28 diciembre 2015

NERUDA VOLANDO Y MISTRAL RECIBE PRIMERA PIEDRA



Porfiadamente, aunque se hagan esfuerzos por elaborar sesudos balances de fin de año, siguen siendo nuestros poetas mayores quienes se apoderan del imaginario nacional cuando se trata de cultura. El primer error es pensar que el año termina cuando en la bahía de Valparaíso estallan toneladas de fuegos de artificio. No, para esos estruendos el mundo del arte sólo tiembla de nervios preparando los decenas de festivales de artes escénicas y musicales que desbordan el calendario de enero.


Error también elegir finales de diciembre para presentar al Parlamento una indicación sustitutiva del proyecto que debiera crear el Ministerio de las culturas, las artes y el patrimonio, que cae en el vacío de una Comisión de la Cámara de Diputados que ni siquiera lo tiene en Tabla y error agravado de funcionarios públicos que disienten del proyecto y convocan a un paro conmovedoramente inadvertido en medio de los festejos de Navidad.

¿Es que todo está mal hecho? No. Sólo ocurre que de pronto se olvida mirar el calendario, el abc del gestor cultural.

Cuando se contempla esa variable no menor, el resultado es positivo. Así aconteció con la primera piedra de la segunda etapa del Centro Cultural Gabriela Mistral, establecida para las primeras horas del 24 de diciembre. Regalo navideño que convocó a ejecutantes de diversas artes estimuladas por la poesía de Gabriela, estudiantes de escuelas donde enseñó con sabiduría, a los persistentes arquitectos ganadores del Concurso de Centro Cultural el 2008 y a orgullosos integrantes del Directorio del GAM, que comienzan a gobernar con mano firme dicha corporación. Todos ellos, encabezados por la Presidenta de la República, que no desperdició la oportunidad de combinar armónicamente la Premio Nobel, la gigantesca y necesaria infraestructura y la recientísima aprobación de la gratuidad para los estudiantes universitarios. 

Quedará este hecho -que sepultó la simbólica piedra acompañada de una réplica de la medalla con que se reconoció a la primera mujer Nobel americana- para quienes aman los resúmenes. Se corona así un año que festejó a Mistral en ferias del libro y cuanta actividad cultural se preció de tal en 2015.

Quedó una fecha: julio de 2017, para la inauguración del teatro nacional tan esperado, tarea para constructores y gestores pues durante el primer trimestre de 2016, debiera asumir la nueva autoridad ejecutiva del GAM que prepare lo que acontecerá allí del 2017 en adelante.

No pasó inadvertida tampoco la selección del gestor francés Frédéric Chambert, que reemplazará en propiedad a Andrés Rodriguez que se marcha del Teatro Municipal con el respeto de sus colegas -expresado en un cálido almuerzo en el barrio Lastarria- y la Medalla de Santiago en reconocimiento de haber puesto al teatro de la ciudad en las carteleras mundiales.

También la ciudad hace severos esfuerzos por retomar con la energía de antaño los Premios Municipales de literatura, artes y gestión cultural reconociendo a creadores jóvenes y consagrados, en esta versión destacando el solvente libro biográfico de Víctor Herrero sobre Agustín Edwards Eastman que -era que no- ha sido ninguneado en la prensa, a pesar de su indudable valor. 

En literatura, siguen imbatibles aquellas publicaciones dedicadas a rebuscar en la historia patria, sea por vía episódica como Jorge Baradit o del testimonio de protagonistas, como José Miguel Varela, en Veterano de tres Guerras, recuperados por el periodista Guillermo Parvex.

También se estremeció nuestro pasado con el cambio de Director del Museo Histórico Nacional, "acusado" por funcionarios de malos tratos, "culpable" de haber querido reformular el guión del tradicional espacio. Quizás un anticipo de lo reacia al cambio que es la cultura institucional de la DIBAM.

El director saliente, Diego Matte, ganó un exigente concurso para encabezar el Centro de Extensión Artístico y Cultural de la Universidad de Chile y ocupó además el asiento que dicho organismo tiene en la Fundación de Orquestas Juveniles que, por su parte, recibió como nueva Directora Ejecutiva a la ex Directora del Planetario de la USACH, Haydée Domic.

Al reforzamiento profesional de los gestores culturales, que ningún resumen esconde, podría agregarse a la Presidenta de Ad Cultura -asociación gremial que los reúne- Fernanda García, que encabeza, como Directora Ejecutiva, la Fundación Cultural de Providencia, titular del recordado Teatro Oriente, que anuncia programación activa para 2016.

Sin embargo, como nunca antes, el arte cruzó el río pues en el Centro Cultural Estación Mapocho se ha exhibido las postulaciones al Concurso Explanada de los Mercados que reúne a los municipios del histórico sector de La Chimba (Independencia, Recoleta, Santiago) que busca "poner en valor y recomponer uno de los espacios cívicos más relevantes del centro de la ciudad, considerando su condición geográfica, patrimonial y urbana, sus circulaciones, su vocación de intercambio modal y su base cultural y comercial".

Desde esa Chimba, ni en metro ni buses, sino volando, llegó Pablo Neruda tal vez a conocer los proyecto, tal vez como estación obvia para alcanzar luego la Plaza de la Constitución y recibir la algazara popular de un país que, como pocos y con razón, celebra a sus poetas.

Lo que sin duda volverá a hacer cuando finalmente los restos de Neruda terrenal, tan trajinados para demostrar su asesinato, regresen a su querida Isla Negra. Para no salir jamás. 

Aunque con don Pablo, nunca se sabe. 

10 diciembre 2015

ANDRÉS RODRIGUEZ, ALREDEDOR DE UNA MESA



No es fácil conocer a Andrés Rodríguez. Se auto define como "independiente, que nunca he participado de la política, ni militado en un partido. He trabajado con todos los alcaldes de distintos signos, pero centrado en los objetivos artísticos y profesionales del Teatro".  La mayoría de sus declaraciones en estas décadas, se relacionan con su trabajo. Como las fotos, normalmente en el teatro, sentado en sus butacas, parado en el hall o en esa oficina que no ha experimentado cambios durante sus 34 años de ocupación por Andrés. Busqué con denuedo alguna imagen que lo mostrara como lo recuerdo principalmente: en reuniones de pares, de gestores culturales o en sesiones de directorios de corporaciones en los que coincidimos.


Pudo ser alguna imagen de las semanales sesiones de los martes de 1996 cuando preparábamos el encuentro de legislación cultural que culminó en noviembre de ese año, en el Congreso, cuando Andrés presidió la Comisión de Financiamiento privado. O alguna de las decenas de reuniones del Directorio del Centro Cultural Estación Mapocho, en el que Andrés participa casi desde sus inicios, en representación de la Corporación Municipal de Santiago, una de las socias fundadoras.

O alguna de las varias sesiones en las que construimos colectivamente la institucionalidad de la Corporación centro cultural Gabriela Mistral -la que finalmente encontré- donde, hasta hoy, ocupa una silla en su Directorio.

Es ese Andrés, compartiendo una mesa de sesiones, el que aprendí a valorar y respetar, como persona y como profesional. Así fue como compartimos proyectos hermosos y notables, como la traída de la IPO dirigida por Zubin Metha o los festivales de verano Lo mejor del Municipal que presentamos en el Centro Cultural Estación Mapocho durante varios años.

Un acuerdo con él es un acuerdo que se respeta, una recomendación de algún espectáculo musical u operístico, en Chile o el exterior, es siempre adecuada.

Como sus declaraciones a Revista Capital del 29 de octubre respecto de su sucesor, Frédéric Chambert: "Lo conozco de antes, de hecho se produjo una coincidencia increíble, porque nosotros programamos hace tres años la coproducción El turco en Italia, siendo Frédéric el director del teatro de Toulouse y yo el de Santiago. Estando él aquí, porque los directores suelen asistir a los estrenos, se anuncia que él era el elegido para sucederme en el cargo. Puedo decir que tengo una buena relación con él, creo que es una persona seria, profesional y responsable". 


¿Entonces, tiene su venia?, pregunta la periodista Vivian Berdicheski: "No se necesita mi venia, pero se merece mi respeto".

Sobre su futuro, también es escueto: "No, no me voy a retirar de la actividad profesional, voy a seguir en la gestión cultural. Tengo algunas alternativas, pero tampoco quiero apresurarme. Hay que hacerlo meditativamente y por el momento mi cabeza está concentrada en terminar bien el año".

De modo que más que enumerar los múltiples logros en el Teatro que dirigió desde que el Alcalde de Santiago Carlos Bombal lo seleccionara en las aulas de la escuela de Derecho de la Universidad Católica para ello, me pareció interesante dar una mirada a aquellos otros lugares en los que la experiencia de Andrés sigue dejando huella. Su tenacidad para que la futura gran sala del GAM sea acústicamente perfecta; sus aportes en diversos procesos legislativos relacionados con las donaciones privadas, o su persistencia en obtener autorización para el consumo de alcohol en los intermedios de óperas y conciertos, como acontece en los teatros del mundo. Todo siempre -como abogado- bajo el imperio de la ley, sea ésta existente o por existir.

Cuando hace casi veinte años, en 1996, una colega pidió mi apoyo a la postulación de Andrés al Premio Ernesto Pinto Lagarrigue de gestión cultural, que entregaba la Fundación Amigos del Arte, no dudé en darlo, tal como acabo de asistir al reconocimiento que le entregó la Corporación del Patrimonio Cultural. Galardones que se deben a su gran labor en beneficio de las artes musicales y escénicas, aún considerado su penosa subsistencia bajo dictadura.

Sin ser, por lejos, el miembro de directorios que ocupa más líneas en las actas de las sesiones, sus observaciones suelen ser meditadas y serenas. Destreza que -ahora sabemos- práctica observando pájaros. No me sorprende.

Por ello, quienes compartimos las mesas de directorio en el Centro Cultural Estación Mapocho, el GAM y la FOJI almorzamos con Andrés para reconocer su trabajo como gestor cultural.

Alrededor de una mesa.

03 diciembre 2015

ZUCKERBERG, LA FILANTROPIA Y EL TEATRO DEL LAGO


Un día pleno de amor, en el que anuncian -junto a su mujer Priscilla Chan- el nacimiento de su hija Max, fue el escogido por Mark Zuckerberg, la séptima persona más rica del mundo, para agregar que está dispuesto a donar el 99% de sus acciones de Facebook. No es extraño, en la cultura en la que creció, asociar la filantropía al cariño. Es quizás ello lo que nos falta en Chile para comenzar a ser realmente filántropos.


En efecto, las grandes donaciones que nos recuerda nuestra pobre -literalmente- historia al respecto están a asociadas al cariño que tuvo, por ejemplo, don Federico Santa María por los obreros que contribuyeron a forjar su fortuna y les legó, con testamento escrito en piedra en plena avenida España de Valparaíso, un escuela de artes y oficios para que se capacitaran sus hijos.

Harto más generoso que sus sucesores que, en efecto, ampliaron el acceso de la población a la universidad pero a través de la creación de entes privados que -de pasada- contribuyeron también a crear nuevas fortunas. Hasta ahora ninguna tan generosa como la de don Federico.

Es que la corta trayectoria de esta pequeña capitanía al final del mundo enseña que el enriquecimiento no deja de ser una empresa individual con alguna "pequeña ayudita de sus amigos" -como corearon Los Beatles-, cuando éstos, vía Chicago, llegaron al Poder.

A pocos se les ocurrió pensar que la riqueza se da en un lugar determinado y debido al esfuerzo de seres humanos determinados, los que merecen un reconocimiento como país y como trabajadores. A lo más, como nos enseña la historia reciente, descubrieron que el mejor uso de esa riqueza era "invertirla" en dirigentes electos que defendieran sus privilegios.

Hasta ahí, de filantropía nada. Sólo algunos tímidos intentos de hacer pensar a los empresarios que tenían una cierta "responsabilidad social", por la que se los premiaba prematura y dócilmente.

Pocos, muy pocos, al menos en cultura, decidieron invertir en artes y educación. Otros, continuaron creyendo que ambas son una buena forma de marketing organizando conciertos y muestras en lugares remotos o que impiden la necesaria reiteración habitual que es consustancial a la formación de públicos cultos y educados.

Es sabido que esta formación de hábitos, se da en espacios concretos, sí de concreto y fierro, como lo entendieron quienes han invertido en el Teatro del Lago o el más reciente Centro 660. En ambos casos, es posible advertir una dosis de amor por las artes, las musicales en el primer caso y las plásticas en el segundo. Pero también comienza a advertirse -así lo han señalado personeros del Teatro del Lago- una desafección de las nuevas generaciones, con la consiguiente incertidumbre respecto del futuro de los proyectos.

Ante ello surge la intención de mirar hacia el Estado. Grave error pues éste está precisamente cerrando la cartera de la infraestructura cultural luego de haber cumplido con las ambiciosas promesas de construir, con el mismo cemento y fierro, centros culturales en todas las ciudades mayores de cincuenta mil habitantes. Se dispone ahora, con toda lógica, a enfrentar el tema del perfeccionamiento de la gestión de todos aquellos lugares edificados en este siglo XXI.

El paso adecuado es incitar a la filantropía privada. Todos juntos, Estado, empresarios, sociedad civil, corporaciones, líderes de opinión.

Al respecto parece una buena iniciativa la del Harvard Club de Chile de celebrar su fin de año escuchando a Nicola Schiess relatando la experiencia del Teatro del Lago. También, la Corporación del Patrimonio Cultural, que preside Carlos Aldunate, se apresta a desarrollar iniciativas relacionadas. 

Y dejemos de creer que anunciando "proyectos exitosos"va a llegar más dinero. Conociendo nuestro temperamento, el éxito acarrea envidias. Lo que tenemos son proyectos inconclusos, bien encaminados, regularmente gestionados...  y que requieren ser mirados como esa Max que contemplan los Zuckerberg, con amor, sin verlos como competencia.

Sino como necesarios aportes solidarios con esta sociedad que nos pertenece tanto como a nuestros hijos y nietos.