 15 de agosto, donde aludí a la derecha y a su abismante incultura.
Me refería a la cavernaria derecha pinochetista, cuya reacción en las redes y otros medios no hace sino confirmar que me quedé muy, pero muy corto, y no a la otra derecha, dialogante, que reconoce la magnitud del horror de la dictadura, y con quienes, a pesar de que nuestras visiones están en las antípodas, he mantenido una relación respetuosa y en algunos casos de real afecto.Probablemente el conflicto, incluso con ellos, era inevitable, pero les pido excusas a mis amigos, a estas alturas probablemente ex amigos, por no haber explicitado la diferencia. Y la diferencia de ellos con los otros es exactamente la diferencia que separa la vida de la muerte.
Zurita dixit.
Ahora es hora de participar para darle vida a esta idea.
Una sugerencia: cuando, para el Centenario de la Independencia en 1910, se pensó crear el Museo Histórico, se hizo un llamado a la ciudadanía a donar piezas que deberían conformar dicho naciente museo. Fue un gran éxito y muchas de esas donaciones conforman hoy la colección permanente del Museo sito en Plaza de Armas.
Tal vez no es mala idea que chilenas y chilenos opinen donando aquello que para ellos simboliza la democracia que tanto ha costado componer y recomponer.
Ya se me ocurren varias piezas.
¿Y a usted?
Zurita dixit.
Ahora es hora de participar para darle vida a esta idea.
Una sugerencia: cuando, para el Centenario de la Independencia en 1910, se pensó crear el Museo Histórico, se hizo un llamado a la ciudadanía a donar piezas que deberían conformar dicho naciente museo. Fue un gran éxito y muchas de esas donaciones conforman hoy la colección permanente del Museo sito en Plaza de Armas.
Tal vez no es mala idea que chilenas y chilenos opinen donando aquello que para ellos simboliza la democracia que tanto ha costado componer y recomponer.
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