22 abril 2015

SERRAT, DE PROSCRITO A CACIQUE


Una manta mapuche de cacique, un ejemplar del diario Fortín Mapocho constatando su ausencia el 3 de octubre de 1988 para la marcha final de la campaña del NO, un reconocimiento a su madre asturiana por parte de la colonia residente y un decreto municipal con todas las de la ley, diploma incluido, fueron los regalos que Joan Manuel Serrat recibió en la capilla del Teatro Municipal el 21 de abril de 2015 con motivo de haber sido declarado visita ilustre de Santiago del Nuevo Extremo.


"Quiero darles las gracias por todo el afecto que encierra una distinción como esta. De alguna manera declararme como Visitante Ilustre, quiere decir: aceptarme durante el tiempo que dure mi estancia en Chile. Ya lo ha insinuado mi querida Carolina Tohá, que ha dicho algo que iba por el camino de que este reconocimiento tenía que llegar en algún momento, pero sencillamente porque hace muchos años, lo que esta distinción significa –esta aceptación de los chilenos a mi persona- viene ya desde muchos años. Nuestra relación se inicia el año ’69 aquí mismo, en el Teatro Municipal, gracias a Raúl Matas que posibilitó mi posibilidad de cantar en este bellísimo teatro”.

Después, recordó, “recibí un doble exilio, uno en España y otro en Chile, pero fueron años en los que la fraternidad aparece y así hemos vivimos con una ligazón por el vínculo de la vida y la muerte, por el vínculo de la sangre, de la dignidad, de la lucha y la recuperación de los derechos y hemos llegado hasta el día de hoy. Yo cumpliendo 50 años de oficio y con la agradable obligación de agradecer a todos por los que han hecho posible que esto ocurriera”.

Sus bromas con Roser Brú -"primera de las catalanas que lo recibió en Chile", a los 18 años dijo ella, 20, retrucó él- y la incomprendida alusión de que luego de visitar América Latina había tenido que comenzar a llamar Concepción a su profesora en lugar de su diminutivo procaz, revelaban que Serrat se encontraba entre viejos amigos.


Desde que estrenó en Chile, a fines de los sesenta, vino regularmente hasta que una mañana, decenas de autos de la policía civil rodearon el Iberia en el que venía para participar en la marcha final del NO y le impidieron bajar del avión.
Los testimonios de esa jornada reposan en el Museo de la Memoria de Santiago y pronto llegarán  -a préstamo- a Barcelona para integrarse a la exposición conmemorativa "Serrat, 50 anys", que se instalará en el Centre d'Art Santa Mònica de la Generalitat de Catalunya, a contar del 2 de junio.

Es que Serrat se está convirtiendo en leyenda, que no otra cosa son quienes dejan sus huellas en museos y exposiciones, a costa de perseverar. Estuvo primero bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva y lo recibió su Ministro de Educación Máximo Pacheco, regresó a ese mismo ministerio cuando, ya recuperada la democracia, lo acogió Ricardo Lagos; dio recitales en estadios, teatros, e hizo cumbre  con un inolvidable "Serrat Sinfónico" en el Centro Cultural Estación Mapocho, el 2 y 3 de abril de 2004, cuando la vieja estación lo recibió completamente revestida de telas negras, que acunaron su música orquestada. Luego, fuimos protagonistas de sus giras mundiales, entre otras, aquella de 2012, que "malacompañado" por Joaquín Sabina, dio origen al documental "El símbolo y el cuate", estrenado en el Festival de San Sebastián, cuyo autor, Francesc Relea, viajó con los cantautores durante el tour "Dos pájaros contraatacan" a México, Argentina, Uruguay, Perú y Chile.

El objetivo del documental es evidenciar cómo estos artistas representan la música como un símbolo de libertad, y cómo la historia política de Chile y Argentina están vinculados especialmente con Serrat.

En esa línea se inscribe el que haya visitado a la Presidenta Bachelet, que no pasa por su mejor momento, humana y políticamente. Así, Serrat será testigo de cómo un sistema que lo proscribió e  impidió entrar al país, se desploma -se sigue desplomando, en una larga agonía- esta vez en sus bases educacionales y discriminatorias. Podrá apreciar que una profunda reforma educacional avanza hacia la recuperación del papel estatal en ella y cómo se derriban muchas barreras que impedían a indígenas, homosexuales, inmigrantes o trabajadoras mujeres, formar parte integral de esta sociedad.

Verá también que la pérdida de privilegios y odiosas segregaciones se están cobrando caro por quienes los quisieran preservar. Chile se bate con sus propios fantasmas.

Apreciará el ambiente sólo horas antes de que una Comisión Asesora Presidencial contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción, entregue a la Presidenta su esperado informe, que debiera marcar un punto de inflexión para el futuro del país, en este terreno.
Así, seguirá Serrat acompañando nuestra historia, haciendo camino al andar.

Hasta su próximo viaje, en su doble condición de visita ilustre y de cacique.
Una muestra más de que somos país multicultural. Y capaz que entonces, hasta lo sorprenda un Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

15 abril 2015

CHILE: ¿A QUÉ GABRIELA QUEREMOS?


La alusión a Gabriela Mistral, en la ceremonia de promulgación de la Ley que establece el Acuerdo de Unión Civil, como ejemplo de alguien que habría sido beneficiado por la nueva legislación, logró sorprender a algunos mistralianos que quisieran, tal vez, mantenerla sólo como ícono de la poesía y puso de relieve la complejidad de un personaje insuficientemente comprendido en Chile. ¿Cuál es la imagen que nuestro país tiene o quiere tener de la gran poeta?


El poeta Jaime Quezada, uno de los sorprendidos, desearía un trato más delicado de la Mistral: "citar, en un discurso de esta naturaleza, a Gabriela Mistral en una relación con Doris Dana, revela cierta ligereza emocional y de circunstancia, más que de un fundamento al marco legal del asunto". Hay razones para traerla a colación en una ceremonia de Estado, pero cabe la pregunta de porqué no a Pedro Lemebel o a Pablo Simonetti, por ejemplo, que han hecho de su sexualidad una causa y la han exhibido con mucha más apertura que Mistral. También es razonable la inquietud de Quezada, que se siente en la obligación de proteger la condición  literaria de su musa.

Es que Gabriela Mistral es un personaje complejo. Y Chile -porfiado heredero de aquello de "un solo Dios, una sola España"- no suele tener cariño o vínculos fáciles con la complejidad, con los matices. Es un país de santos o demonios. Basta recordar la relación con los pueblos indígenas, que recién se está comenzando a enfrentar culturalmente, es decir, en toda su complejidad, más allá de un mero tema de tierras.

Hay muchas "gabrielas" en nuestra corta historia. Está aquella, la primera, la maestra rural, bucólica, de los "piececitos de niño azulosos de frío" y las rondas infinitas de vestidos amplios y desplegados al viento, que transitó silabarios y cuadernos simples, poco cuestionadores.

Está aquella otra, de la revolución en libertad que escribió "algún día Eduardo Frei será presidente de Chile; yo ya no estaré viva, pero me daré vueltas en mi tumba, para aplaudirlo", poniéndola una vez más a competir con el reconocido y masculino compromiso de Neruda con la revolución de las empanadas y el vino tinto. Otra simplificación de un personaje complejo.

Pero hay más, está la Gabriela del billete de cinco mil pesos, idea de algún banquero central que quiso rendirle un homenaje al ponerla en las manos de todos los chilenos y haciéndola cotidiana, curiosamente con un valor intermedio: ni uno ni diez, cifras redondas, sino cinco, cifra que en las calificaciones de las escuelas y liceos no habla de la excelencia ni de la ausencia de conocimientos, sino de una cierta mediocridad.

Está la Gabriela de Allende, quizás la más acertada, aquella que el Presidente socialista quiso inmortalizar en un amplio espacio cultural, complejo como ella, el Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, construido con el esfuerzo de trabajadores chilenos del cemento y de las artes para albergar a representantes de los países en desarrollo de todo el mundo, a inicios de los años setenta. Una maciza construcción de torre y placa, que desafía la vertical y la horizontal, donde alguna vez se quiso instalar un museo de los niños y un amplio autoservicio de comida para alimentar -espiritual y materialmente al pueblo- como gustaba soñar Allende.

Junto con el golpe militar de 1973, Gabriela fue despojada de torre y placa y su nombre extirpado y masculinizado en Diego Portales, personaje opuesto: autoritario, comerciante y jaranero, que calzaba mejor con el destino que los militares darían a la edificación.

Años después, incendio mediante, la Presidenta Bachelet, en su primer mandato, recuperó el espacio y el nombre de la poeta, luego descafeinado como GAM, simbolizando la cultura corta de luces y "marquera" que domina. Es de esperar que ese complejo cultural no se mutile en su arquitectura inicial ahora que, finalmente, las fuerzas armadas abandonan la torre ocupada en dictadura.

Es que para Chile no es fácil tratar con Mistral. Sin duda es más sencillo convivir con Neruda -por oposición, ateo y republicano, siguiendo con el ejemplo de España-, de domicilio conocido en todo sentido: comunista en lo político; tres casas "abiertas a público", en lo habitacional; una fundación prestigiosa que administra su legado; relaciones amorosas abundantes pero finalmente confesas; con ópera, película y cartero consagrados; colecciones -caracolas, botellas, mascarones, entre otras- públicas, clasificadas y donadas en vida, y una muerte investigada hasta el exceso.

También lo es coexistir con Nicanor Parra. Acompañado de una extensa familia que ha luchado por mantener el apellido y sus talentos, entre los cuales destaca un incontrarrestable sello de lo que se puede considerar "chilenidad", aspecto que facilita mucho la relación plácida con un país que no se cuestiona que Violeta sea una de las suyas más notables ni que sus tapices hayan llegado al Louvre.

Pero vaya que se han cuestionado aspectos de la Mistral, cuestionado y ocultado. Ocultado y mostrado. Mostrado y disputado cuando se muestran, como aconteció al tiempo que sus herederas quisieron entregar al país algunas de sus especies, disputadas de mala manera entre diferentes instituciones culturales estatales.

Es que Mistral es compleja y debemos aceptarla y quererla así. No fue ni será un súper héroe ni una súper heroína, sino una trascendente poeta universal que excedió en vida y obra nuestras fronteras, que es chilena y forastera a a la vez, que no se puede reducir a su condición sexual, que se la debe respetar hasta que seamos capaces -como país- de comprenderla y acogerla a cabalidad.

Es posible y deseable que ese proceso haya comenzado. Que los profundos cambios que en Chile se están iniciando, en educación y en reconocimiento de la diversidad y la multiculturalidad, nos estén acercando también a comprender ampliamente a Gabriela.

Lo que no será breve ni perceptible a simple vista.
Solo debemos estar atentos.
Hasta cuando Chile pueda convivir, sin drama, con la complejidad de sus poetas mayores.

09 abril 2015

CONMOCIÓN Y FANFARRIA PARA UNA CIUDAD SOLIDARIA


Simbólicamente, desde el puente Padre Hurtado, que une Santiago con su norte, al caer la tarde del 8 de abril, a la barahúnda de la ciudad se sumó el inconfundible sonido de la Banda Conmoción. La música pretendía atraer a los centenares de santiaguinos que circulan por el entorno del Centro Cultural Estación Mapocho, para que entregaran un poco de agua para aliviar -en parte- las penurias de sus compatriotas de Atacama.


El peculiar recital fue organizado por el trío de instituciones culturales del sector -Fundación de Orquesta Juveniles, Balmaceda Arte Joven y Centro Cultural Estación Mapocho- que, como en ocasiones anteriores de catástrofes naturales, esgrimen entre sus principios la solidaridad con los seres humanos que sufren.
El resultado fue inesperado, tanto en el número y el entusiasmo de los seguidores de la banda, como la cantidad de litros de agua envasada recibidos -alrededor de tres mil- y, sobretodo, en despertar el impulso solidario hasta entonces oculto por morbosos despachos de televisión y el ambiente de desconfianza al que han llevado a la sociedad los casos de corrupción que afectan a la elite empresarial y política.
Era importante que, desde el mundo de la cultura, se diera una señal de involucramiento en la tragedia cuya normalización amenaza prolongarse por años. Así lo entendió la Ministra Claudia Barattini que, invitada a plegarse, no vaciló en llegar con sendos envases del liquido solicitado.

Pero este recital no fue el único que animó esa tarde. A pocas cuadras de allí, en la sala especialmente acondicionada para la música de cámara en el GAM, se celebraba un octogésimo cumpleaños de gran vitalidad y arte. La Orquesta Filarmónica de Temuco, del Teatro Municipal de esa ciudad, creada en la década de 1930 como Orquesta de Profesores y luego Orquesta Palestrina, brindó un espectáculo también peculiar. 
El programa contemplaba, junto a Rossini y Mendelssohn, un Concierto para Flauta, compuesto para la OFT por su Director David Ayma, e interpretado por la solista Paula Ordoñez. Ambos, músicos formados inicialmente en la Universidad de Chile, avecindados en Temuco, atraídos por la existencia de un teatro con elencos residentes y orquestas juvenil e infantil en ciernes.
De pronto, la solemnidad entregada por las composiciones, la sala y el rigor de músicos que iniciaban una gira que los llevará a Rancagua, el Aula Magna de la UTFSM de Valparaíso, el Diego Rivera de Puerto Montt y la Universidad de Valdivia, se rompió cuando el Director, emocionado y agradecido por los aplausos, mostró su carta bajo la manga (o desde su iPhone que le servía como virtual partitura): una Fanfarria, también compuesta por él, para su orquesta.

Entonces, la similitud con los bronces de la Banda Conmoción, que, según el diccionario, es una fanfarria o "banda de música formada por instrumentos de metal, en ocasiones acompañados de percusión, y que suele tocar por las calles en las fiestas populares y en ocasiones ceremoniosas", se hizo inevitable.

Junto al Mapocho, la Conmoción despertaba ánimos solidarios, dormidos pero no ausentes, sólo atribulados, y al lado de la Alameda, la obra de Ayma venía a decirnos, desde la Araucanía, que las artes y en particular la música son capaces, con una buena gestión, de constituir importantes referentes culturales que suelen pasar inadvertidos para capitalinos embebidos en la pugna por el poder.

Esa tarde de fanfarria y conmoción, el centro de Santiago fue un poco mejor. Más solidario e integrado. Gracias a la magia de la cultura, que bien haría nuestra elite darle la importancia que merece.
Sobretodo, en vísperas de recibir, el Parlamento, un proyecto novedoso de Ministerio multicultural que amerita y augura discusión amplia y dilatada.
Porque lo que hasta ahora ha trascendido, no es más que una "arquitectura" integradora de servicios públicos combinados -no se conoce cómo- como las conclusiones de la Consulta Indígena.
Nada se sabe sobre lo que propondrá respecto de quienes están animando principalmente -desde su creación- la vida cultural del país: las corporaciones culturales -como las municipales de Temuco o Santiago-, las de alcance nacional como Balmaceda, el GAM o Mapocho- , las fundaciones forjadoras de audiencias como la de Orquestas Juveniles o el MIM, y una larga lista de instituciones culturales sin fines de lucro, con directorios plurales y diversos, que ostentan programaciones permanentes y administran espacios que forman a los públicos.

Ambas, tareas que el Consejo Nacional de la Cultura debe respaldar y, porqué no, orientar hacia un sueño de desarrollo cultural que permanece -como la solidaridad antes de la conmoción y la fanfarria- ausente. Y que ya es tiempo de conocer.

Sin dejar de acumular solidaridad para la tragedia de Atacama.

01 abril 2015

MARIO PLANET Y EL AGUA PARA EL DESIERTO DE CHILE

Corría 1976 cuando golpeó la puerta de la revista APSI -donde trabajaba como editor- un hombre bajo, algo gordo, con una guayabera blanca que, al abrirla, me estiró una mano fraternal diciendo atropelladamente: -Buenas tardes, soy Mario Planet, vengo a colaborar. ¡Don Mario Planet! ex Director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, hasta el golpe militar de 1973 y uno de los periodistas mas admirados del país. -Mucho gusto, adelante, ¿sobre qué le gustaría escribir..? - Sobre el agua, respondió.


La anécdota, rigurosamente cierta, ha aflorado ahora que estamos -tres centros culturales vecinos de calle Balmaceda- en una campaña por recolectar agua envasada para los damnificados por los aluviones de marzo de 2015, en las regiones de Atacama y Antofagasta.
Pudiendo, don Mario, haber escrito -literalmente- sobre cualquier país del mundo -porque APSI era un boletín internacional que tenía entre sus redactores a expertos tanto en el Cuerno de Africa como en el Vaticano, escogió ¡en 1976! alertar con su pluma sabia sobre la crisis del agua que, inevitablemente, asolaría al planeta. Y así lo hizo.

El periodista John Dinges lo recuerda: "Conocí a Mario por primera vez como corresponsal de la revista Time. Mario era el corresponsal en Chile, pero tuvo que ir a Buenos Aires por seguridad personal. Yo habia sido nombrado nuevo corresponsal, sucesor de Mario. Nos reunimos en un café en Buenos Aires y tomamos vino tinto. Es un recuerdo muy nítido. Fue en julio o agosto de 1975".
Después de unos meses, Dinges, ya como editor de APSI, volvió a encontrarlo en Chile: "Me recuerdo de haber trabajado artículos que escribió Mario para APSI, pero no tengo ningún detalle. Es posible que usaba seudónimo. Su situacion era muy delicada, por lo que me contó en aquel almuerzo". Aparte de un artículo del 30 de noviembre de 1978, que tituló: Elecciones griegas Papandreu avanza, el resto fueron publicados sin firma.

Un investigador del legado de Planet, en 2010, intentó buscar esos textos: "Tengo una laguna de sus artículos entre los años 1976 y 1978, y, al parecer, correspondería al tiempo en que habría trabajado en APSI". Efectivamente, le respondimos, "colaboró permanentemente en APSI en las fechas que señala. Razones comprensibles aconsejaban no firmar los artículos".

Quizás, si hubiese escogido firmarlos sería considerado un antecesor de quienes hoy denuncian el cambio climático que nos lleva a la paradoja de estar recolectando agua para habitantes del desierto más árido del mundo, que fueron arrasados por torrentes de agua y lodo.
Pero el legado de don Mario no es sólo haber anticipado que el tema se volvería crítico, sino, su pedagógica actitud de respeto hacia quienes, pudiendo haber sido sus alumnos, editábamos inmisericordemente sus artículos, y -sobre todo- su espíritu de colaboración amplia y absoluta, reflejada en un párrafo de una carta de aliento que hizo llegar a la revista en 1979, que pasaba por aluviones no de tierra sino de represión dictatorial: "Sea cual fuere el resultado o el rumbo de los hechos, cuenta conmigo para todo e incluso procuraré hacer algo más".

Ese empuje es lo que necesitamos ahora para llevar el indispensable liquido a los chilenos del norte, brindarles "hasta la última gota" que requieran o, como diría el Padre Hurtado, cuya efigie vigila las donaciones en la Plaza anterior del Centro Cultural Estación Mapocho: donarles "hasta que duela".

 Cuando ese momento haya llegado, propondré un brindis por Mario Planet, periodista.